Ninguno de sus compañeros se atreve a decírselo de frente. Menos en estos días, cuando su mente se ocupa de Manny Pacquiao.
Sólo entre ellos le dicen así (pues pagarían las consecuencias si se enterara).
--¿Contra quién te toca hoy?-- pregunta uno de los sparrings tras cerciorarse que el campeón no lo ve.
--Contra la bestia-- responde otro de los pugilistas de entrenamiento.
Al mánager Nacho Beristáin le impacta la actitud de su pupilo y el riesgo que corren los boxeadores que ayudan en la preparación del combate del 15 de marzo.
Por más que deteste que le digan así, Juan Manuel Márquez --el único de siete mexicanos sin perder contra el Pacman-- se ha convertido en una bestia para enfrentarse al filipino.
"Está muy violento, muy fuerte... es el diablo", dice Beristáin. "Castiga a los sparrings de una manera que a veces me preocupa".
A pesar de ello, cuando uno de los miembros del entrenamiento se queja por los golpes del monarca, don Nacho arremete sin consentimientos: "¡A ti te duele, pero a Pacquiao no le va a doler!".
Para el manejador, Márquez se ha excedido en las cargas de trabajo y, considera, se trata de otro combate, cuya única diferencia, la marca el perfil zurdo del rival.
Pero Juan Manuel difiere.
Se despierta a las cuatro de la mañana para correr en la altura del Nevado de Toluca; le pega a una llanta con un mazo de 15 kilos; trota y acelera de súbito en distintas repeticiones; levanta su cuerpo con la barra; trabaja la guardia contraria y ajusta detalles técnicos y tácticos como la velocidad en sus combinaciones de ganchos y upers.
"Me lo estoy tomando muy en serio porque quiero callar a los filipinos para que los mexicanos estén contentos", dice el peleador.
A cada paso suda motivación.
"Mucha gente le dice que Pacquiao es el demonio y que le ha ganado a todos los mexicanos --cuenta Beristáin--, pero él está muy comprometido con la gente que ama el boxeo y que le dice que gane la pelea. Eso lo ha empujado a desayunar, comer y cenar boxeo".
Según Márquez y su equipo, él ganó la primera contienda contra el asiático.
Aquel 8 de mayo de 2004, el mexicano cayó tres veces a la lona en el primer episodio. Don Nacho recuerda que los "nervios le quedaron hechos pedazos". El Pacman portaba un pantaloncillo rojo aderezado con flamas y, quizá por ello, al manager le pareció "un round de infierno".
Después del primer capítulo, lucharon contra la hemorragia nasal, pero nada funcionó. Limpiaban la sangre y punto.
A pesar de las molestias, el hombre se fajó: en el quinto asalto por poco le arrancó la cabeza a Manny con un upper. Y, en el sexto, lo sacudió con su derecha.
En total tiró menos puñetazos (547 a 639), pero conectó más (158 a 148) y también acertó más golpes de poder (122 a 100).
El juez John Stewart vio vencedor a Pacquiao y dio 115-110; las tarjetas de Guy Jutras le otorgaron el triunfo al mexicano por 115-110; y Burt Clements definió el empate con 113-113.
Aquella noche, después de la función y en una de las habitaciones del MGM Grand de Las Vegas, Beristáin le sirvió agua mineral a su muchacho. Ya relajados, analizaron la contienda.
"Nadie se explica cómo se levantó tres veces, controló a ese animal y ganó tácticamente", dice el mánager. "Hasta el mismo Pacquiao y (su entrenador) Freddy Roach saben que ganamos esa pelea. Nos dio coraje que dieran empate. Nos dejó con mal sabor de boca".
Aunque Márquez presume su ausencia de la lista de pugilistas aztecas doblegados por Pacquiao (Gabriel Mira, Emmanuel Lucero, Marco Antonio Barrera, Erik Morales, Héctor Velásquez, Oscar Larios y Jorge Solís), le desagrada que consideren a su rival como el verdugo de una histórica potencia en el espectáculo del intercambio de puñetazos.
"No sé porqué le dicen el Mexican Killer o el devorador de mexicanos si a mí no me pudo ganar", recalca. "Queremos demostrar que eso no es cierto".