Yasiel Puig es, sobre todas las cosas, un gran ser humano.
Olvídense por un momento de sus extravagancias dentro y fuera del terreno que han limitado la potenciación de su tremendo talento.
Desde que irrumpió en las Grandes Ligas en el 2013 con la fuerza de un huracán de categoría cinco, Puig ha estado bajo los focos tanto por las buenas, como por las malas.
Roces con la prensa, con sus compañeros de equipo y problemas con las autoridades han tenido al cubano frecuentemente en los titulares, a la par de sus extraordinarios disparos desde el jardín derecho y sus arriesgados corridos de bases.
Pero cuando el Caballo Loco más se desboca es cuando de ayudar a los niños se trata.
Para eso no tiene límites. Ahí es cuando aflora el mejor Yasiel Puig.
No puede ser mala persona alguien que va manejando por las calles de Los Angeles y se detiene a compartir con unos pequeños que están jugando pelota y luego los invita al Dodger Stadium.
O que crea la fundación Wild Horse y se involucra con la comunidad lo mismo en L.A. que en Cincinnati o Cleveland, tras ser transferido de equipo.
Ahora Puig acaba de pegar su jonrón más largo, capaz de derribar muros de incomprensiones políticas, al llegar con su alegría contagiosa a su tierra natal.
El pelotero, actualmente agente libre, llegó hasta el hospital pediátrico de Cienfuegos, a llevarles un rayo de esperanza a los niños allí ingresados, junto con artículos de uso personal, juguetes y medicinas.
Anteriormente, había tratado infructuosamente de llevar sus acciones benéficas a su tierra, pero siempre había recibido respuestas negativas de las autoridades.
Aplausos a Yasiel por su insistencia.
"El béisbol es un idioma que trasciende cualquier barrera. Pudimos entrar al hospital y darles directamente nuestros artículos a los niños y sus familias, no hay palabras para la alegría que siento hoy", comentó Puig después de la jornada.
"Gracias a todos ustedes que apoyan mi fundación. Esto es lo que están haciendo cuando vienen a nuestros eventos o a nuestros viajes, se unen a recaudar fondos, o contribuyen con sus servicios. Les agradezco a todos desde lo más profundo de mi corazón", agregó.
Y es que al final, Puig sigue siendo un niño atrapado en su humanidad de 6.2 pies y 240 libras, que afortunadamente no ha olvidado las raíces de dónde vino.