LOS ÁNGELES -- En el bosque de exitosos jugadores extranjeros, André-Pierre Gignac aún trata de crecer a la sombra de ejemplares más poderosos: Carlos Reinoso, Miguel Marín, Alberto Quintano, José Saturnino Cardozo, Rafael Albrecht, Juan José Muñante.
Algunos de ese enjambre de laboriosos y fértiles futbolistas decidieron arraigarse en México. Otros se han vuelto históricos, imprescindibles en los recuentos de fascinación de un futbol que, internacionalmente sólo se asoma a la frugalidad tristona de la fase de grupos en Copas del Mundo.
André-Pierre Gignac ha creado un poderoso vínculo con México, especialmente con Monterrey, y especialmente con las pasiones que despierta Tigres, en su universo, pequeño, pero su universo al fin.
Ese sentido de pertenencia, al principio despertó sospechas. Un oportunista más, extorsionando sentimentalmente a una región futbolera urgida de ídolos. El tiempo ha certificado la genuinidad de Gignac.
Avecindarse en Monterrey, ilusionarse con dirigir desde el escritorio a Tigres, desechar ofertas de la MLS y de Brasil y Argentina, escenifican, de momento, la lealtad del jugador francés a una cofradía felina que se regocija por esa devoción, pero que se preocupa por su eventual longevidad en las canchas.
Gignac tuvo un gesto cargado de emotividad y de audacia. Este jueves, México humilló a Francia 4-1. Él estuvo ahí. Marcó desde el manchón. Juntó las manos e hizo una reverencia como ofreciendo disculpas a su afición adoptiva, por flagelar la portería de Guillermo Ochoa.
“Ellos (los mexicanos) metieron de todo: agresividad, experiencia, pusieron más hue... A nosotros nos faltó un poco de todo, sabíamos que íbamos a enfrentar a un equipo experimentado”, dijo de entrada el delantero felino.
“Es más que merecido (el 4-1 a favor de México), tenemos que decir lo que es. Ellos pusieron todo en su canasta y nosotros pusimos un poco de nada. Creo que tenemos suerte de no salir con cinco o seis goles. Nos faltó experiencia, concentración, agresividad, todo. Tendremos que tener la cabeza bien puesta para clasificarnos porque no quiero volver a Francia después del tercer partido", dijo el delantero de Tigres a Le Parisien.
Análisis Picante del triunfo de la Selección Olímpica Mexicana ante su similar de Francia en los Juegos de Tokio.
En Instagram, Gignac alargó su discurso: “Resultado lógico… mañana habrá que sacar la decepción. Quedan dos partidos y se viene muy rápido el domingo. Podemos hacerlo. Vamos a hacerlo. Vamos, Federación Francesa de Futbol. Felicidades, México. Ganaron merecidamente y con gran futbol”.
Además de labores filantrópicas en Monterrey, las cuales trata de mantener en secreto, Gignac se ha convertido en un espontáneo embajador de México, y en conversaciones transoceánicas contrasta las noticias oscuras sobre el país (violencia, inseguridad, pandemia), resaltando sus virtudes y valores.
El verso de “amo a México y le estoy muy agradecido porque me ha dado todo”, escapa al discurso de Gignac. Decirlo, se dice en un resoplido. Agradecerlo seriamente, se hace de otra manera, a la suya, con hechos.
Por lo pronto, curiosamente, mientras que la papelería de Rogelio Funes Mori, vía “coyotaje” de la FMF, procedió de manera expedita, ridículamente rápida, para naturalizarse mexicano, el proceso del francés llevaba más de dos años de demora. México mágico.
“¿Qué si es cierto que solicité la nacionalidad mexicana? Sí, es cierto. Es muy posible que me quede a vivir en México, eso no me asusta. Allí tengo una calidad de vida que no tendría en Francia. Además, quiero tener la doble nacionalidad como mis hijos Éden y Mavy. Son mexicanos y franceses, así que quiero ser como ellos. No niego a Francia, no niego a mi país, al contrario soy muy orgulloso de ser francés”, declaró a la revista RMC Sport.
Finalmente en abril de 2021, el mismo Gignac hizo pública su naturalización a través de L’Equipe. “Acabo de aprobar mi examen de naturalización, preguntas sobre cultura general e historia de México, teníamos este deseo mi esposa y yo de convertirnos en mexicanos como nuestros dos últimos hijos que nacieron en Monterrey”, declaró.
Convencido de que hay una oficina para él en Cemex y Tigres, Gignac desdeña sentarse en el trono en llamas que es el de director técnico. Está convencido que organizar el proyecto global de una institución a largo plazo, hará más por Tigres que hacer la chamba semana a semana.
Por lo pronto, fue el jugador determinante para que su paisano Florian Thauvin llegara a Tigres, con el diploma de Campeón del Mundo, aunque sin muchos minutos en su alforja durante la gesta de Rusia 2018.
Es el primer reto para Gignac. Thauvin fue una sombra errante en el juego del jueves ante México. Y Florian sabía que millones de mexicanos estarían atentos a ese juego, y que la afición de Tigres esperaba ver pinceladas deslumbrantes de su flamante contratación.
Queda claro que Gignac tendrá que llevarlo a cuestas. Si bien nadie facilitó la adaptación del francés a México, en especial a Monterrey, ahora él tendrá la obligación y la urgencia de ayudar a la pronta adaptación de Thauvin.
Su esposa Déborah y él, se hicieron cargo rápidamente del proceso de ambientación. Pronto, el futbolista ha llegado a dominar el español, incluso con un doctorado en el difícil arte de los albures y el doble sentido.
Tanto él como su esposa entendieron que mimetizarse y empatizar con su entorno era la tarea primordial para convertirse en uno más de la nueva aventura. Incluso, su cónyuge es quien encabeza las labores altruistas de ese matrimonio.
Y claro, tras el pasaje áspero, arisco, en el rompimiento de Ricardo Ferretti con Tigres, su nuevo entrenador, Miguel Herrera, lo espera con ansias. El Piojo juramentó en redes sociales que el francés “se va a “hartar de hacer goles” bajo la nueva propuesta futbolística.
Y Herrera también espera mantener al tope a Thauvin, en esa alianza con Gignac. Ha sido una inversión generosa, que deberá empezar a arrojar resultados inmediatos, al regresar los seleccionados nacionales a sus respectivos equipos.
Porque además, El Piojo sabe que André Pierre es el embajador que necesita dentro de la cancha, ahí donde sus chiflidos y gritos a veces no se escuchen, conforme, paulatinamente, regrese la gente a los estadios, luego del nuevo cadenazo que ha provocado la pandemia de Covid-19.
“Siempre está preguntando, siempre está cuestionando, siempre está sugiriendo, siempre está exigiendo. Es un metiche”, comentó, entre risas, alguna vez a los medios Ricardo Tuca Ferretti, al referirse a Gignac, con quien había lazos muy fuertes, más allá de algunas confrontaciones verbales al calor de los juegos.
Por lo pronto, el francomexicano ya ocupa un sitio estelar en las estadísticas de Tigres, rebasando incluso a otros íconos felinos, como Tomás Boy y Oswaldo Batocletti, y con gestos y declaraciones, como las hechas durante y tras el partido con México, Gignac se garantiza a un sitio en el Salón de la Fama del futbol mexicano.
Sin duda, con muchos más derechos morales y espirituales que el oportunismo de Rogelio Funes Mori, André Pierre Gignac sí podría citar la frase irreverente y clásica de la costarricense Chavela Vargas: “Los mexicanos nacemos donde nos da nuestra chingada gana”.