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Ganar o fracasar...

El futbol mexicano conoce perfectamente las leyes no escritas de jugar en una de las zonas futbolísticas más pobres del mundo. Si ganas, no es gran cosa, es parte de tu obligación. Si pierdes, en cambio, afrontas el escrutinio de haber fracasado en un nivel muy bajo del juego. Así se presenta el juego de este domingo en Chicago. La Selección Mexicana debe ser marcada como favorita sobre Estados Unidos. Verlo de otra forma sería dejarse envolver por el negocio y los intereses que son la parte medular de la Copa... Aquí es ganar o fracasar.

CIUDAD DE MÉXICO.- ¿Favorito? Deber ser México o... ¿acaso usted entendería que, en el nivel que se juega una Copa Oro, la Selección Mexicana no partiera siempre como la máxima candidata? De ninguna manera. México está obligado en Chicago. Cualquier otro resultado que no signifique levantar el trofeo, será considerado como un gran fracaso.

Será la prueba principal de la Selección Mexicana en la Copa Oro. Parece imperativo elevar el nivel competitivo mostrado en rondas anteriores ante Costa Rica y Haití para poder superar a una selección de los Estados Unidos que, si bien ha ido de menos a más en el certamen, está entregada a un proceso de reconstrucción tras el fracaso que significó su eliminación para el Mundial de Rusia 2018. Estados Unidos está inmerso en un plan para el Mundial del 2026. México, con su urgencia de siempre, está pensando en este ciclo mundialista.

México es favorito, pero no sería una sorpresa extraordinaria que los norteamericanos ganaran la justa. Han logrado compenetrar un equipo equilibrado --sólo un gol permitido en toda la Copa-- y vienen de vencer contundentemente a Jamaica en las semifinales. Tienen a Christian Pulisic, la estrella naciente que el Chelsea compró en 70 millones y no saldrán al Soldier Field con la obligación de no fallar.

México, en cambio, está obligado. Amparado en su historia, en su nuevo entrenador, en su equipo que, aunque no parece la mejor versión que pueda presentar, es una nómina seria que ha generado expectativas. El presente y el futuro inmediato de Gerardo Martino estarán marcados por la primera Copa que tendrá oportunidad de ganar. El nivel del evento provoca que México esté obligado a dominarlo. Es, además, una buena oportunidad de dar un puñetazo sobre la mesa de cara a futuras competencias en el área futbolística, incluyendo y destacando la eliminatoria para el Mundial del 2022.

Se trata, indudablemente, de un Clásico de la zona. A México mismo le conviene que los estadounidenses recuperen su nivel futbolístico. Que presionen lo más que puedan. Es la única forma de encontrar cierto regocijo deportivo en un evento más apegado a temas comerciales y negocios que al propio futbol.

Martino debió haber recolectado un aprendizaje interesante sobre su equipo mostró --o no hizo-- en las dos fases anteriores. No basta tener el balón y el aparente control del partido. Hay que mostrar formas, ideas, tomar riesgos y no equivocarse en los metros finales. He ahí uno de los grandes retos del domingo. Enseñar que esta selección puede jugar mejor ante uno de los rivales más equilibrados y serios de la Copa.

La Copa Oro sigue siendo un torneo donde México tiene mucho más que perder a lo que va a ganar si resulta el vencedor, pero esas son las leyes no escritas, las ventajas y desventajas de jugar y competir en una de las áreas más pobres del mundo futbolístico. Si ganas, es tu obligación. Si pierdes, es un gran fracaso.

@Faitelson_ESPN