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El gran capitán

BUENOS AIRES -- Dentro del renacimiento de la Pumamanía hay personajes que no son solamente lo que parecen ni cumplen únicamente las funciones a las que un país futbolero está acostumbrado.

Por ejemplo, el papel del capitán en la selección de fútbol fue perdiendo trascendencia y poder, a partir del retiro de Maradona, y la ausencia de enérgicas personalidades como las de Rattín o Passarella.

Queda claro que el rugby siempre cuidó de manera diferente la imagen del capitán. Igualmente, y más allá de que cada uno mereció el nombramiento, en la etapa post Hugo Porta los designados fueron creciendo en autoridad y respeto a partir del cargo, algunos con mayor magnitud que otros.

La alcanzada por Agustin Pichot no tiene precedentes. Es cierto, el deporte se ha profesionalizado y las obligaciones se ampliaron, pero Los Pumas tienen un líder todoterreno, fraternalista (con los experimentados) y paternalista (con los de menor edad).

Preocupado por conseguirle botines nuevos a un debutante o por viajar unos cuantos kilómetros para discutir el contrato de un compañero que pertenece a otro club. Capaz de no dormir, por una cuestion de uso horario, para seguir al minuto un conflicto, en Hong Kong, entre el plantel de Seven y los dirigentes. Interesado en números, presupuestos, viáticos, planes de trabajo. Defensor de derechos adquiridos en el enfrentamiento jugadores-UAR.

Un capitán que nunca deja de comunicarse con los lesionados o con los que pasan por un mal momento personal. Un técnico más. Y esto no contiene una crítica hacia el cuerpo de entrenadores (Sergio Hernández vivió algo similar en el básquet).

Resulta superlógico que el argentino que más rápido se insertó en el profesionalismo (en todos los aspectos), que hace diez años actúa en Europa, lleva doce con la albiceleste, y es un conocedor profundo de este deporte, tenga opinión y corresponda ser escuchada. Es inevitable que un profesional acumule mayor información que un coach que divide su tiempo laboral...

Tampoco hay dudas respecto de que ha logrado una muy buena explotación de su imagen y un impecable manejo mediático. De hecho, sin haber producido en los últimos años tantas actuaciones sobresalientes (aunque no se perdió ninguno de los grandes acontecimientos), es el único deportista argentino que le pone su nombre a una línea de indumentaria de una empresa multinacional. Sin embargo, los frutos de su eficaz gestión marketinera no los reduce a un beneficio propio sino que trata de extenderlos a réditos grupales.

Por particularidades del rugby y cuestiones de su personalidad, Agustín inaugura la clase de jugador-dirigente. Por supuesto que dirige, adentro y afuera. No hay otro compatriota que influya en semejante dimensión en la vida de un seleccionado. Ni Riquelme, ni Manu Ginóbili, ni Nalbandian en Copa Davis, ni Marcos Milinkovic... Y hablamos de auténticos pesos pesados por capacidad y trayectoria.

Agustín Pichot está en todo. Y por lo demostrado, tras una subrayable puesta a punto en el último semestre, no se dispersa. Su hiperactividad le hace bien al equipo.