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Chivas y Gignac, en una cita a ciegas

LOS ÁNGELES -- Advertido está: es una ociosidad. Pero el morbo y la ociosidad cohabitan de manera perversa y perseverantemente fascinante. No se arrepentirá.

Este viernes, en polos totalmente opuestos, tan antípodas como antagónicos, se generaron una aseveración y una noticia. Enlazarlas es un empeño malicioso de esa ociosa morbosidad, y de la premura por entregar este Blog necio y obcecado, de frecuencia casi diaria, pero poco frecuentado.

1.- Amaury Vergara ratifica que no llegarán jugadores extranjeros a Chivas. Pero, --aquí, la poquita carnita en un hueso ya muy mordisqueado--, sí acepta que ha sido un tema recurrente en las verbenas de sobremesa de su entorno. Es decir, no, pero...

2.- Andre-Pierre Gignac terminará su mutación como tigre, al firmar por tres años más para reinar la jungla regiomontana. En cifras, es el jugador más redituable en la historia del club. Tal vez el más emblemático, al nivel de Osvaldo Batocletti y Tomás Boy, y sin dejar de lado la estampa de Carlos Miloc.

Aquí viene la ecuación del morbo. ¿Sería Gignac el prototipo del jugador extranjero que eventualmente sí podría encajar en Chivas? Antes de la histeria, respire, aspire, exhale, y siga...

Tomando en cuenta su personalidad, su adaptación, escasas lesiones, su producción de goles, su integración al entono, su empatía pasional, su liderazgo, ¿sería el francés un arquetipo del futbolista que sí aceptaría la afición del Guadalajara? Sin duda, pero ¿dónde venden los moldes para hornear un mellizo?

No necesita Usted mentarme la madre para recordarme lo obvio. A nivel nacional se han hecho numerosas encuestas sobre si el Guadalajara debe renunciar a su mexicanismo –que no nacionalismo–, para tratar de incorporar a algún jugador diferente que marque un sesgo, en todos sentidos. La oposición del aficionado de Chivas es contundente. Algunos aseguran que incluso abandonarían totalmente al equipo. El amor tiene tres colores, no dos.

Pueden estar tranquilos los aficionados rojiblancos. Cuando Jorge Vergara hizo su oferta y licitación final para adquirir a Chivas ante los dueños de certificados de la asociación civil, juramentó puntualmente que nunca jugaría un extranjero en el Guadalajara, y ese voto de lealtad a su promesa, lo hizo extensivo a su hijo Amaury al entregarle su imperio.

“A Chivas lo administro yo, lo dirijo yo, pero pertenece a la gente”, repetía con frecuencia el mismo Jorge Vergara.

Guadalajara ha sido desafortunado en muchas contrataciones. Circularon, recientemente, por su bono de retiro, jugadores como Aldo de Nigris, Jared Borgetti, Rafael Márquez Lugo, el mismo Bofo Bautista en su segundo episodio, y más recientemente el peor atraco de todos: Oribe Peralta, por citar a los más rimbombantes.

Ricardo Peláez se gastó una fortuna. Redondeemos en 40 millones de dólares. Una fortuna. Y en esa caterva, llegó todo tipo de irresponsables. Desde parranderos hasta lacras sociales, sin contar algunas que ya había en el equipo. Una selección nacional de reclusorio.

Ojo. Es necesario precisar algo: Ricardo Peláez no se equivocó en los futbolistas que contrató, pero sí en los seres humanos que contrató. No se equivocó en la calidad de los jugadores, pero sí en la calidad moral y profesional de cada uno de esos hombres.

El ojo clínico de Peláez buscando futbolistas fue impecable, pero sufrió de miopía con cataratas y astigmatismo en su óptica al identificar al ser humano dentro de cada jugador. Le resultaron lobos con piel de oveja. Ovejitas en la cancha y lobos fuera de ella.

Seguramente si Amaury Vergara pudiera presentar un clon exacto de Gignac, los aficionados lo aceptarían de inmediato, porque, como pasó en Tigres, marcaría una diferencia, además de que su adaptación al medio fue sencillamente excepcional.

Recuerde que hoy hay más Gignacs de nombre en Nuevo León, que Gignacs de apellido en todo Francia, especialmente en su natal Martigues, la llamada “Venecia de Provenza”, con apenas 48 mil habitantes, es decir el equivalente de un estadio de Chivas a reventar.

El problema es que identificar a jugadores como Gignac es prácticamente imposible. El francés llegó a Tigres a control remoto. Triangulación de llamadas, largas conferencias telefónicas, varios promotores en México, Europa y Sudamérica como intermediarios, y aún así, llegó sin ser ninguna garantía. Era un tiro al aire, pero que dio en el blanco.

Tan no es fácil saber elegir al jugador correcto, que otros oligarcas del futbol mexicano fueron por su referente europeo. El América fichó a uno de sus peores jugadores extranjeros de la historia, como el francés Jeremy Menez. Y Rayados hizo el ridículo con Vincent Janssen de los Países Bajos. Buscaron en boutiques y compraron en el tianguis.

En un futbol plagado, estrictamente plagado de “jugadores no formados en México”, como categoriza absurdamente la Federación Mexicana de Futbol a los foráneos, es evidente que la mayoría no tiene credenciales siquiera para ser considerados en las selecciones nacionales de sus países. Pero, la corrupción de promotores y directivos da visado de impunidad.

La baja calidad de los jugadores extranjeros en México hace aún más reacio al aficionado a Chivas a aceptar romper con su tradición de mexicanismo. Después de ver deambular a los Maranhao, los Biancucchi, y a tantos otros, aumenta el escepticismo. El que con leche se quema, hasta al yogurt le sopla.

Si a estas alturas, un equipo de inteligencia deportiva como el del América, con tantos tropiezos, aún firma a un jugador de la banca de la Segunda División de España, como el tal Álvaro Fidalgo, qué se puede esperar de una directiva relativamente bisoña en esos quehaceres, que además se equivoca al elegir la calidad de su materia prima: el jugador mexicano.

Por eso, en un universo paralelo, alterno, de esos que regodean los relatos de ciencia ficción, Chivas encontraría en Gignac al jugador correcto para dar un paso histórico y romper su mexicanismo, lo cual, insistimos, no va a ocurrir.

Para que Chivas renuncie a esa bellísima tradición, sólo jugadores con la calidad del francés, o del chileno Carlos Reinoso o su coterráneo Ivo Bassay; el brasileño Evanivaldo Castro Cabinho, el paraguayo José Saturnino Cardozo, el ecuatoriano Ítalo Estupiñán o su paisano Alex Aguinaga; el peruano Juan José Muñante, entre otros pocos más, podrían, hipotéticamente, vulnerar esa tradición y marcar un hito en la heráldica de Chivas.

Además, claro, los imponderables. Y con la suerte del Guadalajara en sus contrataciones, si compra un circo, le crecen los enanitos, la mujer barbuda queda lampiña, al mago se le mueren los conejos, y al domador se lo tragan los ratones...