LOS ÁNGELES -- Esos claroscuros eternos del futbol mexicano. Este sábado en Arizona resurgía el Tri del ‘Tata’ Martino, y este domingo en Saitama, la olímpica de ‘Jimmy’ Lozano jadeaba en la derrota ante Japón.
Bipolaridad. Hace unos días, el Tri de Martino sufrió el agobio ante El Salvador y sacó una victoria de sonrisa torcida, amarga, mientras que el Tri olímpico se pavoneaba con un 4-1 sobre Francia.
Contrastes. Ahora, México golea a una Honduras ya goleada por lesiones y Covid-19. Un total de 10 ausencias entre el proyecto original de Fabián Coito y la selección que abandona la Copa Oro. 3-0, y el Tri, finalmente relumbra con la triple “G”, gana, gusta y golea.
Y este domingo, los olímpicos son descuartizados futbolísticamente por los samuráis. El 2-1 es una mentira. Japón pudo filetearlos, pero se conformó con hacerlos trozos y no trizas. El gol del Tri, de Roberto Alvarado, fue un accidente, más que una orfebrería, más bisutería que joyería.
Claro, la afición mexicana está acostumbrada a estos devaneos, pero no significa que esté preparada para estas sacudidas. Se acurruca en la felicidad generada en Arizona al irse a dormir el sábado, y lo recibe la resaca del domingo desde Saitama. Ya sabe, el que con niños se acuesta, mojado se levanta.
México, en el futbol y en su ajetreo diario, es la antítesis de sí mismo. Es su propia an-Trí-tesis.
Claro, eso lo hace más fascinante y exquisito no sólo al futbol de México, sino al país mismo. Permítaseme evocar e invocar de nuevo la sentencia deliciosa de Salvador Dalí: “De ninguna manera volveré a México. No soporto estar en un país más surrealista que mis pinturas”.
Ahora, tras despedazar a la ya despedazada Honduras, por esas 10 ausencias mencionadas, el Tri Mayor aguarda adversario en Semifinales de la Copa Oro, esperando que quien manejó el muñeco vudú de la escuadra catracha, ahora se haga cargo de su nuevo contrincante, que saldrá de entre Costa Rica y Canadá.
En tanto, ‘Jimmy’ Lozano deberá ser más eficiente que la más eficiente de las geishas. Insisto, no sólo se trata de la derrota, sino de la evidente superioridad de una selección japonesa que también fue saqueada por ausencias de último momento.
Como embajador plenipotenciario y olímpico de Gerardo Martino, Lozano deberá levantar de los tatamis de la desilusión a sus jugadores, con el discurso aquel tan manoseado, vejado y avejentado de “no somos los mejores en la victoria ni los peores en la derrota”, y demás ‘blablás’.
México es el equipo con mayor respaldo de sus clubes en estos Juegos Olímpicos, y ahora se mide ante Sudáfrica, que fue superada por Francia (4-3), con tres goles de André Pierre Gignac, y que también perdió a cinco jugadores, tres de ellos titulares, antes de la cita olímpica.
Obligado a ganar, y aguardando todas las peripecias que pueda generar el enfrentamiento entre Japón y Francia, México deberá lamerse rápidamente las heridas, y tratar de levantar al momificado Jorge Sánchez, embalsamado en redes sociales, pero ¿qué querían, si él se desplaza como el mítico trenecito de Chapultepec, y el adversario tiene la potencia del Shinkansen?
Y, para que la afición mexicana se estremezca de esos claroscuros, de esos contrastes, de esa bipolaridad, de esa antítesis de sí mismo, pero sin riesgo de soponcios y colapsos, habrá tiempo suficiente para restablecerse cuando el desafío sumario sea uno en la madrugada del 28 de julio en Sapporo, y el otro, la noche del 29 en Houston.
Y claro, puede pasar que la sanación del sensei Lozano y la efectividad de quien maneja el muñeco vudú de los rivales de Martino, se alineen con las estrellas, y la afición mexicana goce de dos momentos consecutivos de clímax.
Recuerde, todo puede ocurrir en un futbol que es la antítesis de sí mismo, y de una nación doctorada en surrealismo, capaz de rebasar las alucinaciones preciosistas de Dalí.