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En Catar, Memo Ochoa cataría el elíxir de la quinta Copa

LOS ÁNGELES -- México inicia su vía crucis rumbo a Catar y Guillermo Ochoa busca tenazmente su quinta Copa del Mundo. Un paraninfo al que acuden pocos: Antonio Carbajal, Rafa Márquez, Lothar Matthäus y Gianluigi Buffon.

Catar 2022 puede albergar a otros más “pentacoperos”: Lionel Messi, Cristiano Ronaldo y Andrés Guardado, a quien las lesiones lo amenazan día con día. Buffon, aún en activo, trata desesperadamente de ser el primero en jugar seis mundiales.

Cierto: es diferente acudir a cinco mundiales que jugar en cinco mundiales. Guillermo Ochoa jugaría en Catar 2022 apenas su tercer mundial. En Alemania 2006 y Sudáfrica 2010 reposó ansias y ansiedad en la banca, detrás de Oswaldo Sánchez e, inesperadamente, del Conejo Pérez.

Ochoa llegaría de 37 años a la cita de Catar. Es, hoy por hoy, un intocable en los listados de Gerardo Martino. José de Jesús Corona ha quedado relegado, mientras que Alfredo Talavera sigue como su leal escolta. Detrás de ellos, sólo arqueros inconsistentes.

El arquero de las Águilas del América sigue al pie de la letra los secretos de la longevidad deportiva, sin olvidar pecados que pusieron en riesgo su continuidad con el Tri, como el famoso brunch neoyorquino con reverberaciones en San Antonio.

Él mismo ha dicho que en Catar espera cumplir dos ilusiones paralelas: acudir a su quinto mundial y que México, finalmente, llegue al paraíso prohibido del Quinto Partido.

“Mi ilusión es poder jugar un tercer mundial, poder estar en mi quinto mundial. Mi sueño es poder dar ese paso que no hemos podido darlo (jugar el quinto partido); tengo ganas de volver a intentarlo. Creo mucho en el equipo que tenemos, en la selección que tenemos”, declaró Ochoa a CNN.

Hay una estampa que estalla como una escenografía visual, acústica e inmortal, al citar a Guillermo Ochoa. Mundial Brasil 2014. Cuando se convirtió en la fortaleza de México en la ciudad de Fortaleza, en el Estadio Castealo (“Guardián” en Portugués).

Seis disparos a gol, a quemarropa algunos, por parte de la selección anfitriona. Pero, hubo un momento especial, sublime, tan épico que de inmediato generó la comparación con aquel salto, con aquel acto de levitación de Pelé ante Inglaterra en el Mundial México 70. El testarazo brutal de O´Rei y el lance imponente de Gordon Banks. La mejor atajada en la historia de las Copas del Mundo.

Fue un remix. Una versión actualizada. Dani Alves por derecha, al epicentro. Neymar salta, rebasa la marca de Rafael Marquez, y pepena, con seco cabezazo, un balón que llevaba el sello de entrega inmediata a la red de México.

“Instinto”, explicó Guillermo Ochoa al término del partido y tras ser declarado el mejor jugador de la jornada.

“Creo que sí viene siendo el partido de mi vida, hasta el momento. Había tenido partidos así, pero no se compara hacerlo en un Mundial, contra el local Brasil, contra el máximo ganador de Mundiales, el candidato a campeón, no es fácil, y sí, estoy contento de hacerlo en un marco así”, declaró Ochoa tras la nominación.

Debió ser algo más. Porque en esas milésimas de segundo, entre el frentazo de Neymar y la mano derecha de Ochoa, se hizo ese ruido ominoso del silencio patibulario, como en el vacío subyugante de las tragedias, como en el abismo sordo de las desgracias.

Media barriga de la pelota había rebasado la línea. La tribuna poblada de muecas. Los brasileños pasan, incrédulos, del gesto festivo al desencanto; los mexicanos, incrédulos, del desmayo a la exultación. Tras la acrobacia desesperada de Ochoa, un largo bufido, gutural, usurpa el espacio del orfeón del gol.

Rafa Márquez toma el rechace y abre a su derecha. Neymar es una estatua hecha con la pesada sal de la incredulidad. Ochoa se pone de pie, palmea para sacudir sus guantes. “Venga, el que sigue”, parece decir, mientras estentórea y admirada, la muchedumbre de más de 60 mil fanáticos, contempla al arquero de azul celeste y rizada melena

La mímica de Babel ante los milagros inexplicables, serpentea entre la tribuna. La frase se repite: “No todos los héroes usan capa”.

Aquella actuación del portero mexicano escaldó a los brasileños. Tanto que, después de que el Scratch de Ouro elimina al Tri en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, se desató un tsunami de memes en Brasil, sintetizados todos en uno: “Si Memo llora, yo estoy feliz”. Una espina muy clavada en el corazón amazónico.

Pero esa brújula impecable bajo el arco no funcionó mientras Guillermo Ochoa transitó por Europa. En Francia, el Ajaccio lo convirtió en un carpa de tiro al blanco. Terminó siendo el mejor arquero de la Liga, sólo detrás de Hugo Lloris, y el número en atajadas, no sólo en esa competencia, sino en todo Europa.

Descendido el Ajaccio, su paso por el futbol español fue poco benigno. Ni en Malaga ni en Granada encontró un horizonte competitivo. Antes de repatriarse en el América, cosechó varias nominaciones como el jugador del mes y del torneo en el Standard de Lieja, además de ganar la Copa de Bélgica.

Sin embargo, con la selección mexicana ha debido cargar con humillaciones. La más dolorosa, el 7-0 ante Chile en la Copa América Centenario, además de recibir cuatro ante Alemania en la Copa Confederaciones Rusia 2017, y otros cuatro ante Argentina en un amistoso. A nivel club, con el Granada cargó un 7-1 ante el Real Madrid.

Pero, en esa historia atropellada, incomprendida, martirizada, solitaria, como es el oficio de los guardametas, los desastres mencionados ocurren como reflejo del equipo, y sobreviven, por encima de esos desastres, las atajadas ante Brasil y Holanda en Copas del Mundo, además de otras heroicidades en Copa Oro.

Con ese equipaje, Guillermo Ochoa buscar acudir a su quinto mundial y jugar en una tercera Copa del Mundo. La travesía no será fácil. México arranca el escabroso camino este jueves ante Jamaica dentro del Octagonal Final de la Concacaf, con un veto impuesto al Estadio Azteca, y sin jugadores clave como Hirving Lozano y Raúl Jiménez.

Sin embargo, el arquero americanista está dispuesto a perseguir esa utopía futbolera: llegar a su quinto mundial y que México cruce el umbral vedado, semiclandestino, ese, el del Quinto Partido.