Los Angeles Dodgers han sido los dueños y señores del Oeste de la Liga Nacional por los últimos siete años.
Son una especie de aquellos Atlanta Braves que entre 1995 y 2005 dominaron la división del Este del viejo circuito, aunque en ese lapso de 11 campañas solamente ganaron la Serie Mundial una sola vez.
Los Dodgers ni siquiera han corrido con esa suerte y aunque han llegado dos veces al clásico de octubre, siempre han salido por la puerta de atrás.
Aunque todavía lucen sólidos de cara al 2020, esta podría ser su última oportunidad para conseguir el título que le es esquivo desde 1988 y que tuvieron tan cerca en 2017 y 2018.
El núcleo comienza a desmembrarse. El coreano Hyun-Yin Ryu, su mejor lanzador del 2019, se fue a la agencia libre, mientras que su as de los últimos tiempos, Clayton Kershaw, podría haber iniciado un lento declive, casi imperceptible, insuficiente aún para sacarlo de la élite del pitcheo, pero declive al fin.
La pasada temporada, por primera vez desde el 2009, su efectividad fue ligeramente superior a las tres carreras limpias, muy bueno para cualquier pitcher, pero un aumento significativo para quien tiene de por vida 2.44.
En los últimos cuatro años, Kershaw no ha podido llegar a 200 innings de actuación y su efectividad ha ido subiendo de 1.69 en el 2016, 2.31 (2017), 2.73 (2018) y 3.03 (2019).
La gerencia ha mostrado intenciones de poner al jardinero Joc Pederson en el mercado y el campocorto Corey Seager, Novato del Año del 2016, se ha estancado en su progresión y el equipo estaría dispuesto a salir de él, aunque podrían ir detrás del puertorriqueño Francisco Lindor.
Kenley Jansen ha perdido fuelle como cerrador y ya no es tan confiable como dos años atrás, mientras que hay un disgusto evidente entre el equipo y el japonés Kenta Maeda, quien fue relegado al bullpen la pasada campaña y ha hecho público su malestar.
Ojo. Estas son sólo pequeñas señales. No quiere decir que los Dodgers se hundirán en un colapso de aquellos. Siguen teniendo un equipo con una profundidad como pocas, demasiada quizás para un manager como Dave Roberts, un inepto que ha sido en gran medida, el causante de los fracasos recientes en postemporadas.
Además, los azules de Los Angeles son una fábrica inagotable de talento y cada año producen nuevas figuras como si fueran magos sacando conejos de su sombrero.
Volverán a salir con la etiqueta de favoritos, con Kershaw, Cody Bellinger, Walker Buehler y Max Muncy a la cabeza y es muy posible que ganen la división por octavo año en fila.
Pero un poco más al sur de L.A. se viene cocinando una amenaza que podría acabar el reinado de los Dodgers en el Oeste: los San Diego Padres.
Con todo y que terminaron últimos (70-92) en el 2019, los Padres, que estrenarán manager con Jayce Tingler, sin experiencia previa en estas labores, podrían ser el equipo del mayor salto en la próxima contienda.
Necesitan que la salud acompañe al dominicano Fernando Tatis Jr. para que hale parejo con su compatriota Manny Machado desde el lado izquierdo del infield, que tendrá por la derecha a Eric Hosmer y al recién adquirido Jurickson Profar, el curazaleño que fue el principal prospecto de los Texas Rangers cuando llegó a las Mayores en el 2012 y de quien se espera un despegue a planos estelares que todavía no ha llegado.
San Diego mejoró notablemente su rotación con Zach Davis, que si bien no es propiamente un as, debe beneficiarse mucho con las dimensiones del Petco Park, luego de sobrevivir a duras penas cinco años en el Miller Park de Milwaukee, donde dejó marca de 22-21 y efectividad de 4.65, contrastante con el récord de 21-11 y 3.04 que consiguió como visitante.
Davis debe unirse a Chris Paddack en un buen 1-2 que encabece una rotación plagada de prometedores brazos, que requerirían de un serpentinero de experiencia que aporte liderazgo, al estilo de Madison Bumgarner, una de las principales prioridades del gerente general A.J. Preller.
Si San Diego consigue a Bumgarner, podría cambiar a su favor la correlación de fuerzas en el Oeste, con todo y el poderío que todavía exhiben los Dodgers.