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Fútbol vienés, algo personal

Prater Stadium

El Prater Stadium, en 1931, recibió partidos para el recuerdo. (Getty)

La primera vez que me puse en contacto con el fútbol vienés fue de niño en el lugar donde nací, Timisoara, quizás más conocido por el nombre Húngaro de Temesvar. Mi padre era --como la mayoría de los hombres judíos de su época en Europa Central-- un fanático del fútbol. Su sueño era dejar su nativa Satu Mare (Szatmar) y viajar a Viena para estudiar en el Hochschule fur Welthandel (Escuela de Negocios y Economía). Sólo llegó hasta Budapest donde se enroló en 1930 para estudiar administración de empresas, concluyendo con un doctorado a fines de 1937.

En Budapest, se hizo fanático del clan azul y blanco MTK con el que se identificaban la mayoría de los judíos de la época --y aún se siguen identificando hasta el día de hoy. El enemigo número uno eran los Ferencvaros, que utilizaban los colores verde y blanco. MTK tenía un séquito de burgueses a su favor mientras que los Ferencvaros contaban con el apoyo del proletariado, de los suburbios industriales de Budapest, no judíos y virulentos anti semitas.

Desde niño escuché muchas historias del clásico MTK-Fradi --rivalidad a la que mi padre asistía en su época de estudiante. Durante un choque particular entre estos dos rivales, mi padre fue apaleado por los fans de Fradi y fue denunciado como un "judío sucio". Aún podía sentir su furia veinte años más tarde, su sentido de humillación no disminuido por el tiempo.

Budapest y su mundo futbolístico --tan similar en tantos aspectos al de Viena-- se hizo realidad para mí a raíz de las historias de mi padre en los 1950's. Y luego estaba Viena --el lugar distante, el lugar al que mi padre nunca llegó a pesar de su deseo de lograrlo. Viena era hogar de los clubes de fútbol Austria y Rapid: uno violeta (para mi muy parecido al azul del MTK), decididamente urbano, de clase media y apoyado por los judíos de clase media; el otro verde, clase trabajadora, definitivamente no-judíos con un tinte de antisemitismo.

Y Austria tenía una estrella, Matthias Sindelar, sin duda uno de los mejores jugadores que el fútbol austriaco ha producido. Mi padre había visto a Sindelar jugar en Budapest, para el legendario Wunderteam, dirigido por Hugo Meisl.

El increíble talento de Sindelar encantó a mi padre, quizás más que nada por la personalidad del Papierene (El popular apodo de Sindelar), como un judío honorario. Su antipatía hacia los Nazis fue legendaria y cometió suicidio en 1939 junto a su novia italiana mitad-judía. Y a pesar de una reciente historiografía de Sindelar parece crear algunas dudas con respecto a sus sentimientos anti-nazis como motivo de su suicidio, mi padre no sabía nada de eso cuando estaba en vida y definitivamente no le hubiera importado. Nada hubiera teñido su ilimitada admiración por este increíble jugador.

Y luego estaba Hakoah Wien, el club deportivo judío que, tras haber obtenido el campeonato austriaco en 1924/25 y haber sido el primer club europeo en vencer a una escuadra inglés en su propia cancha (en este caso a West Ham United), logró un status casi-celestial a los ojos de los judíos contemporáneos de mi padre de Europa Central. Y, claro está, Hakoah tuvo un gran jugador que asumiría un rol importante en mi vida un par de años más tarde. El jugador era el legendario Bela Guttmann, un judío-húngaro, genio del fútbol y verdadero cosmopolita, sintiémndose en casa tanto en Nueva York como en Budapest, Viena y Londres, y quién conseguiría un éxito singular con Benfica de Lisboa a comienzos de los 1960's. Pero a diferencia de Austria, Hakoah ya había desaparecido, parte de un ilustre pasado, que para mi, no personalmente, no lo pude vivir.

Y luego estaba la radio, mi único vínculo con el mundo del fútbol más allá de Stinta Timisoara. A través de la voz del locutor húngaro Gyorgy Szepesi, escuché una gran cantidad de clásicos entre el "equipo dorado" de Hungría y Austria con los que me familiaricé con jugadores tales como Walter Zehmann, Robert Dienst, Ernst Happel y --por supuesto-- el diplomático ingeniero Gerhard Hannappi. Recuerdo haber estado igual de confundido de niño en Rumania, que ahora de adulto en los Estados Unidos, de que la obsesión austriaca con los títulos no se detenía en la cancha. Y era más por sus cumplimientos académicos que mi padre admiraba a Hannappi. No sólo lo veía como un eximio jugador sino como un hombre culto de clase media que de alguna manera entró en este club de proletariado con sus fans anti-semitas.

A comienzos de septiembre de 1958, mi padre y yo llegamos a Viena con dos valijas en mano. Mi madre había fallecido en mayo, y Viena iba a ser una parada de tránsito en nuestro viaje a América. Y allí estábamos, totalmente desubicados, en tierra de nadie, esperando partir hacia la "Tierra Prometida". Claro está, decidimos ir a Wiener Stadion --por primera vez en nuestra vida-- para ver al legendario Juventus Turin con jugadores de nivel mundial como Omar Sivori, y Giampiero Boniperti contra Wiener Sportclub en el torneo Copa de Campeones de Europa. Nunca habíamos oído hablar de Sportclub, pero nunca olvidaríamos como destruyeron a los italianos por 7-0.

Esa noche de otoño en Wiener Stadion, mi primer partido bajo las luces, me convertí instantáneamente en un fanático de Sportclub.

Un par de semanas más tarde, mi padre y yo cenamos con algunos judíos húngaros que habían llegado a Viena a comienzos de la Revolución de 1956 y eran "veteranos" de la cultura local de fútbol. Cuando les conté acerca de Sportclub, el hombre de la casa me informó seriamente acerca del pasado Nazi de Sportclub. De esta manera, un judío no tenía motivo alguno por que alentar un equipo semejante. Estaba devastado. Y desde ese día, me convertí y me mantengo hasta ahora, fanático de Austria y despreciador de Rapid, aunque en lo más profundo de mi corazón aún siento afecto por Sportclub, como si fuera un primer amor que uno nunca olvida y ama en secreto. Sportclub ya no forma parte de la primera división del fútbol austriaco y se mantiene entre la tercera y la cuarta división.

Claro está, siempre fui conciente de ser un judío en predio futbolístico en Viena y siempre listo para experimentar expresiones de anti-semitismo. Con la excepción de un par de momentos desagradables en terreno local del Rapid en Hütteldorf durante unos duelos acalorados con Austria, nunca experimenté algo similar a lo que mi tío tuvo que soportar a fines de 1920's y comienzos de 1930, cuando estudiaba medicina en Viena. Tampoco lo que Michael John y Matthias Marschik describen en su estupendo estudio de anti-semitismo en el escenario deportivo austriaco contemporáneo.

Pero el fútbol austriaco no es distinto al de otros países europeos y quizás hasta un poco menos racista, sexista, antisemita y violento que sus contrapartes en Italia, Alemania, Holanda, Polonia, Croacia, Hungría e Inglaterra, varios de los que experimenté por mi cuenta. Comportamiento semejante se ha vuelto la norma en el fútbol europeo, el costado oscuro del panorama supuestamente cosmopolita de Europa. Para asegurarme, frecuenté el terreno futbolístico de Viena cuando --apenas 15 años después del Holocausto-- los judíos aún disfrutaban de un tipo de era protegida en el discurso europeo, que sin duda iba a desaparecer hacia mediados de los 1980's.

Cada sábado y domingo, mi padre y yo solíamos tomar el tranvía para seguir a nuestro amado equipo de Austria a los diversos predios en Viena. En ese entonces --y hasta mediados de 1960-- el fútbol austriaco esencialmente representaba al fútbol vienés. De hecho, la ciudad decoraba el hogar del legendario "Danube Football" de los 1920's y 1930's que --en ese momento-- era el mejor dentro del continente europeo, por no decir el mejor del mundo. Los 10 clubes de fútbol de la primera división en esa época, eran de Viena.

Para cuando mi padre y yo llegamos a Viena en 1958, esto había cambiado un poco, pero aún habían ocho clubes vieneses entre los 12 clubes de la liga nacional en Austria. Pasamos muchos partidos con Austria en tierra de Wacker, Admira, Viena, Simmering, WAC, Sportclub y --claro está-- Rapid. Con la excepción de Rapid y Austria, que continúan representando a los dos clubes más importantes del fútbol austriaco, el resto de los equipos dejaron de existir o juegan en divisiones inferiores en total oscuridad. Sus canchas ya son completamente irrelevantes. Esto es triste ya que junto con Buenos Aires y Londres, no hay motrópoli en el mundo que haya tenido clubes de fútbol más importantes de primera división que Viena.

El Praterstadion --ahora llamado Ernst Happel Stadion, en honor al famoso jugador del Rapid y luego internacionalmente exitoso entreandor del Feyernoord Rotterdam, la selección nacional de Holanda y el club alemán HSV, y el estadio donde se jugarán siete partidos de la Eurocopa que ya se viene, incluyendo la final el domingo 29 de junio-- significó para mi un espacio de internacionalismo, al menos en el campo de juego, sino entre sus espectadores. Aún ahí quedé enfrentado a una yuxtaposición fascinante --inclusive una contradicción-- en el deporte, donde el mundo del fútbol y los jugadores era más abierto, internacional y cosmopolita que el mundo de los fans, que enfatizaba lo tribal, local y atávico, como lo hace hasta el día de hoy.

Aquí sólo voy a mencionar un par de instancias. Recuerdo asistir a un partido entre equipos nacionales de Austria e Italia en los 1960's en donde los ojos de mi padre y los míos presenciaron el talento de un joven jugador italiano llamado Gianni Rivera. Aún un adolescente en ese entonces, el fútbol genial de Rivera era visible para cualquiera que quisiera tomar nota.

Como ávido coleccionista de autógrafos, yo también admiraba al gran Didí y recuerdo haber esperado en línea por los jugadores de Botafogo, equipo de Rio de Janeiro donde aparecía junto a jugadores como el magistral Garrincha, el único jugador con mayor genialidad de improvisación y mejor presencia George Best de mi amada Manchester United. De hecho, aún tengo mi autógrafo de Didí --que por alguna razón, aparece en la pagina de enfrente al de la cantante de Opera Hilde Gueden. Botafogo jugó un amistoso contra el equipo nacional austriaco en 1959 que resultó en un empate de 2-2. El mismo año, por primera vez en mi vida tuve el inmenso placer y privilegio de ver jugar medio tiempo al genial y único Pele, en un amistoso con su club FC Santos ante el campeón austriaco del momento Sportclub; y al igual que Sportclub venció a Juventud unos meses atrás, también venció a Santos por 3-0. También vi al club brasileño Bangu FC con el estupendo lateral de la Selecao Nilton Santos y al mediocampista Ademir.

Luego hubo dos partidos inolvidables en el Praterstadion: El primero fue en mayo de 1961 entre Rapid y el campeón portugués Benfica de Lisboa, liderado por Bela-Guttmann, en el partido de vuelta de las semifinales del Campeonato de Europa. Benfica había vencido al Rapid por 3-0 en casa en el Esadio da Luz y era el favorito para avanzar. Pero Rapid --apoyado por sus fanáticos-- utilizó su mejor arma, la condición de local con su Hombre Nº12 (los fanáticos), y anotó un empate en los últimos 15 minutos. La tribuna explotó de emoción y cuando el árbitro cobró un penal a favor de Benfica en una jugada controversial, el lugar estalló y el partido terminó antes del tiempo regular. Recuerdo haber alentado a Benfica contra Rapid y fui probablemente el único que salió con júbilo del estadio.

Por último recuerdo haber asistido a la final del primer Campeonato Europeo de Clubes que se llevó a cabo en Austria el 27 de mayo de 1964 entre Inter Milan, liderado por el mano dura Helenio Herrera, poseedor de la dudosa distinción de haber inventado el eficiente, pero no tan atractivo estilo defensivo candado (catenaccio) y un Real Madrid en decadencia, pero aún poderoso, con jugadores gloriosos como Alfredo di Stefano, Francisco Gento y aquel viejo comandante del armada húngara, Ferenc Öcsi Puskas. . Real Madrid ya era dueño de cinco campeonatos europeos y estaba disputando su séptimo título habiendo perdido el sexto contra Benfica (en manos de Guttmann) en 1962.

Con la ayuda de dos fabulosos goles de Sandro Mazzolla, el "Nerazzurri" de Milan ganó el partido facilmente con un claro 3-1, y asi, siguió en los pasos de su odiado rival y vecino AC Milan --los Rosoneros-- que liderados por Gianni Rivera, había who, led by Gianni Rivera, había ganado el campeonato un año antes al vencer a Benfica en la final.

Un episodio importante en la historia deportiva de posguerra de Viena, este partido también fue el primer --y único-- al que no fui con mi padre. Fui con Daphne Scheer, el primer romance serio de mi vida. Tras haberla llevado a Forum Kino en Stadiongasse para ver "Lawrence de Arabia", esperana que llevarla a este partido demostraría lo profundo de mi afecto --lo que creo que ella apreció, a pesar de que parecía no entender los momentos más importantes del partido. Al tiempo de haber terminado nuestra relación amorosa, permanecimos amigos hasta que murió a los 50 años de edad.

Fue en la primavera de 1967 que fui por última vez a un partido de fútbol en Viena. Tras mi partida permanente en el verano de 1967, nunca regresé a partidos en mis escapadas de América. Quizás a causa de la asociación a mi padre y a los recuerdos de grandes tardes de fútbol, seguidas por incesantes análisis post-partido, que me proveyeron una cercanía emocional y serenidad que nunca podría encontrar con mi padre ni con nadie otra vez.

En memoria de mi padre, Ludwig Markovits y Daphne Scheer, una amiga que siempre echaré de menos.