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Cruz Azul, a 180 eternidades del título

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El Chelís ve al Cruz Azul siendo campeón pese a no ser el mejor de la liguilla (1:32)

José Luis Sánchez Solá analiza el partido de la Máquina que es el primer finalista del Guard1anes 2021. (1:32)

LOS ÁNGELES -- Sufriendo, como dogma. Bufando, como consigna. Trasegando, como doctrina. Con sangre fría, criogenizada, como una forma de pasión. Así, Cruz Azul está en la Final del Guard1anes 2021. 1-0 a Pachuca.

Y ahora, La Máquina gestionará durante 180 minutos el privilegio de volver a ser campeón. 180 suspiros. 180 eternidades.

Un Estadio Azteca con sobrecupo. Usted no los vio, pero ellos, los 11 de Cruz Azul, los sintieron, los palparon, los confrontaron, y los aplacaron. Ese ejército era intangible e invisible para los ojos, pero no para las almas engalanadas de azul.

Esa caterva de los espíritus defenestrados en 23 años sin un título. 23 y multiplicados por cientos, por miles, estaban ahí, apostados en la Catedral del Futbol. Había ahí una muchedumbre de almas en pena, pero ésas, a ellas, Usted no las vio, pero acariciaban con sus uñas de arpía el espinazo de los Cementeros.

Cruz Azul en la Final. Hizo creer e hizo crecer a Pachuca. Desde el Juego de Ida. La emboscada ha sido perfecta. Esta Máquina, este #Shinkansen celeste, regala a cuentagotas, en abonos, en cuotas, los momentos de felicidad en esta Liguilla.

1-0. Y describe todo, hasta esa estoica y casi masoquista temeridad de juguetear con el drama hasta el último segundo del último minuto, por parte de Cruz Azul. Ha decidido poner a prueba su temple antes de la Gran Final.

Vivir al borde del peligro, como este sábado por la noche, bajo el riesgo de ese gol condenatorio que buscaba Pachuca, le ha cincelado a Cruz Azul nervios de acero. Ya no le intimida el fracaso, porque ha cohabitado con él y con sus tentaciones durante 21 partidos en 2021.

Ratifica lo dicho aquí: tiene el mejor equipo del futbol mexicano. La uniformidad de sus piezas, con algunas un poco más relevantes y determinantes, le garantiza consistencia.

Entiéndase que el mejor plantel no es el plagado de estrellas, sino el que tiene jugadores de buen nivel y que además en la banca dispone de futbolistas de igual o mejor nivel. Cruz Azul es un Fórmula Uno que puede ir a pits y las refacciones son de la misma calidad que las piezas originales. Por eso, ni cascabelea ni se desbiela.

Este sábado quedó demostrado. Saca a Santiago Giménez, el autor del gol, y a Luis Romo, su mejor jugador en el torneo, y quien dio el pase para la anotación. Saltan Roberto Alvarado y Yoshimar Yotún, y el equipo no se desordena, por el contrario, mejora y es una represalia impecable a los cambios del adversario.

Pachuca tuvo empeño, pero siempre fue superado. En lo individual y en lo colectivo. Pocas jaquecas le provocó a José de Jesús Corona. El arquero celeste tuvo sólo un lance a fondo. Tuzos encontró que el fortín cementero era más sólido que el de América.

Tuzos terminó clavando cuatro jugadores potenciales de gol en la periferia del área y en la misma área de Cruz Azul, pero eso terminó facilitando la tarea a La Máquina, que ante el asedio, numeroso pero desordenado, se sintió más cómodo en el fondo.

Claro, sufrir de esa manera los últimos minutos, con los espíritus chocarreros de las #Cruzazuleadas y de la mismísima #MegaCruzazuleada ante Pumas, generaba convulsiones, colapsos, taquicardias en la tribuna y en los hogares celestes, pero los jugadores, insisto, mostraban un pétreo, granítico, rostro de dioses aztecas. Imperturbables.

¿Había nervios? Seguramente. Difícil precisar a través de la televisión, si era el alumbrado del Azteca, la calvicie que aparece en la pronunciada frente de Juan Reynoso, o en verdad, por primera vez, desde que comenzó su gestión, había sudor en su cabeza. Nunca había vivido un juego con semejante vehemencia. Hasta para eso ha sido astuto. Guardó ese personaje guerrero para cuando el equipo en verdad lo requiriera.

Está pues, en la Final. Este domingo sabrá si es Santos o Puebla, el adversario al que trate de abatir en 180 minutos, para romper el maleficio, la maldición, que arrastra ya durante 23 años.

Y en la Final, en el Estadio Azteca, habrá de nuevo sobrecupo, con esos espectros que por cientos y miles se han multiplicado exponencialmente durante 23 años en la antesala de Cruz Azul. Usted, no los verá, pero deslizarán sus pezuñas a lo largo del sensible espinazo de los que salten a la cancha.