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¿Encabeza Peláez el sabotaje a Vucetich?

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Directiva respalda a Vucetich al frente de Chivas (1:37)

El juego ante Necaxa será trascendental para la continuidad del entrenador. (1:37)

LOS ÁNGELES -- Él cree que aún puede, aunque todos saben que ya no puede. Y sigue ahí. Y sin embargo, se mueve. Víctor Manuel Vucetich acude puntual al entrenamiento de Chivas.

Vive en una isla. Él, es una isla. No está solo, pero está abandonado. Su directiva ha dejado de creer en él. Ricardo Peláez, nuevamente, lanzó la piedra a la casa de cristal donde habita el ex Rey Midas.

Trabaja, pero no está funcionando, así lo sintetizó Peláez. “Está haciendo su parte (Vucetich) pero es claro que no nos está alcanzando”, dijo antes del 0-0 ante un Monterrey que jugó casi 40 minutos con un hombre menos. Lo declara culpable y lo arroja la fosa de reptiles.

¿Por qué resiste Vucetich? Sólo él lo sabe. ¿El finiquito? Sería excesivamente mezquino en un hombre de proceder noble en su vida diaria, y que además por años ha estado entre los tres mejor pagados del futbol mexicano.

Su rostro refleja cansancio, preocupación, hartazgo, resignación… y fe. Hay ahí, en ese rostro que profundiza arrugas, y esa cabellera más encanecida, una indecisión entre el masoquismo y la resiliencia.

Insisto, ¿por qué resiste Vucetich? Ha salido a surfear desnudo en un mar infestado de tiburones. Si Peláez lo degrada públicamente, qué se puede esperar que ocurra entre la tropa de aburguesados, desvergonzados y cínicos futbolistas.

El jugador es un oportunista, un mercenario acechante de la fragilidad del entrenador. Un día lo ve como su mentor, y al siguiente como un espantapájaros.

Hoy, así es visto Vucetich, como un espantapájaros, como un pelele, por la caterva de hipócritas que prometen salir a la cancha ante Necaxa para salvarle el pellejo, pero que sólo piensan en el vodka con tamarindo, sus inolvidables bandas, o en festejar barridas o entradas que le hagan un tajo en el muslo al adversario.

Sí, el ex Rey Midas no está solo, pero está abandonado. Lo que tocaba lo convertía en oro, hoy está rodeado por el cobre de la traición. Dirige, sin tener dirigidos; ordena, sin dar órdenes. Vive hacinado en el páramo del desdén, la insurrección y el ninguneo.

¿Por qué resiste Vucetich? Su entorno lo sabotea. La forma en que se ha expresado Peláez sobre él, en sus dos más recientes comparecencias públicas, es una forma de sabotaje. Si Peláez lo exhibe como incapaz del puesto, lo sabotea, lo sobaja ante sus propios jugadores.

En el momento en que Peláez, públicamente, reconoce que ya no cree en su entrenador, que ya no le tiene fe, y obviamente tampoco esperanzas, el futbolista, frágil, débil, influenciable, comodino, asustadizo, bobalicón, asume por falta de carácter, de rigor moral, que también debe mandar a su técnico al leprosorio.

Imagínese usted la vida de un hombre acostumbrado a vivir apaciblemente, sometida de golpe a cataclismos recurrentes. Ni el momento más crítico con Rayados, le dejó más sinsabores que el día a día, el semana a semana, con Chivas. Con Monterrey eran jaquecas, con el Guadalajara son migrañas.

¿Por qué resiste Vucetich? ¿Por qué no desiste Vucetich? Diría Juan Luis Guerra que aún cree que puede “cruzar el Niágara en bicicleta”. Que aún cree que sus jugadores puedan desintoxicarse física, moral y éticamente, y que aún puede recuperar la confianza de sus directivos, incluyendo a un Amaury Vergara.

Se ha equivocado, ciertamente. Algo ocurrió, pero Vucetich no supo aprovechar a dos hombres clave del Rebaño, ni supo explotar a los refuerzos. Cierto, todos los jugadores son útiles, pero ninguno debe sentirse indispensable.

1.- José Juan Macías tuvo su máxima expresión con el León de Nacho Ambriz, pero nunca pudo acomodarlo dentro del esquema del Guadalajara, y al jugador le quedó grande el rango de salvador del Rebaño.

2.- Aún hoy, menosprecia a Fernando Beltrán, un jugador que en cuanto salta a la cancha, fortalece a Chivas. Sin embargo, no le ha dado continuidad, y lo relegó a la banca.

3.- Después del purgatorio y el perdón, ‘Chicote’ Calderón no regresó a su mejor posición, pero demostró su capacidad, al marcar tres goles al América en Liguilla. Esa fase eliminatoria fue su cumbre y su sepultura. Igualmente ha sido manoseado el ‘Canelo’ Angulo.

Aparentemente, Vucetich olvidó una regla fundamental: adaptar su librito a los jugadores que tiene, y no adaptar a sus jugadores a las manía de su librito. José Pékerman lo advirtió: “Antes de empezar a competir, le tienes que ganar al ego más grande de todos, que es el tuyo. Tienes que entender que no sólo está bien como tú lo haces. Que hay otros caminos”.

Además, en ese laboratorio casi demencial, ha plantado, por nombres y posicionamientos, cerca de 30 alineaciones distintas. Evidentemente, tantos ensayos, confunden las cabecitas poco espabiladas del jugador mexicano, más propensas al desmadre, y a ver el futbol más como un hobby que como un proyecto genuino de vida.

Urgido de evitar su propio fracaso, Ricardo Peláez también busca soluciones, porque así como él encajonó a Vucetich, terminó por encajonarse a sí mismo.

Como él ve a su entrenador, así es Peláez visto por Amaury, la familia Vergara, la afición, y claro cuerpo técnico y jugadores: “Está haciendo su parte, pero es claro que no nos está alcanzando”. Lo insalubre de escupir hacia arriba.

Las versiones citan tres nombres en la agenda de Peláez: El ‘Turco’ Mohamed, Diego Alonso, y ‘Jimmy’ Lozano. Hay quien agrega el temido y temible apelativo de Juan Carlos Osorio. La afición suspira como quinceañera por la melena de Matías Almeyda.

En este listado hay un problema, una revelación alarmante: no hay una idea común de trabajo entre estos entrenadores. Todos ellos tienen métodos e idea del juego, muy distintos entre sí.

De ser cierta esta nómina de aspirantes, eso significa que Peláez no sabe exactamente qué necesita Chivas, qué quiere para Chivas, ni quién de todo ellos puede sanar las urgencias de Chivas, en la víspera de la amputación de Vucetich.

¿Amaury Vergara? Acaramelado por el discurso, él está cada vez más cerca de ceder a las intenciones y a las presiones subliminales de Marcelo Michel Leaño, y deshacerse de golpe del mismísimo Peláez y de Vucetich.

¿Por qué resiste Vucetich? Es un estado de desesperación. El Titanic se le hunde. La tripulación lo abandona. Las ratas también. Y él lo sabe. Insisto: entiende perfectamente que no está solo, pero ha sido abandonado. Su trabajo ha sido saboteado.

¿Por qué seguir ahí? ¿Para qué seguir ahí? No claudicar, no renunciar, no deponer las armas, a veces, no es, necesariamente, un acto de valentía, sino todo lo contrario, es una cobardía al no entender que ha fracasado, y que saber rendirse es también una forma de purificación.