A Trelles, el futbol mexicano le debe lo que es hoy en día. Un adelantado a sus tiempos, un maestro, en la cancha y fuera de ella, que derrochó su personalidad para encabezar equipos ganadores y llevar a la selección de México a las mieles de su primer triunfo en una Copa Mundial. Su lenguaje irónico, mordaz, satírico, muchas veces en doble sentido le valió para ganarse una reputación en las canchas, con los futbolistas, los árbitros y los medios de comunicación. Es imposible concebir la historia del futbol mexicano sin las aportaciones de Don Nacho. Leyenda de leyendas, el entrenador de los entrenadores y un tipo que llenó las canchas de anécdotas imborrables y maravillosas...
SAN DIEGO, California. - Era mitad del verano de 1994 en el Cotton Bowl de Dallas. Hacia un calor insoportable mientras yo había logrado "el gol de mi vida", quizá el único que hice en mi breve carrera como futbolista de barrio. Un centro de José Ramón por el lado derecho que bajé de pecho y que conecté de volea para hacer inútil la estirada de Rafa Puente que levantaba la mano pidiendo un fuera de lugar inexistente. Un golazo. Tras las felicitaciones de mis compañeros, atendí un llamado desde la banca donde se encontraba el entrenador del equipo "Brozil" (el cuadro de Víctor Trujillo que enfrentaba al de "Ponchalia" de Andrés Bustamante).
Tenga, me dijo y cuando yo esperaba una felicitación o al menos una consideración del legendario entrenador que presumía el conjunto de "Brozo", me encontré apenas con el esbozo de una sonrisa. A cambio de ello, me tiró una toalla.
- ¿Y para qué quiero la toalla?, le pregunté a manera casi de reclamación.
- "Para que vaya usted y limpie ahí el área...".
Ignacio Trelles, Don Nacho, al más puro y directo estilo de su personalidad. Pasamos dos meses extraordinarios en Dallas como parte del equipo de trabajo de TV Azteca en el Mundial de los Estados Unidos. Me dio algunas recomendaciones, entre otras, una que jamás olvidaré, cuando antes de entrar al aire en el programa "Los Protagonistas", luego de un incidente en Nueva York en el que junto a André Marín nos vimos involucrados en una situación delicada -agresiva- con un policía, Trelles me tomó del brazo y me instruyó: "Usted jovencito va a decir la verdad, sólo la verdad...".
Es imposible concebir la historia del futbol mexicano sin Don Nacho. Fue él quien llevó este juego de un paraje semiprofesional y romántico a los tiempos modernos que hoy conocemos. Junto con sus contemporáneos, José Antonio Roca y Raúl Cárdenas, puso las bases de lo que para bien o para mal es nuestro futbol de hoy en día.
Trelles fue un adelantado a sus tiempos. Su personalidad fue capaz de aglutinar a grandes equipos de futbol, entre ellos el Cruz Azul, con el que marcó toda una época consiguiendo el bicampeonato de finales de la década de los setenta y principios de los ochenta. Condujo a la selección mexicana a los mundiales de 1962, en Chile y 1966, en Inglaterra. En el mundial sudamericano consiguió el primer triunfo mexicano de un Campeonato Mundial, aquel 3 a 1 (7 de junio de 1962) sobre la Checoslovaquia de Masopust, Masek y Scherer con los goles de Isidoro Díaz, Del Águila y Héctor Hernández.
"Don Nacho era un tipo que nos inspiraba desde el vestidor", me contó recientemente, durante una entrevista Antonio "La Tota" Carbajal, el portero las cinco Copas Mundiales de México. "Él daba una instrucción y nosotros le creíamos. Fue como un padre para todos nosotros".
Su lenguaje irónico, mordaz, satírico, muchas veces en doble sentido le valió para ganarse una reputación en las canchas, con los futbolistas, los árbitros y los medios de comunicación. Recuerdo que, a inicios de los noventa, tras una derrota del Puebla, que él dirigía, ante el América, manchada por la polémica tras un incierto trabajo arbitral salió al paso de los reporteros en el Estadio Azteca. "Feliz Navidad, Feliz Navidad", vociferaba mientras hacia señas hacia el vestidor de los silbantes.
- "Don Nacho… ¿Le pareció justo el arbitraje de esta noche?", le preguntaban.
- "Feliz Navidad", respondió antes de subirse al autobús del equipo camotero dejándonos a los periodistas con la esperanza de un reclamo que valdría las "ocho columnas".
Dirigió al América -sin ganar títulos-, pero no a las Chivas y se dio tiempo para demeritar al Clásico y a los Clásicos que iban surgiendo alrededor de los clubes más populares del país. "¿Clásicos? Clásicos, los cerrillos", dijo sobre la conocida marca de fósforos en México.
Hay otra anécdota de la que fui testigo en mis comienzos en el periodismo. A finales de los ochenta, en el Estadio Olímpico de la Ciudad Universitaria, la U de G de Trelles ante los Pumas. En la banca de los llamados Leones Negros aparecía un futbolista muy conocido de la época: Humberto Romero "Romerito". Por una cuestión disciplinaria, Trelles decidió dejar en la banca a Romero, pero este, durante la mayor parte del segundo tiempo insistía en ir al campo para revertir el marcador que no favorecía a la Universidad de Guadalajara.
- "¿Puedo entrar ya Don Nacho?", insistía el futbolista.
- "Espérame, 'Romerito'. Yo te digo", le respondía casi jocosamente Trelles sin apartar la mirada de la cancha.
Y así, repetidamente, insistía "Romerito" en jugar, hasta que, tras otro par de intentos, Don Nacho "explotó", muy a su estilo...
- "Venga para acá, 'Romerito'. Mire usted. Vaya con el cuarto árbitro, si nos permite jugar con 12 futbolistas, usted juega...".
El futbol mexicano le debe mucho a Trelles. No sería hoy lo bueno y hasta lo malo que es sin su atribución. Habrá un espacio para él en el libro de la historia de nuestro juego. Y Jamás lo olvidaremos, siempre, en cualquier banca del futbol mexicano, habrá espacio para el entrenador de los entrenadores. Don Nacho, QEPD.