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Música, maestros

Estamos transitando un Grand Slam masculino que no tuvo semifinales. No hubo partidos. No existió competencia. En un escenario acostumbrado a recibir recitales de altísimo nivel, el Abierto de Australia ofreció dos conciertos.

Uno de exquisita música clásica. Otro de puro heavy metal. Vayamos por orden cronológico de acceso a la final...

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En una cabecera del Rod Laver Arena, donde, en la parte superior, se sitúa el palco de autoridades, hay un espacio subterráneo destinado a la televisión, ubicado un metro por debajo de la línea de la superficie.

Presenciar tenis desde allí, aun separado de los actores por un blindex, es un auténtico privilegio. Y verlo a Roger Federer mucho más. Dicha posición permite, especialmente cuando el jugador está de espaldas, observar con mayor claridad la movilidad, el anticipo, la lectura del juego.

El suizo casi siempre sale antes o, en el peor de los casos, en el mismísimo momento que el rival impacta. A veces, hasta da la sensación de que expande un campo magnético que atrae la pelota.

Todo fácil. Una derecha punzante, aun en ángulos desfavorables. Un revés con slice de manual. Passings cruzados y paralelos extrafinos. Saques hirientes y variados. Voleas de marca registrada.

Y, además, ojo de halcón. Acertando en desafíos que parecían no tener fundamento.

Roddick, a partir del 4-3, se enfermó de impotencia ante semejante repertorio. Federer no lo dejó ni fallar. El estadounidense cometió 18 errores no forzados. Una cifra que no es dramática ni, habitualmente, causante de una derrota amplia.

Lo que allá por el 2004, cuando se enfrentaron en la final de Wimbledon, asomaba como el gran clásico moderno, dejó de generar incertidumbre en cuanto al ganador. El número uno del mundo obtuvo 13 de los 14 partidos que disputaron...

En Shangai, un desconsolado A-Rod, luego de desaprovechar tres match points en el segundo tie break, había declarado que "si no le gane hoy, no sé cuándo podré hacerlo". A su presunción no le faltaba razón. En Melbourne estuvo a kilómetros de inquietar al gran Rogelio.

El mismo lugar de observación, al día siguiente, nos permitió tomar otra dimensión del punto más fuerte de Fernando González. No es novedad que la derecha le corre más que a nadie en el circuito (Federer es el único que puede provocar tanto daño con ese golpe).

Sin embargo, desde dicha perspectiva se hace muy notorio lo complicado que es controlarla para sus rivales. Según Larry Stefanki, quien entrenó a John Mc Enroe, Yevgeny Kafelnikov y Marcelo Ríos cuando cada uno de ellos tocó su pico de rendimiento, "habría que remontarse hasta Ivan Lendl para encontrar un drive tan devastador en el circuito".

La estadística del chileno en la semifinal fue escalofriante: 42 winners y sólo 3 errores no forzados, cometidos todos en el segundo parcial.

El saque se mantuvo como un aliado fiel del Bombardero de la Reina. Por segundo encuentro consecutivo no sufrió quiebres y, ni siquiera, le dio a Haas una posibilidad de break.

El aleman soportó, durante varios pasajes, la fórmula que en su país se cansaron de elogiarle a la multicampeona Steffi Graf: un revés con slice capaz de resistir hasta que la terminante derecha tuviera la oportunidad de entrar en acción.

El aspecto mental resulta otro de los factores que lo ha colocado en su primera final de Grand Slam. No sólo por la mejor lectura de lo que ocurre, sino por la serenidad que mostró en cada desplazamiento.

" Es cierto, lo comentábamos con Larry en el vestuario... No tuve nervios, más allá de los lógicos para la situación. Lo tomé con bastante calma" decía el tercer sudamericano en alcanzar el cotejo decisivo de este torneo en la era abierta y que puede ser el primer hispanoparlante en levantar el trofeo desde Guillermo Vilas en 1979.

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El Abierto de Australia tiene la mejor final, según el juego expresado por los protagonistas durante estas dos semanas. Ya quedó presentado el menú musical del domingo. O habrá delicada música clásica con intérprete suizo. O habrá heavy metal, con un gran percusionista chileno intentando provocar un ruido que recorra el mundo.