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Europa no es sólo para los futbolistas exquisitos

LOS ÁNGELES -- La exigencia es la misma. La adversidad es la misma. El escenario es el mismo. Sólo cambia la dimensión de la tarea. ¿Por qué unos sí y por qué tantos no?

El futbol mexicano ha exportado a Europa jugadores de todo tipo. Unos más talentosos, otros más habilidosos. Unos habilidosos y talentosos. Otros ni habilidosos ni talentosos.

No hay, sin embargo, un parámetro puntual para saber cuál de ellos tendrá éxito. La vacuna contra el fracaso existe, pero sólo en los genes recónditos del personaje.

Hubo quienes viajaron en alfombra roja y regresaron a oscuras. Hubo otros que viajaron a oscuras y regresaron en alfombra roja.

Hubo algunos más que viajaron en alfombra roja y regresaron con alfombra roja. Hubo otros más que viajaron a oscuras y regresaron a oscuras.

¿Resiliencia, tal vez? Esa habilidad para entender que la mano más poderosa para auxiliarte en medio de la crisis, es la que está al final de tu propio brazo.

¿Por qué triunfaron los que triunfaron? ¿Por qué permanecieron sólo algunos? Pueden enumerarse tal vez cinco de los fundamentos que marcaron la diferencia.

1.- ACTITUD…

Hugo Sánchez es el epítome de ese arsenal. Viajó con reflectores al Atlético de Madrid. Había desafiado –siendo un mocoso--, a Cabinho en Pumas y desplazado a Cándido.

Lejos de encontrar reverencias, encontró vituperios. “Indio, indio”, bramaba el Vicente Calderón. Hugo revirtió el acoso. Al tiempo, le puso un penacho multicolor de sumisión a la tribuna Colchonera y a la del Real Madrid. El emperador Pentapichichi.

Rafa Márquez viajó con un almanaque. “No sabía ni dónde quedaba Mónaco”, reconoce y tal vez dudaba entonces sobre la ubicación de Barcelona. Nació en Zamora y el bellísimo Lago de Camécuaro le parecía un océano.

Fue de aventura al futbol de Francia, desde la modestia de El Paradero del Atlas, y terminó de contramaestre en la armada catalana.

Hugo creció con todo en contra, venciendo a los molinos; Rafa, aprendió a construir sus propios molinos. Ambos reflejan perseverancia. Uno nunca se permitió ser débil; el otro, siempre trató de ser más fuerte.

2.- MIMETISMO…

Javier Aguirre se describe así: “Fui un futbolista de medio pelo. Ni el más rápido, ni el más hábil, ni el más talentoso…”.

El mejor presidente en la historia del América, Panchito Hernández, le confió alguna vez a este reportero: “Desde que lo vimos (a Javier Aguirre), nos agradó. Tenía todo para centro delantero, pero no tenía nada de goleador. Pero esa personalidad y sabía leer el juego y a sus rivales desde siempre”.

Cierto. Tenía un poco de todas las posiciones en la cancha, pero era un instigador genuino que incomodaba al adversario y hacía sentir confortable al compañero. “Era una ladilla, insoportable, pero con él cruzas a ciegas cualquier puerta”, lo describía Miguel Mejía Barón.

Así llegó al Osasuna. Una fractura lo remite de regreso a México. La oferta llega de Chivas. Es campeón con Pachuca, rescata al Tri de la plancha de autopsia y lo lleva al Mundial 2002, donde comete ante EEUU un error que, asegura, “aún le provoca pesadillas”.

Pero siempre supo su lugar. Y rabió por él. Tanto que experimenta en Osasuna como entrenador, le da una presencia inusitada, y es quien vuelve a engalanar al Atlético de Madrid con atuendos europeos, incluso de Champions.

Mimetismo. Inteligente, culto, intelectual, ladino, astuto, cachondo, como él mismo se llama, aprendió a imponerse entre mexicanos, españoles, navarros –a ellos les gusta esa diferenciación--, japoneses, árabes y egipcios.

Ningún entrenador mexicano se ha atrevido a tanto. Esa consciente inconsciencia por la aventura. “Cuando firmé para dirigir al Osasuna, me pagaban diez veces menos que lo que me ofrecían por seguir con la Selección Mexicana”.

3.- COMPROMISO…

El futbolista se enriquece de su entorno, del beneficio, de ese placer individual de generar placer colectivo.

Andrés Guardado es un ejemplo de ello. Llevó a cuestas su propia tribu. Como si el peso de tantos le aligerara la carga.

Su discurso no cambió. En plena Copa América de Venezuela, justo cuando México abordaba el autobús al estadio Maturín, para enfrentar a Ecuador, llega el comunicado: su destino le rentaba una suite a la incertidumbre con el Deportivo La Coruña.

“Por mi familia, por la gente del Atlas, por la Selección, por México, quiero triunfar allá”. Parecía un discurso ajado y desgastado de bolsillo. Pero, era genuino en Andrés.

Súbitamente cuando se extravió de su entorno, Guardado empezó a perder protagonismo. Situaciones familiares, personales, le quitaron de encima el peso que lo estimulaba.

La pasó mal con Valencia. El Leverkusen lo echó por la puerta de atrás. No tenía futuro. Parecía muy lejano el Mundial de Brasil. Pero Miguel Herrera lo convierte en su cruzada personal. Un gran torneo en Brasil 2014 y llega el segundo aire.

Y de nuevo se aglutinan sus valores. En el PSV hace historia. La afición aún sonríe al recordarlo, y en el Betis marca diferencia generosa en una barcaza que hace pensar más en el naufragio que llegar a buen puerto.

4.- TOZUDEZ…

Puede confundirse con necedad, con obstinación, testarudez. Y suele ser una bendición. Jugadores ha habido que no encajan en el modelo europeo, sin embargo…

Futbolistas modestos, unos más que otros, pero con un poderoso sentido de responsabilidad, de deber y de desarrollar su profesión entre la terquedad y la disciplina.

Fueron campeones. Piezas inobjetablemente fundamentales en diferentes ligas. Pável Pardo, Ricardo Osorio, Carlos Salcido y El Maza Rodríguez.

Hasta en casos sorprendentes como el defensa de Chivas, elevaron su nivel de juego, aprendieron fórmulas distintas, se adaptaron a las circunstancias, desafiaron el cambio idiomático, y pueden sentirse orgullosos de su pasaje europeo.

Impenetrables, inmunes, resistentes a cualquier factor externo, dejaron su sello en diversas competencias. Y eligieron regresar a México cuando entendieron que era el momento de hacerlo.

Pero, permanecieron mientras quisieron. No hubo ataques de nostalgia, ni bajas de juego, ni quejas, ni escándalos, sino elogios por su conducta gremial y profesional. Una muestra de que ir y permanecer en Europa, no es privilegio de los exquisitos.

5.- PASIÓN…

Esas, la vehemencia, la devoción, la pasión, suelen provocar grandes incendios. Y después extinguirse.

Javier Hernández había decidido retirarse del futbol. La banca en Chivas le incomodaba. Y él no encontraba la salida de ese mundo apocado de pocas oportunidades. Algún exorcismo debieron hacerle Efraín Flores y José Luis Real.

Le devolvieron la pasión. La fe. A medio torneo, ya con el visado al Mundial de Sudáfrica, duerme en el aeropuerto de Guadalajara y despierta en el de Manchester. Sir Alex Ferguson había exigido una exótica contratación para el club más flemático de Inglaterra.

Ferguson diría después de Chicharito, respecto a lo chaplinesco, extravagante e insólito de sus goles y de su éxito ante la red rival, desde su debut. “Es esa pasión que tiene por jugar futbol, por querer ganar, por hacer goles, por estar en la cancha. Es la misma de cada entrenamiento”.

Y dicho por los mismos ex entrenadores Flores y Real: a Chicharito hay que encenderle las turbinas y después dejarlo que despegue. Ya él se encarga del resto de la travesía.

Pero, a excepción de Carlo Ancelotti, sus entrenadores subsiguientes le apagaron el piloto de ese boiler interno. Y cuando Javier Hernández no juega, se escapa el gas que no hace combustión y apesta su entorno.

Pasión. El detonante que lo resucitó en Chivas, lo hizo una estrella de rock en la Premier, y que ahora, apagada, lo hace deambular hasta en la MLS. Un caso pues, del que llegó a Europa pisando la alfombra roja, y regresó a oscuras.

Parece una epidemia generacional si se permite englobarlos, aunque con rutas diferentes, con los casos de Giovani dos Santos y Carlos Vela.

Puede apreciarse cómo no se exaltan las virtudes futbolísticas de los protagonistas, sino los valores ocultos de los mencionados.

Carlos Vela es, futbolísticamente, el mejor dotado de todos, y sólo puede enaltecerse un año esplendoroso con la Real Sociedad, luego de siete años de vagabundear en Europa.

Una frase de Néstor de la Torre, como director de Selecciones Nacionales, durante el Mundial de Sudáfrica. “Es un maravilloso jugador, pero ya nos cansamos de seguir esperando a Carlitos (Vela)”.

Actitud. Compromiso. Mimetismo. Tozudez y disciplina. Pasión. No son valores futbolísticos, sino joyas del ser humano. Los primeros, son fundamentales en la cancha, pero, los segundos, son determinantes en la vida.