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Rayados desnuda al América, pero no a Solari

LOS ÁNGELES -- Monterrey no sólo desnudó (desplumó, coloquialmente) al América, sino que lo exhibió públicamente, y lo echó a desfilar, aterido y despojado, con sus miserias a la intemperie. Inobjetable Pentacampeón de Concachampions.

Porque no fue sólo el resultado (1-0, gol de Funes Mori).

No fue sólo el descalabro que marca paternidad de Rayados (segunda Final para Monterrey ante América en dos años).

No fue sólo el fracaso (“dile a Solari que esperamos ese título”, había dicho Emilio Azcárraga Jean a Santiago Baños).

No fue sólo la frustración de dejar ir un título regional, sino que el América renegó de la esencia sagrada del americanismo, de esa, de la del #ÓdiameMás.

Y no fue sólo eso, no fue sólo todo eso. América, como ante Pachuca en la Liguilla pasada, como en los primeros 45 minutos ante Chivas, como reincidentemente ante Toluca, El Nido fue allanado y desolado.

Rayados salió al asalto. Con lo que mejor sabe hacer, y como mejor lo puede hacer. Tempranito nomás, Charly Rodríguez le metió estremecimientos y síncopes a Guillermo Ochoa, como reflejo de la belicosidad regiomontana.

Porque Rayados entendió el momento, el escenario, la oportunidad, las circunstancias, y el bocadillo apetitosamente mediático que se le ofrecía. Y lo engulló rápidamente, para hacerle digestión en el segundo tiempo.

En todo el semestre, ningún otro equipo le había hecho 15 disparos a portería al América. Por el contrario, ése era un privilegio de las Águilas, dejar en el asedio, en el acoso al rival, el sello de su dominio, de su control. El jueves por la noche fueron rebasados.

¿Es una mentira el América de Santiago Solari? Ni remotamente. Muestra, acaso, lo limitado de su plantel. Y muestra la dependencia absoluta en dos hombres: Pedro Aquino, ausente esta vez, y Richard Sánchez, lesionado al ’67.

Y se vio entonces la fragilidad de un equipo, al que lo sostiene poderosamente su granítico y hermético sistema de juego, ese, el que afea y el que aburre, pero que es el único al que puede implorar El Indiecito, con una tribu tan magra, y que le alcanza para ser el líder del torneo, pero, no para ganar campeonatos.

Además, Solari cayó en un nuevo desencanto. Cuando los revulsivos, cuando los hombres importantes deben ser, además, sobresalientes, oportunos, líderes, americanistas genuinos pues, y se marchitan ante el escenario. Sebastián Córdova había homenajeado alguna vez ese 10 mítico del América que porta, pero, el jueves, lo estercoló.

Ciertamente, Javier Aguirre hizo acopio de fuerza, voluntad e intensidad en sus jugadores. Una media cancha impetuosa, ordenadita, disciplinada, atenta, solidaria. Ese diálogo táctico, imperceptible, pero tenaz y eficiente, entre Rodríguez, Celso Ortiz, y el resucitadísimo Ponchito González, marcó el rumbo del partido, facilitando la chamba al resto de sus compañeros.

A Rogelio Funes Mori le entalla perfectamente esta camiseta, especialmente con un Jesús Gallardo de fiesta en la cancha, colaborando a los boquetes a espaldas de Richard Sánchez y con la complicidad del siempre distraído Jorge Sánchez.

Y claro, hablando de rescates y resurrecciones, Maximiliano Meza, un zombi absoluto en sus primeros torneos, al grado que Rayados intentó regresarlo a Argentina, volvió a ser el jugador de reposo y de explosión, de pausa y de cancherismo, montando una pesadilla sobre Salvador Reyes, a quien incluso, caído, ridiculiza con un túnel al minuto 58.

Guillermo Ochoa y sus concubinas, los postes, se sublimaron --otra vez--, para hacer menos aciago el destemplado momento del América. Vuelve a ser el arquero, el jugador relevante de las Águilas. Es el prócer en las victorias ajustadas y el curandero para evitar que las derrotas escandalicen.

Puesto así en escena, queda claro que el América de Solari no es una mentira, pero, queda claro que algunos de sus jugadores más que mentirosos se transforman en embusteros. Porque, --es necesario enfatizarlo--, era una Final y decidieron ¡no! jugarla como tal.

1.- Roger Martínez gastó más energías en su innoble berrinchito al ser sustituido, que en todo su estéril accionar; quemó más calorías en su video para adultos, que ante Rayados.

2.- Mientras tanto, se remarca el peso imprescindible de Aquino y Sánchez, para que Fidalgo gravite. Este jueves, ante Rayados, el español fue parte de la paella que se despachó Maxi Meza con él, Fuentes y Reyes.

3.- Y los émulos frustrados de Cuauhtémoc Blanco. ¿Henry Martín? Estaba mejor custodiado que la fórmula de la Coca Cola o el secreto de longevidad de Chabelo. Y de Sebastián Córdova, ya se dijo, a veces tiene los pies en la tierra, y a veces la sesera y las gónadas en sus fantasías nocturnas.

Cierto, imponderables hubo, y determinantes en el descalabro americanista. Pero así como otras veces se visten de amarillo, esta vez las calamidades se vistieron de ajeno. Y ahí incluimos desde la grotesca y frustrada pirueta de Sebastián Cáceres, al intentar despejar un balón franco, y que termina entregando a Funes Mori, hasta llegar a polémicas, pifias y sudoraciones con olor a ácido úrico, por parte del árbitro Fernando Hernández.

Ahora, con el Pentacampeonato, que lo ratifica como cinco veces rey tuerto de la tierra de ciegos que es la Concacaf, Rayados tendrá un peligroso relajamiento el fin de semana ante San Luis, y cerrará el torneo regular visitando al América. De seis puntos, necesita los seis.

Porque, para Rayados, la misión está incompleta en la Liga. Aguirre necesita que Monterrey se meta en los cuatro primeros, porque la Fecha FIFA de noviembre le dejará al menos sin siete jugadores, que regresarán a El Barrial hasta el día 18, para jugar Repechaje, eventualmente, 20 ó 21.

¿Las Águilas? Insisto, Monterrey desnudó al América, pero no a Solari. No exhibió a El Indiecito sino las precarias condiciones futbolísticas, emocionales y hormonales de sus jugadores. A este América le faltó ese espíritu indomable, esas gónadas, pues, imprescindibles siempre, del genuino americanismo, no del rumbero y mediático que promueven Córdova y compañía.