<
>

Olimpia fue el origen

BUENOS AIRES -- Los anuncios del aumentos en los premios a los ganadores de medallas por parte de varios países y el retiro del equipo de pesas de Bulgaria de los Juegos Olímpicos de Beijing, me hizo recordar un hecho muy comentado sucedido durante los Juegos de Atenas 2004.

Fue una nota publicada por ABC de España el 19 de agosto de ese año, tras la sanción a dos griegos por la comisión antidoping, con el título "Dopaje en aquella Olimpia", firmado por Begoña Castiella y que ponía el claro que en los Juegos de la Antigüedad sucedían hechos similares a los que ahora convulsionan a los Juegos Modernos. Y no se hablaba sólo de doping sino de ambiciones propias de cada época.

Guarde una copia de ese interesante artículo, demostrativo que los males de los Juegos Olímpicos de la antigüedad y considero conveniente reproducirlo en esta oportunidad, tal cual fue redactada:

"Los Juegos Olímpicos de la antigüedad nos parecen ahora unos juegos limpios, que conocemos gracias a los textos de Pausanias y de otros clásicos, gracias a objetos de gran belleza en los mejores museos del mundo y a las inscripciones encontradas en templos, lápidas y otros restos arqueológicos.

Un homenaje a muchas virtudes: la de la competición justa, el valor, la lucha por la perfección física acompañada de valores espirituales. Pero los juegos reflejaban una realidad histórica: la defensa del enemigo necesitaba en la antigüedad hombres sanos y fuertes, capaces de luchar cuerpo a cuerpo, de correr largas distancias, de montar a caballo con lanzas y armas pesadas, de llevar con habilidad un carro guerrero.

Aunque los juegos se celebraban en honor a los dioses, estando sus inicios relacionados con celebraciones religiosas y funerarias, la realidad podía ser muy cruda y diferente y se veía reflejada en los reglamentos.

En Olimpia, por hablar del lugar dónde se encuentran mejor documentados los juegos desde el año 776 a.C. hasta el 384 d.C., lo primero que hacían los atletas cada cuatro años en el verano era, una vez inscriptos, concentrarse durante un mes para entrenarse en un lugar especial, en general en la pequeña ciudad de Elis (Olimpia nunca fue una ciudad en sí, sólo un importante santuario).

Durante ese tiempo, los organizadores reunían informaciones sobre cada atleta, ya que para competir se necesitaba ser varón, libre y griego. Ello suponía no tener 'antecedentes penales' y, además de ser griego, no ser esclavo ni hijo de esclavos.

La concentración de treinta días hacía también posible el control antidopaje de la época: durante esos días eran examinados por los médicos y entrenadores de la organización, para evitar que los atletas estuvieran bajo el efecto de distintas sustancias ya entonces conocidas para mejorar la resistencia física o paliar el dolor.

Durante el juramento olímpico, los atletas también reflejaban el no haber tomado sustancias prohibidas.

Pero las ventajas de ganar en los juegos eran tales que la ambición crecía a pasos gigantes. El ganador no sólo tenía derecho a una corona de hojas de olivo salvaje y a que su nombre figurara en el altar del templo. Tenía además su estatua en dicho templo, pagada por su ciudad. Y cuando regresaba a ella gozaba del reconocimiento casi de héroe y privilegios por vida. Entre ellos, ser alimentado por la ciudad hasta su muerte, asistir en un asiento de honor y gratuitamente a las ceremonias y representaciones teatrales, y no pagar una serie de impuestos. Y en otros juegos, celebrados por ejemplo en Atenas, había importantes premios en dinero... Pero si perdía, el atleta no tenía, entonces, ni un privilegio.

Muchas veces, además, las luchas eran tan duras que se podía perder la vida o quedarse maltrecho por la lucha o por caer enfermo debido al calor.

Prueba de que se intentaban o hacían trampas son los severos castigos -expulsiones y fuertes multas- que se aplicaban por violar el reglamento y por intentar o conseguir 'comprar' a un atleta o a un juez de competición.

Hacer trampas era un insulto a los dioses. La multa se destinaba en parte al templo para la realización de esculturas y el resto al rival del atleta castigado si era el caso. Parte de estas informaciones se tienen gracias a las sátiras en distintas comedias que se estrenaban durante los juegos.

Los patrocinadores empezaron a 'actuar' cuando los beneficios de los vencedores eran ya enormes y con su ayuda podían conseguir ventajas políticas o sociales. Solían interesarse sobre todo por las carreras a caballo o por las de carros, de gran violencia, que gustaban mucho al público.

Aunque los juegos estuvieron prohibidos a las mujeres como deportistas y hasta como espectadoras, si podían ser patrocinadoras con caballos o carros de su propiedad, gracias a la fortuna de sus padres o maridos. La más conocida 'campeona olímpica' en hípica -al ser propietaria de los caballos- fue Kiniska, hija del Rey de Esparta, Arquidamos."

Hoy, la lucha contra el dopaje se ha endurecido y los patrocinadores continúan siendo una norma.

Nada nuevo bajo el puente.

Olimpia fue el origen.