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Cruz Azul, ¿pebetero o llamarada de petate?

LOS ÁNGELES -- La Máquina de Cruz Azul transporta, de momento, a un estado de contrición, de arrepentimiento y de bochorno. Y a suspiros, más que a soplos, quiere avivar esa llama exigua de la ilusión, esa misma que es capaz de pasar de antorcha o de pebetero, a una triste chispa mortecina con 23 años de eternidad.

Arrastraba cuatro derrotas, dos de alto calibre (Pumas, LAFC, ), y dos con la resaca post mórtem: Santos y Puebla. Ahora, tres victorias, cierto, ante equipos rescoldo del futbol mexicano: Pachuca, Querétaro y Necaxa. Sin embargo, en los glaciales de fracaso, hasta ese beso cálido de las zaleas de equipos roedores, es apreciable.

Cruz Azul es líder del Guard1anes 2021, una posición con la que llegó a encariñarse en 2020. Pero, ya lo sabe, está curtido de ello, ser el amo de la cúspide, puede volverse tóxico, enajenante, peligroso.

2-0 a Necaxa. Con más autoridad que embeleso, La Máquina venció a un equipo con el que el Profe Cruz hace el milagro de al menos oponer resistencia. Participa en una Liga Mx con jugadores cuyos currículos no merecen ni el desperdicio de la hoja.

Como en cualquier torneo, aún en esta liga huachicolera, tres victorias y un liderato, que puede ser efímero y hasta ficticio, deben ser un bálsamo de esperanza hasta para espíritus embalsamados y yertos, como los de la cofradía celeste del desencanto.

Pero, Cruz Azul ha jugado bien. Superó a Querétaro, que promete vestirse en la boutique de la competitividad, y no desaprovechó someter al débil Necaxa, ni al soso Pachuca, aún con su entrenador graduado, según él, en la escuela empírica y mentirosa del bielsismo y el guardiolismo por correspondencia. No se culpe ni a Marcelo ni a Pep por el sacrilegio pueril de Pezzolano.

El fatalismo circunstancial es especialmente fascinante. Cabecita Rodríguez perdió la cabeza, y de caudillo terminó en chivo expiatorio. Una noche de copa y de copas, con una pose de eunuco balandrón, quedaron inmortalizadas en un video furtivo, pirata, traicionero.

La catarsis, la purga y el purgatorio para Rodríguez, terminó por ser el acto de sanación absoluta para Cruz Azul. Arrepentido, cuando voces calenturientas lo querían en el patíbulo celeste, se ha convertido nuevamente en la palanca con la que empujan a La Máquina fuera del atolladero.

Por eso hablaba en el primer párrafo de contrición, de arrepentimiento y de bochorno. Porque no son sentimientos exclusivos de los jugadores de Cruz Azul. Mientras más se redimen ellos, mayor es el reclamo a quienes hemos arrojado el vituperio y la condena, e impúdicamente hemos querido esconder la mano.

Tampoco hay motivos para avergonzarse. La mayor vergüenza la vivieron los jugadores mismos. El 4-0 ante Pumas pervivirá y perdurará como la ofrenda más detestable al fracaso, con esos tufos a sospecha, a desprecio, a irrespeto.

Entre las voces de jugadores y cuerpo técnico hay una confesión. Ese infierno mediático que habían venido viviendo, especial y merecidamente tras las ruinas ante Pumas y LAFC, fue parte del acicate de la supervivencia.

Si el grupo de jugadores fue capaz de inmolarse en su propio infierno, y reconstruirse remendándose con sus propias cenizas, de nuevo con la voz compungida, pero rebelde, de Cabecita Rodríguez, debió sin duda fortalecerlos.

Recordemos que la mejor versión de Cruz Azul en el 2020, fue un acto solidario e íntimo de los jugadores, por encima de los trazos enigmáticos de Robert Dante Siboldi. El espíritu solidario rebasa hasta la sabiduría cuántica de su entrenador, que, obviamente, no es el caso de Siboldi, ni tampoco de Juan Reynoso.

Decía Alvite que “el remordimiento es un recuerdo para el que no se necesita tener memoria”. En el deporte, como la vida misma, esa urgencia de contrición suele amamantar las grandes hazañas y los pequeños milagros del ser humano. Cruz Azul vive, sin saberlo tal vez, ese momento inescrutable de su propia salvación. Pero, como 23 años lo demuestran, también es capaz, nuevamente, de morirse en la orilla.

En tiempos en que el abuso, el mal uso y el desuso del término “resiliencia” lo han devaluado, como si estos tiempos de encerrona fueran la aventura extrema de nuestras vidas, cabe sin embargo atribuir a esa capacidad para fortalecerse en la adversidad, esta aparente resurrección cementera.

Mérito tiene sin duda Juan Reynoso. Si al ejército de desarrapados del Puebla lo convenció de someter a los opulentos señoritos aburguesados de Rayados, y meterse en la Liguilla, tal vez, habrá hecho esa labor de zapa en los espíritus dañados de Cruz Azul.

Con tres victorias, La Máquina se gana el derecho a la duda, al escepticismo, algo de lo que hace un mes no gozaba.

El tiempo dirá si esa trémula llama que alimenta más a suspiros que a soplos, tras estos triunfos, merece convertirse en el pebetero orgulloso, o se apaga simplemente con la brisa amarga del fracaso, como desde hace 23 años.