<
>

El termómetro de Melbourne

Las luces del Abierto de Australia han enfocado, como de costumbre, a los protagonistas lógicos, a los buenos y conocidos del ránking y de siempre. La sala principal de conferencias (la más chica de los cuatro Majors) siempre es un buen termómetro de las expectativas que generan los protagonistas. La forma de medirlas es fácil: cantidad de periodistas y duración de la reunión.

Allí Roger Federer se cansó de responder luego de la auténtica sinfonía que brindó ante Novak Djokovic, enviándole un clarísimo mensaje a la nueva generación, la cual deberá esperar el abordaje a la elite hasta que el suizo termine de romper todos los records que se propuso. Por lo pronto, el gran Rogelio está mucho mejor que el año pasado a esta altura del torneo.

Allí Rafael Nadal, antes de la batalla con Andy Murray y sin saber todavía lo que el escocés lo haría correr, se mostró aliviado y optimista luego de disputar su mejor partido de la temporada contra el suizo Wawrinka.

Allí Maria Sharapova paseó su glamour y felicidad por su acceso a cuartos de final, en un recorrido que está yendo de menor de mayor, de un sofocante debut al tenis más fresco que desarrolló contra Zvonareva.

Allí Serena Williams, con su inseparable cartera de la marca deportiva que la viste (cuando sale de la cancha parece una señora, algo excedida en peso, rumbo a la peluquería) se rió de los que piensan que está gorda y no puede volver al máximo nivel. La ecuación hasta aquí no ofrece dificultades: más kilos pero igual espíritu de campeona.

Allí hablo Kim Clijsters con la misma firmeza que exhibió en el juego. Nadie se le resistió. Lo más complicado que atravesó, en una ruta sin pérdida de sets, fue el segundo parcial frente a la dulce Hantuchova (7-5). La belga asoma como la principal candidata y Vaidisova como la amenaza.

Allí David Nalbandian, sin animarse a un NO definitivo, explicó las causas del complicado panorama para participar del cotejo de Copa Davis en Austria. Pero ya el capitán Mancini regresó a la Argentina con la idea que el equipo lo formarán Acasuso, Cañas, Del Potro y Sebastian Prieto.

Allí estuvo Fernando González, quien quizá no centralizó tanta atención como su tenis mereció. Contra James Blake no bordeó la perfección como en el encuentro de tercera rueda, sin embargo, en una jornada ventosa, el chileno aplicó ráfagas excelentes. En el primer set para salir de un 4-5 y 0-40. En el segundo para revertir un 1-4. Y en el tercero para no darle esperanzas al estadounidense que había levantado dos match points y se había colocado 6-5.

El servicio (18 aces) y la derecha (21 winners) lo rescataron en pasajes adversos. Más maduro e identificando mejor los momentos para convertir a su drive en un arma mortal, el Bombardero de la Reina no quiere parar y aspira a llegar, en principio, a su primera semifinal de Grand Slam.

La sala principal de conferencias es el termómetro. El último que hable allí, y después apague la luz, será el poseedor de la gloria.