LOS ÁNGELES -- Como en el libro de James Cain --El Cartero Siempre Llama dos Veces--, Javier Hernández envió dos violentas y pintorescas epístolas envueltas en gloriosa red a Gerardo Martino.
Mientras permanece segregado de los apetitos del Tata, y empaquetado entre los rencores de Yon de Luisa, Javier Hernández ha hecho ulular el marcador diez veces en diez encuentros, en su campaña redentora y redimida en la MLS.
Mientras tanto, uno de los caprichos seniles de Gerardo Martino, Alan Pulido, marca gol, pero recibe patada y herida en el pie derecho. Lacerado, quejumbroso y entre pucheros, parece difícil que Pulido, al menos, pueda comparecer ante el arrejuntado de ociosos de Nigeria, el próximo sábado.
Con Henry Martín en la Selección Olímpica, José Juan Macías lesionado, y Santiago Ormeño ya entonando el Himno Nacional de Perú (“Somos libres, seámoslo siempre”), en la estantería post-pandemia, sólo tiene a Rogelio Funes Mori, cuya última hazaña fue citar a Chavela Vargas (“los mexicanos nacemos donde da nuestra rechingada gana”), porque en las redes, su último depósito fue el 3 de abril, y ante los zombis del San Luis.
Para fortuna e infortunio de Martino, mientras Funes Mori suma más de 72 días sin gol, en 72 horas, el cartero Javier Hernández ha llamado a la puerta de su emperrada necedad, tres veces, una ante Vancouver y dos ante los temblorosos Terremotos, no sacuden a nadie, pero sí reciben tremendas sacudidas desde la llegada de Matías Almeyda.
Y mientras Funes Mori sigue en el calabozo de sus traumas por no poder rebasar la marca del Chupete Suazo con Monterrey, Chicharito ha escapado de sus atavismos, y ratifica que se ha redimido de sus taras y de su proceso de autodestrucción perpetrado durante 2019 y 2020.
Ante San José, el mismo Javier Hernández colabora en la manufactura de sus goles. En el primero, abre sobre Kevin Cabral por derecha, se tira un poderoso sprint de 30 metros, para llegar al área, con puntualidad suiza, y fusilar al arquero James Marcinkowski.
El 2-0 es un mellizo del 1-0. Esta vez, abre por derecha sobre el francés Samuel Grandsir, quien devuelve a la bocacalle del área, donde aparece Chicharito para fulminar, luego de un poderoso despegue.
Queda claro, como en sus anteriores ocho anotaciones, que el Javier Hernández, pesado, lento, desordenado, desarticulado física y mentalmente, de 2019 y 2020, ni siquiera a pesar de su adicción por el “imaginémonos cosas chingonas”, se habría atrevido siquiera a intentar ambas jugadas.
Luego de que el Cartero Hernández ha llamado a su puerta dos veces este sábado, todo indicaría que Martino se sentiría aliviado ante la artritis mental y muscular de Funes Mori con Rayados, las lesiones de Pulido y Macías, y el destierro de Martín a la olímpica.
Seguramente el Tata debe sentirse hostigado ante tanta coquetería y guiños del goleador del Galaxy. Especialmente, porque Martino, campeón con el Atlanta United, ha predicado, con aparente sinceridad, que la MLS es una liga “muy competitiva”, “muy fuerte y de gran nivel”, y que “pronto estará entre las mejores del mundo”.
Entonces, al romperredes de esa liga “muy competitiva”, “muy fuerte y de gran nivel”, y que “pronto estará entre las mejores del mundo”, tendría que estar dentro del campo visual del entrenador, incluso por encima de las lagañas, el estrabismo y queratoconia provocadas por el veto ordenado por Yon de Luisa.
Se insiste en que los supuestos líderes del Tri al borde del retiro, y con los galones desgastados, por sus propias correrías, deslices y dislates, se oponen al regreso de Javier Hernández. ¿En verdad Andrés Guardado, Guillermo Ochoa, Héctor Herrera y Héctor Moreno están por encima de las urgencias de la Selección Mexicana?
Y debe recordarse que un verdadero líder, de serlo Gerardo Martino, no ajusta su proyecto a los caprichos veniales y banales, de sus referentes en declive, sino a la genuinidad de su plan, de sus obligaciones y de sus metas, en este caso, ganar la Copa Oro, dominar la eliminatoria mundialista y meter a México entre las ocho cabezas de serie para Catar 2022, lo cual hoy parece ya imposible.
Sin embargo, suele ser una conducta huidiza y muy puntual entre los técnicos, esa de juguetear a ser Poncio Pilatos, conforme lo determinen las circunstancias. Maniqueísmo puro.
Porque lo mismo hizo Javier Aguirre con Andrés Guardado, a quien llevó a pasear sus caireles en Sudáfrica 2010. O de igual manera, Ricardo La Volpe justificó sus berrinches y rencores con Cuauhtémoc Blanco en Alemania 2006. Y a pesar de la oposición de sus presuntos capitanes, Juan Carlos Osorio, hizo y deshizo con sus rotaciones en la ruta a Rusia 2018.
Además, vale la pena reiterar que, al hablar de segundas oportunidades, Gerardo Martino es un botón de esa muestra compasiva, piadosa y misericordiosa del futbol hacia quienes ominosamente perpetran colosales fracasos, como los del mismo Tata con el Barcelona y la Selección Argentina, a pesar de tener al mejor futbolista de la época.
Por lo pronto, queda la constancia, la invitación, la advertencia, la imploración para Martino, bajo el sello de una de las obras clásicas del delicioso género de la literatura negra, ésta, la de James Cain: “El Cartero (Javier Hernández) Siempre Llama dos Veces”.