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Goleada de México que indulta al tridente y a la trinchera

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México se impuso a Corea con frenética remontada en el complemento (1:26)

Los tantos de Raúl Jiménez, Uriel Antuna y Carlos Salcedo dieron el triunfo al equipo de Gerardo Martino. (1:26)

LOS ÁNGELES -- El marcador tiene una historia de ciencia ficción: México 3-2 Corea del Sur. El trámite en la cancha tiene otra historia, una maquillada por la escandalosa pizarra, pero que merece más atención.

El tan manoseado 'Tridente Europeo' quedó en deuda. Y la trinchera sigue siendo la gran duda. El marcador ostentoso confirma que la mayor oscuridad está debajo de la ostentación luminosa del marcador.

Entiéndase, México enfrentó dos diferentes selecciones de Corea del Sur, y ambas representaciones, lejos de la versión original.

Desvelada. Estresada. Desmantelada. Diezmada. Ésa fue la versión de los asiáticos, especialmente por el agobio de casi 24 horas por el brote de COVID-19 en el seno de su delegación, y la desazón por los exámenes exprés.

Cierto, México no tiene la culpa. Y así como en el primer tiempo erraron Tecatito Corona, Hirving Lozano y Raúl Jiménez, y el arquero Gu Sung-yun hizo un par de proezas, para el complemento, el Tri estalló ante un sonámbulo rival, con el mismo Lobo Jiménez, el redimido Uriel Antuna y el inestable Carlos Salcedo.

La atrofia de México es en el fondo. No es nuevo. Ya se ha insistido en ello. Y no hay para más. Rafa Márquez ya está embalsamado de su gloria en el museo. En su área, México vive entre el error y el terror.

Gerardo Martino necesita que los ya longevos Guillermo Ochoa, Alfredo Talavera y Jesús Corona den tragos a la Fuente de la Eterna Juventud, porque ni Hugo González, ni Rodolfo Cota, ni Jonathan Orozco pueden relevarlos.

Y esa trinchera del error y del terror está poblada por zagueros bobalicones, atrabancados, distraídos y lentos. Son de esas maderitas que nunca agarrarán el barniz: ni Chaca Rodríguez, ni Carlos Salcedo. A Héctor Moreno se le apolillaron las reumas, y Jesús Gallardo es el único que está a salvo.

El primer gol coreano es una autopsia implacable. Corea embiste, Edson Álvarez cierra tarde, Carlos Salcedo se regala torpemente, el resto persigue al fugado (Son Heung-min), y Gallardo guarda la sana distancia, por si acaso, del rematador Hwang Ui-yo, cuyo remate pide cobijo en Hugo González, quien se lanza mal, se confunde al atacar la pelota y se traga el 1-0.

Sí, su memoria no lo traiciona. Pasajes semejantes ocurrieron ante Los Países Bajos y Argelia. La trinchera de México, hoy, es una fosa de horrores y de errores. E insisto: no hay para más. Hasta el Pikolín Palacios sería bienvenido.

Cierto, Gerardo Martino ya fue notificado: su apuesta final es en el mundial tripartida de 2026. Sin embargo, los puestos de defensa central en México están copados por extranjeros.

¿Y el tridente letal? No apareció. No por falta de oportunidades, sino por falta de personalidad. En la boca del gol, erraron, los tres. Cierto, las oportunidades se generaron, pero Jiménez, Corona y Lozano aún no encuentran la fineza o la testosterona en los remates, para cobrar en el marcador.

Afortunadamente para el Tri, los sudcoreanos ya anhelaban un poco de reposo, bajaron la guardia, las revoluciones, el “fighting” tan suyo, y Gerardo Martino deja la insinuación de ser un oportuno –habrá que ver si además excelente--, ajedrecista: los cambios reditúan de inmediato.

Corea del Sur usufructuaba la ventaja del 1-0, cuando Orbelín Pineda y Uriel Antuna agregan profundidad, atrevimiento y efectividad. El primero sirve a la llegada de Jiménez, casi en la línea de gol, ante una adormilada y ya agotada defensa asiática, para el 1-1.

De nuevo aparece Orbelín, ése por el que suspira Cruz Azul. Recibe taconazo de Jiménez y filtra a Uriel Antuna (2-1), quien sigue como amuleto de Martino. Salcedo lava en la red, entre el sopor sudcoreano, sus errores, con remate violento a servicio de Moreno (3-1). Sí, esta pareja es peligrosa en ambas áreas, en la que deben y en la que no deben.

¿El 3-2? Abandonado de marca, normal pues, y atornillado Hugo González, normal también, el remate de Kwon Kyung-won enmarca la tardía reacción de la selección asiática.

Sí, un 3-2 que enmascara errores. Pero, al final, para eso terminan siendo estos encuentros: de práctica, de preparación, de adiestramiento.

Al menos, puede retribuírsele a esta Selección Mexicana, un gesto que también, obviamente, es una obligación. Tiene compromiso y amor propio, al menos para lavar sus propios errores.

Se viene Japón el martes. El dilema del Tata Martino es que cada vez reconfirma más aún que sí él quiere jugar al Cubo de Rubik, sólo tiene piezas de matatena.