Hace tiempo que el sueño en Coapa es ese. Lograr un futbol que se aproxime a lo que vemos en la televisión los martes y miércoles por la tarde. Alcanzar la forma y el nivel de juego que se practica en Europa. Y primero se fue Tena, un símbolo contundente del americanismo. Y después, se fue Raúl Herrera, uno de los entrenadores más ganadores en la historia del club. Y llegaron Miguel Herrera y Santiago Solari para buscar esa condición de juego que alguna vez se esbozó a través de Benhakker en el propio América y que también buscó afanosamente Jorge Vergara cuando trajo a Johan Cruyff a sus Chivas. El América quiere jugar con la consistencia del Real Madrid, con la estética del Barcelona, con el vértigo del City y con la mentalidad y profundidad del Bayern Munich... ¿Lo logrará?
SAN DIEGO, California.- Hace tiempo que desde los campos de Coapa se suspiraba por un sentido europeo del juego. El América soñaba con jugar en bajo la consistencia del Real Madrid, la estética del Barcelona, el vértigo del City y la mentalidad del Bayern Munich. La versión europea, aquella que se asomó y que también se traicionó desde el interior del club con el fugaz modelo Beenhakker de los noventa, volvía a la escena.
Y en las fuerzas básicas, de un símbolo viviente del americanismo como Alfredo Tena se pasó a Raúl Herrera, un español que había hecho maravillas en su gestión canterana con el Villarreal. Y en el primer equipo, el cambio tardó, pero llegó, al fin, cuando se encontró el momento exacto para acabar con la segunda era de Miguel Herrera, uno de los entrenadores más exitosos en la historia del club, para dar paso a un argentino que, futbolísticamente hablando, se hizo y se curtió en España, bajo la esencia del Real Madrid. Santiago Solari era la consecuencia y la consecución de un plan para que el América pensara, actuara y sobre todo jugara como los hacen los clubes europeos.
No es la primera vez que esto ocurre en el futbol mexicano. Ya Chivas, con Jorge Vergara (QEPD), había hurgado en las esencias del futbol más desarrollado del mundo. Y apareció Johan Cruyff y también un director de fuerzas básicas que venía de la famosa “Masía” del Barcelona, Albert Benaiges, o el propio Hans Westerhof que alcanzó un final con el Guadalajara. El América quiere jugar como lo hacen los martes y miércoles por la tarde en la televisión. Con el balón a ras del suelo, con el césped mojado, rápido, con el balón circulando desde el portero, pasando por la línea defensiva, el mediocampo y hasta llegar a la zona de definición. Con idea, con orden, con exactitud, con velocidad, con profundidad, un futbol que el aficionado mexicano conoció a partir de la globalización y de la explosión de la televisión satelital. Un futbol que parece el mismo juego que se practica en México, pero que, definitivamente, no lo es...
Y lo vimos por algunos momentos del Clásico del domingo. El América paseó el balón con personalidad, basado en un mediocampo donde se fincó su abrumadora supremacía sobre Chivas. Ahí, el peruano Aquino, el paraguayo Sánchez, el español Fidalgo y el canterano Córdova han intentado plasmar la idea de Solari. Lo han hecho por algunos largos parajes aprovechando la estrecha colaboración de Chivas, incapaz de ofrecer oposición. Irónicamente, el América, buscando ese “sello europeo”, terminó ganando con un par de jugadas a balón parado donde emergió la figura de Henry Martín.
El América quiere ser “europeo”. Quiere desprenderse del americanismo antiguo, el de Reinoso, el de Tena, el de Cristóbal, el de Antonio Carlos Santos, quiere también dejar en el pasado a Herrera y sus desplantes y emociones, y pretende que su futbol sea serio, rápido, efectivo, punzante, dinámico, ordenado y atrevido al mismo tiempo. No suena mal. La pregunta es: ¿Lo logrará?
@Faitelson_ESPN