LOS ÁNGELES -- El futbol regresa en México. Mediados de junio, según urgen albaceas codiciosos de los clubes de la Liga MX. El músculo financiero se atrofia por la pandemia.
Surge una voz de alerta. El futbolista será carne de cañón en la autopsia precipitada del Clausura 2020. Los ampulosos de cuello blanco testificarán desde las alturas, donde si algo puede salpicar sólo debe y puede ser el whisky etiqueta azul.
Guillermo Ochoa lo infiltra entre sus declaraciones. Y lo imagino en el epicentro del circo totonaca, como pieza de sacrificio, en modo romano: “¡Ave, César, morituri te salutant (Ave, César, los que van a morir te saludan)!”, como parte de las naumaquias del emperador eterno.
“No se vale que nos expongan solamente por regresar a jugar futbol”, arrojó la piedra este insolente y casi iluso David moderno, contra la frente del Goliath de la Industria del Futbol, que además, es quien firma su depósito bancario mensual.
Ochoa no miente. El jugador tiene miedo. Miedo al regreso. Del regreso a su hábitat. A su campo de batalla. A su oficio de jornalero lúdico.
Y tiene miedo porque es hombre, porque es padre, porque es hijo, porque es hermano, porque es esposo. Porque hasta en los animales prevalece el instinto de supervivencia. Hasta pervivir es un acto de gloria ante la muerte.
Sí, el futbolista tiene miedo. Sí, y no sólo el que juega en México, sino en el mundo. COVID-19, nombre de la casi invisible bestia apocalíptica, le aterroriza más al jugador que la alquimia homicida y antropófaga de Sergio Ramos, Pepe, Luis Suárez, De Jong, Materazzi, Goikoetxea, Van Bommel, Scarone y Vinnie Jones, fundida y clonada en el paquidérmico cuerpo de un troglodita de la UFC.
Si en Europa, en un continente donde la dimensión de la tragedia no se oculta, a pesar de que el registro de contagiados y fallecidos repiqueteaba como máquina tragamonedas de Las Vegas, si ahí, el jugador, trémulamente, cuenta las horas para el regreso, imagínese Usted, imagínese entonces, en México, donde hay una pandemia de “neumonía atípica”, y un país en el que mueren más personas atropelladas por un caballo de carrusel de feria, que por COVID-19.
Interpela bien Guillermo Ochoa. No lo dice, pero lo masculla entre líneas ese temor, el de ser carne de cañón en el retorno voraz del inclausurable Clausura 2020. (“¡Ave, César, morituri te salutant!”).
El portero americanista pone su vida y la de sus congéneres futboleros en esas manos con garras despiadadas, esas, las de la Federación Mexicana de Futbol y del gobierno de México. Hay un respingo en la imputación de Ochoa, entre rebelde, abnegada y resignada.
“No importa qué hagas o a qué te dediques, todo es salud. La Federación no lo va a dejar pasar junto con el gobierno, y por supuesto que van a cuidar a los jugadores. Espero que lo hagan porque es importante, y si no lo hacen habrá un llamado de nosotros para que lo hagan”, dijo.
“La Federación junto con el gobierno deben de tener los cuidados adecuados, nos deben realizar las pruebas necesarias antes de cada concentración, y cada semana como se hace en España o Alemania, porque estamos expuestos, y no se vale que nos expongan solamente por regresar a jugar futbol”, puntualizó.
Once, como el número de jugadores, fueron las palabras lapidarias de Ochoa: “No se vale que nos expongan solamente por regresar a jugar”, que equivale, en una traducción real, legítima, incontrovertible a: “No se vale que nos expongan solamente para que ellos (los clubes) puedan volver a ganar dinero”.
“Que nadie escupa sangre pa’ que otro viva mejor”, se plegaría con su plegaria Atahualpa Yupanqui al reclamo de Guillermo Ochoa.
En tiempos en los que lavarse las manos 20 segundos, recurrentemente, es un acto de supervivencia, los directivos lo hacen con mayor cobardía que quien inmortalizó la higiénica escena de la pusilanimidad, el mismo Poncio Pilatos.
Porque los directivos lo culpan a Usted, sí, lector, a Usted. Porque aseveran que para Usted el futbol es más importante que encontrar trabajo, que pagar el techo que lo refugia, que llevar comida a la mesa, que mantener saludable a su familia.
Sí, según los dirigentes, Usted, aficionado, es cómplice. O de hecho, ellos victimizan al futbolista para salvarlo a Usted. ¡Bésele, sí Usted, malagradecido, la mano al benefactor... y la frente a la carne de cañón!
Dante Panzieri, uno de los periodistas más polémicos de Argentina, si no el que más, sostenía hace 40 años que: “Al futbol lo prostituye mucho más el que lo mira, que aquel que lo práctica. El que pide el resultado mucho más que el encargado de producirlo. Los de afuera mucho más que los que están adentro".
Hoy, Guillermo Ochoa, lo dice a su manera, sin decirlo: “No se vale que nos expongan solamente para que ellos (los clubes) puedan volver a ganar dinero”.