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Cuando urge el líder, que escandaloso es el silencio

LOS ÁNGELES - Líder. La palabra asusta. Inhibe. Cohíbe. Se pide un líder en el futbol mexicano. Y entonces, de los fanfarrones sólo asoma el vestigio de su sombra.

Un líder. Todos lo reclaman y nadie se proclama. “Ese es el gran problema de nosotros los mexicanos”, confiesa Jorge Dávalos, director deportivo de Leones Negros.

Desaparecer la Liga de Ascenso ha desatado un tsunami de inconformidades. Todas inútiles. Voces, todas, desde ese limbo inocuo, inofensivo, de las redes sociales. Muchos reclaman, pero ninguno se proclama.

Vociferar desde esos balcones virtuales, hechos de barro impuro, equivale, para los humanos, al ninguneo de “perro que ladra no muerde”.

Tal vez el Premio Nobel, Octavio Paz, lo advirtió desde siempre: “Para el mexicano la vida es una posibilidad de chingar o de ser chingado”.

Algunos futbolistas han reclamado la desaparición del ascenso. Son voces de ultratumba. Se inconforman desde la comodidad de su casa, mientras casi 300 familias han sido puestas en zona de indigencia. ¿Alguien puede unir esas voces? ¿Alguien puede ponerles rostros a esos coros? Levantarse en armas desde los teclados de redes sociales es un acto de deserción.

Le preguntan a Hugo Sánchez si aceptaría ser el caudillo del movimiento. “Ahorita no, joven, estoy ocupado”.

Y la Asociación de Futbolistas le reclama a Hugo que nunca ha sido solidario: “Una tristeza que nos digas que no tienes tiempo para apoyar a los futbolistas, desde los años 80, hoy te seguimos esperando...”.

La Asociación misma ha sido tibia. Se manifiesta a balbuceos, como abnegada víctima de violencia doméstica. Los lengüetazos de lástima en las heridas propias, sólo ahondan las heridas.

No es culpa de ellos. Álvaro Ortiz e Ismael Valadez tienen un título, pero no tienen currículo. Nadie se opera con enfermeros, por muy buenos enfermeros que sean. Pero, pasa, que sus médicos no se atreven a vestirse de cirujanos.

Tipos hay en el futbol mexicano. Más allá de esa aseveración de Octavio Paz (“Para el mexicano la vida es una posibilidad de chingar o de ser chingado”), hay personajes que ya no visten de corto, y podrían vestirse de gala.

No hay duda que un movimiento encabezado por Javier Aguirre, Miguel Mejía Barón, Manolo Lapuente, Roberto Gómez Junco, tendría impacto en el jugador, en los dueños de equipos en rebeldía, entre el mismo aficionado, y de manera generalizada en la opinión pública.

Todos ellos, y otros más, tipos más allá del bien y del mal, que han enjaretado en sus homilías, en sus prédicas, ese amor y ese agradecimiento hacia el futbol y hacia México, deben asumir que es un momento oportuno para dinamizar el escenario estancado actualmente.

Es lamentable el silencio de Rafa Márquez. Al final, urdió y ungió a la AMFproMX, pero después dejó el overol y volvió a las sedas, en su infructuoso paso por Atlas. Pero, es entendible el recelo, tras el abandono que sufrió del medio, luego del problema con el Departamento del Tesoro de EEUU.

Porque, insisto, son ese tipo de personas, con el apoyo que ya ha ofrecido Carlos Slim al valiente que se atreva, el que puede no sólo echar por tierra el asesinato (que no eutanasia) del ascenso, sino marcar y enmarcar un punto histórico de partida.

Porque son ellos, los mencionados, quienes pueden orientar el cambio, en especial, porque habida cuenta que los Márquez, los Hugo, los Chicharitos, los Oribes, los Cuauhtémocs, etcétera, corroboran que son ejemplares de jaula y no de horizontes.

¿No quieren Aguirre, Mejía Barón, Lapuente, Gómez Junco, etcétera? ¿O no pueden? Porque, sin duda, deben. Será que tienen cicatrices de esas que menciona Octavio Paz (“Para el mexicano la vida es una posibilidad de chingar o de ser chingado”). Tal vez.

A ellos, o a todos, les dejo una reflexión del mismo Octavio Paz, para que cualquier día, al mirarse al espejo, no se sorprendan de encontrar el vacío: “Alguna vez, frente a frente yo mismo, se deshizo mi rostro frente al espejo: ¿era mi propio rostro, ese helado reflejo de la nada?”.

Hoy, esa quietud, esa parsimonia, ese anquilosamiento, ese entumecimiento del ex futbolista mexicano, ¿es el helado reflejo de su nada?