En tan solo cinco años, ha hecho lo que pocos se atreven a hacer. Y más allá de sus goles, de sus primorosas actuaciones, de los trofeos que con su protagonismo provocó, está su condición humana, esa que entendió perfectamente cómo debía integrarse al futbol mexicano. El francés vio lo que otros no alcanzaban a ver: un equipo de futbol ganador, pero con una afición única, distinta, totalmente apasionada, en medio de una ciudad llena de suspiros y completamente polarizada en temas futbolísticos. Él sabía dónde estaba y qué necesitaba hacer. Y lo hizo, desde la cancha, en la tribuna y hasta la calle. Se ha convertido en un modelo de lo que buscan todos los equipos del futbol mexicano: un futbolista integral, un André Pierre Gignac...
SAN DIEGO, California.- Alguna vez lo intentó negar el propio Miguel Herrera: "No, no estamos a buscando a 'nuestro Gignac'". La realidad es que todos, incluyendo al América, siguiendo por Rayados, Cruz Azul y Pumas, cualquier club del futbol mexicano está buscando a un futbolista que no sólo presente las condiciones futbolísticas del francés, sino que entienda lo qué el juego significa como lo hace él.
Hace 5 años aterrizó en el Aeropuerto Mariano Escobedo. Desde que se abrieron las puertas electrónicas que dan a la sala de bienvenida, su andar y su sonrisa delataban que sabía perfectamente a dónde venía y qué tenía que hacer. Cinco años después, Gignac se introdujo en la historia misma de Tigres y algo todavía más importante, se encajó en el corazón mismo de sus aficionados.
Es inteligente, porque entendió que más allá de que en Marsella o en Francia afirmaban que iba a un futbol exótico a hacerse millonario en la parte final de su trayectoria, él comprendió que había algo más y fue por ello. Gignac comprendió qué podía establecer en la cancha, con sus facultades y sobre todo con su compromiso, una diferencia palpable. Lo hizo, lo ha hecho en tiempo récord. Ha caminado entre Tigres, como una gran "ilusionista", ha dejado en cifras, en actuaciones y sobre todo en títulos, una estampa legendaria de su paso. Mezcló su nombre con el de Tomás Boy, Barbadillo, Batocletti,, Miloc, Mantegazza, Orduña y nos hizo creer que era el mejor de todos. No solo eso, involucró su imagen con la de Carlos Reinoso, Miguel Marín, José Cardozo y Cabinho, extranjeros que llegaron al futbol mexicano y que dejaron en él un legado y un sentimiento diferente al de un simple gran jugador del futbol.
Cinco años, apenas eso, le bastaron a Gignac para entender que a las faldas del Cerro de La Silla se esconde la mayor pasión y polarización futbolística de México. Entendió quién era "el cliente", pero al aficionado lo trató como si fuese un "hermano" de su mismo tipo de sangre. No había ni pasaporte francés ni mexicano, había una línea sanguínea y él exigió una transfusión de "sangre tigre". Intuyó, también, quiénes estaban enfrente, quiénes eran los rivales y qué generaba ese antagonismo permanente de un lado al otro de la ciudad.
Hemos visto llegar e irse a muchos jugadores. Algunos de ellos, llegan, juegan o medio juegan, cobran y se van. Otros más, dejan algo de su legado a su paso por estas tierras. Y unos pocos, como Gignac, llegan para quedarse y para adentrarse en la historia y en la cultura misma de que rodean al juego.
Habrá un antes y un después de Gignac en Tigres. Y sí, es el modelo ideal de cualquier club, de cualquier futbolista, de cualquier afición. Un futbolista comprometido, que hoy levanta los brazos tras un gol, mañana muestra orgulloso el trofeo de Campeón y que pasado mañana esta en un hospital, a los pies de la cama de un niño enfermo que suplicaba su presencia.