LOS ÁNGELES -- La Selección Mexicana está ya bajo cautiverio. Ha sido ya totalmente secuestrada.
La noche del sábado vivió un aquelarre extremo, sumario. Está indefensa. Es explotada por parte de todos quienes la aman, la odian, la necesitan, la regentean, la prostituyen, la exprimen. Los grilletes de la ambición desmedida son irrompibles.
El yugo que le oprime el gaznate al Tri, lo controla un enemigo despiadado. Y el enemigo está en casa. Y no hay quién lo defienda. Todo eso y más, fue evidente la noche de este sábado. Una noche té-Tri-ca y paté-Tri-ca.
1.- EL AULLIDO
La afición, lamentablemente, ha tomado el control del destino del Tri. Si le decepciona, si no le embelesa, si no le cumple, la oprime, la reprime, la deprime, con #ElGrito.
Este sábado, el árbitro costarricense Ricardo Montero detuvo dos veces el juego entre México y Trinidad & Tobago ante la persistencia del aullido en la tribuna, aunque debió haberlo hecho desde el primer tiempo.
#ElGrito vive una metamorfosis. Ya no es un insulto al portero contrario, es un insulto a la mismísima Selección Mexicana. Es un reclamo, un emplazamiento implacable: “O ganas, gustas y goleas, o grito”. Y hoy el Tri del ‘Tata’ Martirio no está para gustar ni golear, y difícilmente para ganar.
Lamentable y bobaliconamente, aparecen jugadores con declaraciones que dejan a todos perplejos. Rogelio Funes Mori con el galardón de la estulticia: “El grito es culpa del árbitro”. Decía Montaigne que “nadie está libre de decir estupideces, lo malo es decirlas con tanto énfasis”. No Mellizo, #ElGrito eres tú y los otros diez que bailotean en la cancha, para causar lástima en una zona lastimosa y lastimera como la Concacaf.
¿Jugará México ante El Salvador y Guatemala a puerta cerrada? Por supuesto que no. A Concacaf le narcotiza de placer el olor de los dólares de los mexicanos. La Copa Oro no es, genuinamente, un torneo de futbol, sino una casa de apuestas en la que la Concacaf es la única que gana.
2.- DIABÓLICO MUÑECO…
Minuto 18. Hirving Lozano va con todo, por todo en el área trinitaria. Se trompica y su rostro se estrella con la rodilla del arquero Marvin Phillip. Escena dantesca. El cuerpo del mexicano se arquea casi en una escalofriante ‘U’. Además, una mancha escarlata se desborda sobre el ojo izquierdo del jugador. Chucky está inconsciente. Terror, horror. Las asistencias médicas titubean. Más lentas que el ataque mexicano la noche de este sábado.
Más tarde, llega el trino tranquilizador a través de la cuenta de Twitter de la Selección Mexicana. “Está estable y consciente”, mientras en redes sociales queman en leña verde al silbante Montero, cuya única torpeza, mayúscula, ciertamente, fue no dimensionar la lesión de Lozano, y demorar el auxilio médico.
En Tokio, con la Olímpica, Guillermo Ochoa quiere vestirse de advenedizo justiciero en un tweet. Paladín del oportunismo. Recrimina a Víctor Montagliani, ese que es presidente que no manda en Concacaf, increpándolo por la lesión del Chucky.
¿Por qué Ochoa no arrobó a Emilio Azcárraga Jean o a Yon de Luisa, quienes han entregado al manoseo y la degradación de su casquivana favorita, el Tri, a la Concacaf? Exacto: ellos firman sus cheques, y ellos decidirán también si acude o no a su quinto mundial.
3.- Y FUTBOL, ¿PARA CUÁNDO?…
Trinidad & Tobago entregó la cancha y el balón. Se amontonó en el fondo. Superiores atléticamente a los mexicanos, los trinitarios entendieron que salir vivos merecería ya una vuelta olímpica. Y fueron por ella, revolcándose en la trinchera.
Pero, el Tri, con el rival rendido y esperando la decapitación, no supo ni pudo, aunque, quede claro, siempre quiso. Ciertamente, la estrujante lesión de Chucky Lozano impactó anímicamente.
La rendición tácita de T&T, fue evidente en la posesión. 83 por ciento en favor de México. Siete remates al arco, y 23 desviados. Quince tiros de esquina.
Y la sabiduría en su máxima expresión. Enmarquemos semejante erudición. “La pelota no quiso entrar”, es la cantaleta de Jorge Theiler, auxiliar de Gerardo Martino, al término del partido.
Tampoco es que México desarrollara un plan magistral en la cancha. Con 15 tiros de esquina y 30 remates al arco, ante un adversario acurrucado en la desesperación, no se puede culpar a la rejega y perjura pelota, de confabular y complotar contra los mexicanos.
Se vienen Guatemala y El Salvador. Los chapines fueron secuestrados de sus vacaciones, tras la separación de Curazao por Covid-19. Los salvadoreños viven un nuevo proceso con Hugo Pérez, en relevo de Carlos de los Cobos.
Si hubo histeria entre algunos por la dureza y rudeza de los trinitarios, la intensidad que mostrarán Guatemala y El Salvador será muy superior, porque estos seleccionados le agregarán pasión y rencor a cada jugada.
No obstante, por el pedigrí de sus jugadores; por las tres giras de preparación por Europa; porque tiene clavada una alcayata ardiendo por perder la Liga de las Naciones, para Gerardo Martino y sus espartanos, alquilados a la Concacaf, sólo les queda ganar, gustar y golear.
Aunque esa maldita esfera de estilizado y terso cuero sintético, se confabule con el adversario, como lo asegura la sapiencia de Thelier, portavoz de los pretextos de Martino: “La pelota no quiso entrar”.