LOS ÁNGELES -- Habría debido irse en una plenitud carnavalesca, boyante, esperanzadora. Sin embargo, José Juan Macías se escurrió por la puerta chirriante y umbría de la deserción. Una fuga, más que una emancipación.
Deja una estela hedionda, la de la mentira. “Un desgarro” en la pierna izquierda, es lo que certifica el boletín de la Comisión de Selecciones Nacionales. Sin embargo, en el departamento médico del Getafe, este lunes, izó e hizo danzar de felicidad los topes de sus condiciones físico atléticas, al presentar los exámenes requeridos. Sí, alguien mintió.
En sus redes sociales, J.J. Macías abandona a la selección olímpica, en una ambigüedad que fertiliza aún más de dudas su partida. La verdad sigue cautiva.
Después, en entrevista para TUDN, en ese acto de escapismo en la mirada, incapaz de sostener con ella su discurso, revela que su nivel competitivo por una lesión en el isquiotibial izquierdo, le hace creer que no llegaría a los Juegos Olímpicos de Tokio en plenitud competitiva… pero sí a la pretemporada con el Getafe.
Sí, lamentable. Parecía un tipo diferente. Parecía el tipo diferente en el futbol mexicano. Un balompié en el que pulula el jugador que miente, bebe, farandulea, acude a “brunchs”, financia escorts, se corrompe, bebe vodka con tamarindo, se siente influencer, desoye las restricciones de la pandemia, finge lesiones… y culpa al universo de sus desgracias.
No, Diógenes, no apagues tu lámpara, ni ceses en el martirio de tu búsqueda: J.J. Macías no es el jugador perfecto que se creía. No tiene porqué serlo, pero tampoco tenía porqué aparentar que lo era.
Sin duda, es un futbolista prodigioso. Impetuoso, veloz, guerrero, letal, disciplinado, inteligente, técnico, ávido de cancha y de gol. Lo demostró en el León, con una camiseta de baja cotización y de menos presiones. Las penumbras cobijan.
Regresó al Guadalajara. Luz y sombra. El documental de Chivas en Amazon, revela un instante despiadado: Ricardo Peláez parece espetarle a Macías que ha creado un equipo para que explote toda su capacidad y toda su calidad. Es el semental de esa recua rojiblanca.
Algo queda claro: Nacho Ambriz y Jesús Martínez hijo fueron más inteligentes que Ricardo Peláez, Amaury Vergara y Víctor Manuel Vucetich, para hacer rendir a J.J. Macías.
En el León lo agregaron a un regimiento. En Chivas, en tanto, le entregaron el regimiento. Le enjaretaron el báculo más poderoso del futbol mexicano. Y este Pípila futbolero desertó ante semejante losa.
Sin duda, es culpa de Macías, pero no todo es culpa de Macías. A los 21 años, no debían entregarle el proyecto más costoso en la historia del Guadalajara. Eso hicieron Peláez y Amaury. Por querer convertirlo en omnipotente, lo convirtieron en impotente.
Además, el vestidor de Chivas le tenía preparada una emboscada. Muchos de las lacras arraigadas en el vestuario, no olvidaban y mucho menos perdonaban. En febrero de 2019, Macías había clavado una estaca en el corazón podrido del Guadalajara.
“En muchos aspectos, creo que se va a escuchar algo fuerte, el mexicano es el peor enemigo del mexicano. Imagínate un vestidor (de Chivas) lleno de mexicanos donde un chavito a lo mejor está sobresaliendo, a lo mejor (eso) no les gusta a los demás”, declaró al programa ‘El silbatazo inicial’.
¿Tendrá éxito en el Getafe? Está preparado para que así sea. Fuerte mental y físicamente, excepto, claro, para cargar con la tradición rancia de Chivas, vivirá bajo una distinta presión.
Ojo: alguna vez, el mismo Macías se quejó del proteccionismo que hay en México al jugador extranjero. Reclamaba que se le debía exigir mucho más que al nativo. Pues, felicidades Macías, ahora eres un extranjero que llega como presunto refuerzo a la segunda o tercera liga más competitiva del mundo. Escupir verdades, siempre salpica.
Más allá de incrementar y desarrollar sus capacidades físicas y futbolísticas, Macías tendrá que entender que en el Getafe, hoy, está más cerca de la tribuna, que de la cancha. Será observado minuciosa y pretenciosamente. Porque sí, porque hoy está pretendiendo desplazar a un jugador de ese país.
Alguna vez Mauricio Ymay, conductor en ESPN, revelaba una experiencia directa con el jugador. Macías recibió su pase de abordar para un viaje con la selección mexicana. El boleto indicaba “clase económica”. Quiso cambiar el asiento a “primera clase”. “Yo Pago la diferencia”, dijo Macías al encargado de logística del Tri. Le explicaron que esas deferencias no eran permitidas. O todos coludos, o todos rabones.
“Entre ellos (el resto de los seleccionados), hay algunos capaces de pagarse un vuelo privado, pero viajan en clase económica”, se le explicó a Macías, entre sus refunfuños.
Y como ese detalle, otros más, como pedir un menú distinto al del resto del equipo, por sugerencias de su nutriólogo, pretextando que él pagaba de su propio bolsillo. “Es un niñito malcriado”, ha sido el sentir en su entorno.
Sobre su llegada al Getafe, hay dos escenarios. En esa misma entrevista con TUDN, Macías asegura que ya habló con el técnico, Miguel González ‘Míchel’, y aseguró que estaba contento con reclutarlo. Eso, suena alentador.
Sin embargo, Manu Martín, corresponsal de ESPN, asegura que el entrenador de los Azulones no pidió al delantero mexicano, sino que habría sido un acuerdo directo entre el representante Alan Barón y los directivos.
Por otro lado, se encontró con un padrinazgo inesperado, pero, posiblemente, venturoso. Hugo Sánchez le dio la bienvenida a Madrid. Sin duda el Pentapichichi podrá orientarlo sobre muchos escenarios, luego de aquellos azarosos primeros meses que vivió con el Atlético de Madrid.
Tiene una gran oportunidad. J. J. Macías parte de cero. Tiene la magnífica coyuntura de romper con un pasado gangrenado. De sacudirse los grilletes insalubres de Chivas, y de su deserción o exclusión de la selección olímpica.
Quemar sus naves y quemar los puentes con el futbol mexicano, puede resultarle benéfico. Empezar una nueva ruta, a los 21 años, siempre será el mejor acto de auto indulgencia. De otra manera, es como cambiar de jaula.
“El gran error de la naturaleza humana es adaptarse. La verdadera felicidad está construida por un perpetuo estado de iniciación, de entusiasmo constante”, escribió el peruano Julio Ramón Ribeyro. “Ser el eterno forastero, el eterno aprendiz, el eterno postulante: he allí una forma para ser feliz”.
Tal vez en el Getafe, Macías encuentre ese estado de gracioso y agraciado éxito, que comenzó en el León y que Chivas interrumpió.