SAN DIEGO, California.- A las 10 de la noche con 52 minutos y 14 segundos, José de Jesús Corona alzó los brazos en todo lo alto sobre la húmeda noche del sur de la Ciudad de México. Sostenía la Copa del Campeón. No estaba sólo. Las manos entrelazadas de Marín, de Don Nacho, del “Kalimán” y del “Güero” Cárdenas le ayudaban. El tiempo se detuvo para siempre…
La más azul de todas las noches fue también una noche de juegos pirotécnicos, de lluvia, de cantos y de gritos eufóricos. La más azul de todas las noches tuvo también risas, llanto desenfrenado y palpitaciones que aceleraban los corazones. Las más azul de todas las noches significó gloria y conciliación después de largos e interminables parajes de sufrimiento, de angustia y también de burla y de humillación. Las más azul de todas las noches reclamaba identidad, orgullo, valor, coraje. Las más azul de todas las noches tenía a Reynoso todavía con las manos temblorosas, al “Cata” con la mirada perdida, al “Conejo” emocionado, al “Piojo” Alvarado llorando, a Romo desorientado, a Baca saltando, al “Cabecita” trastornado.
Y los destellos luminosos se extendían por toda la ciudad. Las calles olían a pólvora, mientras, el viento, procedente de Jasso ondeaba las banderas azules. Los edificios se iluminaban en los tonos de la noche. El “Aaazul… Aaazul…” retumbaba sobre Insurgentes y se extendía de barrio en barrio hasta llegar a un “Ángel” tomado por la embriaguez de un domingo que no tenía razón de terminar. Había viejos que se reencontraban con la adrenalina de aquellos años maravillosos. Había “sobrevivientes” de los años de obscuridad y soledad, pero, sobre todo, sobraban jóvenes, niños y niñas que han nacido en “el ayuno” y que tenían “hambre” y que no contenían su euforia. En Lagunas, Oaxaca, otro sitio donde la empresa cementera ha llevado un modo de sustento para muchas familias, un tren pasaba junto a la plaza principal, entre el obelisco de los fundadores de la Cooperativa y la planta cementera. Al fondo, el rugir de la poderosa máquina, el chirrido de los raíles y el sonido de su silbato han trastornado la velada en imágenes que ya son parte de la historia añeja del pueblo.
La más azul de todas las noches descubrió que la grandeza de un club de futbol no se pierde jamás, que basta un trofeo para reencontrarse con la pasión, con el amor y con los lazos inquebrantables. Las más azul de todas las noches “mató” fantasmas, “quemó” maldiciones y “sanó” heridas. La más azul de todas las noches demostró que un grupo de futbolistas puede recuperarse de sus más graves trastornos y que el orden y la responsabilidad son el camino hacia el éxito. La más azul de todas las noches tuvo héroes, música, color, júbilo, alegría, sueños y esperanza. Las más azul de todas las noches demostró que no hay mal que dure 100 años. Las más azul de todas las noches llegó, justamente, 23 años, 5 meses, 8 mil 575 días, 205 mil 808 horas después. La más azul de todas las noches permanecerá a la perpetuidad de la leyenda y la historia de este gran club. Y mientras Corona agitaba el trofeo en lo alto, el Azteca lo veía insólito, las nubes negras se apartaban y un azul perfecto, radiante, profundo se asomaba por el horizonte. Entonces, sólo entonces, el tiempo se detuvo para siempre…
@Faitelson_ESPN