VIENA -- Anoche visité el Estadio Ernst-Happel de Viena por cuarta vez en este torneo para ver el partido entre Croacia y Turquía, dos países cuyas poblaciones definitivamente no tienen la mejor de las relaciones, y cuyos seleccionados estaban desesperados por ganar el partido.
Había más de 200 mil aficionados croatas en la ciudad de Viena, y -- contando los habitantes turcos de la ciudad, especialmente en el distrito No. 16 -- seguramente había igual cantidad de aficionados de Turquía.
Dentro del estadio la proporción entre croatas y turcos rondaba un 3 a 1.
Los subtes estaban repletos de croatas y turcos, y hubo incontables ocasiones en las que las cosas podrían haberse puesto feas entre los dos grupos de fanáticos. Pero todo salió bien por dos razones:
1. La presencia de muchas mujeres -- tal vez el 40 por ciento del público era femenino.
2. El ambiente completamente internacional en todos los aspectos de la vida en la ciudad, más allá del estadio y el fútbol.
Estas cosas no suceden en cualquier partido, ni siquiera en partidos entre clubes internacionales o entre seleccionados nacionales, y por eso el nivel de agresión suele ser mayor.
En presencia de novias, esposas, hermanas, madres y tías, los hombres no se comportan tan mal como cuando están solos.
Pude ver un ejemplo concreto: Después del partido, cuando los exultantes jugadores turcos dieron la vuelta al campo de juego y llegaron a la esquina en la que yo estaba sentado para saludar a sus seguidores, dos croatas quienes estaban sentados junto a mí abuchearon a los jugadores turcos haciendo gestos obscenos conocidos en todos los idiomas.
Estos hombres estaban furiosos, decepcionados, bastante agresivos... y justo al lado de los aficionados turcos. Pero, de la nada, sus mujeres, novias o hermanas --en síntesis, las mujeres-- sujetaron a sus hombres de los brazos y las manos hasta que se calmaron. ¡Y eso fue todo!
Estoy seguro de que anoche sucedieron cosas similares en todo el estadio, y también a lo largo y a lo ancho de la ciudad de Viena, en todos los lugares públicos en los que se transmitió el partido.
Y en lo que respecta a la globalización o internacionalización: todo se anuncia en inglés, en alemán y también en los idiomas de los equipos participantes -- y siempre por hablantes nativos.
De modo que anoche, todo sucedió en turco y croata, incluso bien lejos del estadio. Mi esposa estaba en un autobús en otra parte de Viena muy lejos de la cancha, y en los anuncios públicos -- al igual que en todos los subtes y tranvías -- se actualizaba constantemente el resultado parcial del juego en turco y en croata.
Nunca creí que llegaría a ver el día en que las lenguas de dos pueblos que los Vieneses detestan tanto invadieran el espacio público de una ciudad de semejante prominencia y vigor. Será el efecto de la globalización de fútbol. Fue un momento muy instructivo para mí.
Respecto del partido, qué puedo decir: Turquía sin duda es la Cenicienta de este torneo. Se levantó para derrotar a Suiza, la República Checa y Croacia. En los últimos dos partidos, los turcos estaban casi muertos. Pero salieron del borde de la tumba. ¡Increíble!
Pero la medianoche de la Cenicienta tomará la forma de Alemania el próximo miércoles. Será el final del camino para los turcos. Los alemanes ganarán ese partido.
Quiero alertar a los lectores y recordarles algo que escribí en una de mis entregas anteriores pero que en la traducción al español no apareció con el término exacto. Me disgustó bastante la alegría y el regocijo por la eliminación de Grecia. Los alemanes tienen un gran término para esa clase de gozo y esa es la palabra que quería rescatar: se llama "Schadenfreude", la alegría por el dolor de otro.
Muchos expertos y periodistas parecían estar encantados de tener la oportunidad de exponer a los griegos como un fraude o tacharlos de impostores, como si hubieran ganado el campeonato del 2004 en Portugal de forma sucia.
Nadie parece haberle dado a este forastero la legitimación de ser un verdadero campeón meritorio. Especialmente los comentaristas de los grandes equipos como Alemania, Italia y Holanda. Estaban encantados de haberse librado de estos impostores, a quienes veían como intrusos indignos dentro del círculo interno de la aristocracia del fútbol.
Hasta la próxima.