LOS ÁNGELES -- México ofreció sus mejores 45 minutos ante el más sólido adversario en el Octagonal Final de la Concacaf. Dando tumbos, resoplando, pero se mantiene de líder, con la generosidad aritmética de ganar siete puntos de nueve posibles.
1-1, el desenlace. Sin duda, muchos más de lo que el Tri merecía por lo hecho en el primer tiempo, pero mucho menos de lo que el Tri merecía por lo hecho en el segundo tiempo.
Parecería que México encontró su mejor equipo disponible para la eliminatoria, a expensas de que en la triple jornada de octubre, pueda contar con Raúl Jiménez y con Hirving Lozano. Pero, al equipo que impuso el control en el segundo tiempo del encuentro, no hay mucho que moverle.
Porque sí, porque la selección mexicana se le escapó de la tumba en la que parecía haberla puesto Panamá en la primera mitad del juego. Y porque lo hizo con los agregados de Andrés Guardado, de Sebastián Córdova y Henry Martín.
Algo quedó claro para todos: México sí tiene jugadores confiables, pero lo que no son confiables, son las desconfiadas, caprichosas y sospechosas selecciones de jugadores que hace Gerardo Martino. Por eso, ¡ya no le muevas, Tata!
Cómo sufrió México en el primer tiempo. Estéril al frente, desordenado en media cancha, y al ataque, sin la más ligera idea de atrevimiento y concepción futbolística.
Panamá fue una genuina Marea Roja en la primera mitad. Para su desgracia, las lesiones terminaron erosionando su funcionamiento, desde la salida de Adalberto Carrasquilla hasta los relevos al medio tiempo de Alberto Quintero y Rolando Blackburn.
Jonathan dos Santos fue el lastre en la primera mitad. Arrastraba a dobles obligaciones a Luis Romo y a Carlos Rodríguez. Y al frente, Funes Mori, asustado, nervioso, y facilitando la marca de los panameños, mientras que Tecatito Corona sólo regalaba jugadas tribuneras, de ésas que engolosinan a los bobos.
Y de esa manera México terminaba siendo un sparring de poca monta, desbordado por la vehemencia, la velocidad y el vértigo de movimientos de los panameños, especialmente por los extremos, y generando por carriles interiores en esa confusión que provocaba Jonathan.
Literalmente, la Marea Roja empezaba a ahogar la desesperada resistencia del Tricolor. Ante el tsunami escarlata, el Tri manoteaba, pataleaba, pero no era capaz de organizarse en la cancha.
En medio de las tan habituales somnolencias de Jorge Sánchez, México ve reventarse uno de los eslabones más sólidos de su cadena: Guillermo Ochoa. Centro raso por derecha. El arquero se tiende, pero ni retiene ni aleja la pelota, sino que la entrega generosa a los pies de Blackburn. 1-0.
Pudieron ser más las penurias mexicanas en el primer tiempo, pero Panamá acusó precipitación, ansiedad, cuando veía la frecuencia con que llegaba a la periferia del área de Guillermo Ochoa, pero sin ser eficiente en la última jugada.
Para la segunda mitad, se combinan dos factores claves en el juego, que terminarían irguiendo de la tumba al Tri, y apagando la furia de Panamá.
1.- ATINÓ EL TATA…
Mientras ya rebotaba con frenesí el #Fuera Tata, los cambios de México le dan ligereza, orden y atrevimiento a México. En 15 minutos, Martín hizo tres jugadas, en beneficio de la segunda línea de ataque, que no ha podido hacer Funes Mori en las tres fechas del Octagonal.
Además, la comodidad, la confianza, el atrevimiento con que se desempeñó Luis Romo, en las sociedades inmediatas con Córdova y Guardado, el equipo mexicano de inmediato lo fueron colocando en posesión y posición de fusilamiento.
¡Ah, pero apareció Manotas! Con tres atajadas espectaculares, el arquero Mejía semejó a arácnido superhéroe, bloqueando los puntos cardinales de su portería. Por eso, todo quedó en el frugal 1-1.
2.- DESTINO CANALERO…
Lesiones inexplicables en tres jugadores clave le desacomodan el esqueleto a la rumbera y festiva Panamá. Sin Carrasquilla, Quintero y Blackburn, la Marea Roja fue quedando en una resaca silenciosa.
En el segundo tiempo, ya no sólo no tenía el control del equipo mexicano, sino que había perdido el balón, y con desesperación y estoicismo recomponía desde el fondo.
La viveza, la astucia, la prontitud ofensiva y en la recuperación de los canaleros, desaparecieron, en esa mezcla citada: las lesiones panameñas y las incrustaciones tricolores.
Para su fortuna, apareció, insisto, Manotas, porque disparos de Córdova, Romo y Martín, lo obligaron a desplazamientos circenses, dignos de Cirque du Soleil.
Y la metamorfosis del Tri, iría repercutiendo en el marcador. Porque arrimaba tantas veces el cántaro de las estadísticas al pozo de la fatalidad, que merecía el premio.
Pujanza, insistencia, claridad, presencia de área, y constante movimientos de un trasformado México para despatarrar emocional y posicionalmente a Panamá, generaron el empate, con un remate de Tecatito Corona, quien, necesario decirlo, pasó del rococó inútil del primer tiempo, a la inquina y el veneno ofensivo en la segunda parte, cuando entendió que, finalmente, ya estaba rodeado de mejores futbolistas.
Ingresan al final, Uriel Antuna, quien poco pesó, y Rodolfo Pizarro, quien ratificó que lo suyo, pero, de verdad, lo suyo, es preocuparse por la MLS antes de que termine exiliado en la USL, donde podría encontrarse pronto con Giovani dos Santos.
Así, México rescata un empate ante el mejor adversario posible en la Concacaf, con esta Panamá de Thomas Christiansen, que sigue obsequiosa, generosa y dispendiosa, intentando hacer el mejor futbol de este conclave conkakafkiano.
En octubre, deberá recibir a Canadá, ya con la tribuna abierta, y de la misma manera a Honduras, a expensas de que #ElGrito no irrumpa como aguafiestas. Cerraría la Fecha FIFA con una muy incómoda encerrona ante El Salvador.
E insisto: ¡Ya no le muevas, Tata Martino!