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¿El mejor de la historia?

BUENOS AIRES -- Está claro que Los Pumas siempre lograron su mayor reconocimiento por el corazón, la garra y la mística. Ese coraje que para otros, más nutridos física y técnicamente, significó un valor agregado, para la Argentina se convirtió en bandera principal.

Muy cerca de iniciarse el más largo de los Mundiales y, quizás, el más previsible (desde la participación de Sudáfrica siempre cuatro de las cinco grandes potencias conformaron el cuadro de semifinales), el equipo de Marcelo Loffreda cuenta con integrantes que, por antecedentes y presente, permiten no depender, como en otras oportunidades, únicamente de arranques temperamentales. Evitan utilizar el término hazaña ante cualquier impacto. Hacen que quedar cerca (como tantas veces) ya no sea tan bueno.

Los Pumas, más allá de la dificultad de establecer comparaciones coherentes con el pasado, jugarán la sexta Copa con el mejor plantel de la historia. Por cantidad de test matches acumulados (850 en total y 482 en la formacion inicial), por las victorias conseguidas en los últimos cuatro años, por los curriculums engrosados en Europa, por el aprendizaje del cuerpo técnico en el Mundial anterior (situación que el fútbol no ha gozado desde 1990).

Este pack de argumentos no ofrece discusión. Por ejemplo, hubo siete argentinos en la final del torneo francés. Uno de ellos fue capitán del campeon, otro la figura desequilibrante, y un tercero pieza vital del perdedor...

Además, en otras etapas era imposible pensar que un primera línea (Pedro Ledesma) que hubiera participado de semejante partido cumbre en el Stade de France, no estuviera en la lista. Y esto no oculta una crítica al proceso de selección, sino que marca las variantes de que dispuso el entrenador.

Paradójicamente, tener el mejor equipo de la historia mundialista no garantiza la mejor producción de la historia. Ni siquiera nos permite instalarnos en esta sala previa con la confianza de contar con muchas posibilidades de pasar a la segunda fase. Por el sorteo y por aristas de la preparación rumbo a Francia.

De por sí, enfrentar a los organizadores (siempre miembros de peso de la IRB) nunca es una buena noticia. Más allá de lo que se pueda comprobar, nadie imagina al local y segundo en el ránking universal, cuyo entrenador es el futuro Ministro de Deportes (asumirá apenas termine el torneo), sufriendo por la clasificación o quedando de cara al Haka en cuartos de final.

La Argentina es un gran protagonista para un partido inaugural, pero en su rol de invitado: es un equipo con pergaminos, de primer nivel, que puede generar un encuentro atractivo como imagen inicial, pero GANABLE. De hecho, así ocurrió en las dos ediciones anteriores...

Tambien es cierto que ante un resultado negativo en el arranque no corresponderá señalar sólo sombras y conspiraciones. El camino incluyó un afinamiento físico inédito, el cual también generó una buena cantidad de contratiempos.

En cuanto a expectativa mediática, triunfos precedentes, métodos innovadores (salvando las diferentes épocas) y rugbiers tocados, esta previa tiene similitudes con la de 1987. Claro que esta vez no habrá ningun Fiji sorpresivo. Caer frente a Francia o Irlanda está dentro de cualquier mazo.

Habrá que ver si esto significa liberación, motivación, resignación o conformismo. Las respuestas comenzarán a aparecer el viernes. Las dará el mejor equipo de la historia argentina en Mundiales. ¿Será también la mejor actuación de la historia?