LOS ÁNGELES -- El rostro de Sergio Agüero conmueve al mundo. Especialmente al del futbol. Y especialmente porque es un espejo de muchos, para muchos. Porque enternece, conmociona, estremece, empatiza, pero, también, aterroriza.
Los mensajes solidarios se deslizaron fervorosos, sinceros, nutridos. Lágrimas virtuales. Un panegírico al hombre que se queda y al jugador que se fue --sin que nadie lo supiera entonces--, aquel 30 de octubre, ante el Alavés, al minuto 38. Una bala de plata le lastimó el corazón.
Llegaron este miércoles, como heraldos compungidos, mensajes de monstruos tan poderosos como él, pero, también, tan frágiles como él. Abrazos intensos en redes sociales de Lionel Messi, Sergio Ramos, Casemiro, Radamel Falcao, Andrés Iniesta, y tantos más.
Sin embargo, son un bálsamo insuficiente. Porque este miércoles, el Kun Agüero, el ser humano, acudió al funeral de su mejor amigo, de su más íntimo consorte: el futbolista.
“Me siento bien ahora mismo. Las primeras semanas fueron duras, pero cuando me hice la primera prueba física me dijeron que había una posibilidad muy grande de no seguir y empecé a mentalizarme. No fue fácil. Cuando me llamaron para darme la noticia definitiva, yo seguía teniendo esperanzas”, reveló Agüero en la conferencia de prensa.
— Sergio Kun Aguero (@aguerosergiokun) December 15, 2021
Su rostro se contraía al hablar. La mímica del dolor, que venía de muy adentro. La metamorfosis colosal de abandonar el futbol, no como deporte, sino como esencia de vida. En su discurso hay una palmada de consuelo a su siempre inquieto y belicoso afán de competencia.
“Es momento de ser feliz fuera del futbol, y disfrutar de las cosas que nos perdemos los futbolistas. No es fácil ser jugador de futbol. Todos los días entrenar, viajar y después jugar. Todo el mundo debería tener un respeto enorme a los jugadores de futbol”, puntualiza Agüero.
El futbolista profesional hace del llanto un ceremonial público, pero a veces muy íntimo, muy privado. Hay estampas poderosas. Del que se llena las manos de esa Copa que levanta, y del que con las manos vacías se cubre el rostro. O en el santuario privado del vestuario, por el balón que no entró, por el balón que no se atajó. Es una catarsis por la colectividad, un confesionario privado por un pecado público.
Y el llanto de Sergio Agüero este miércoles representa también ese espejo que conmueve, que sacude, pero que también aterroriza. Revise Usted los nombres de algunos de esos personajes que envían abrazos solidarios, desde la incertidumbre propia: Sergio Ramos, Radamel Falcao y Lionel Messi entre ellos. El Kun les recuerda, de manera estremecedora, que es el momento de ojear y hojear el catálogo de pantuflas y mecedoras.
Agüero habla de las inclemencias de una de los oficios mejor pagados en el mundo. Entrenar, concentrarse, viajar y jugar. Y la familia, en tanto, implora por un buen saldo al término de los 90 minutos. Es, su clan familiar, para el jugador, el refugio más vigoroso o la kermés más jubilosa, dependiendo del guiño fatalista del marcador.
El futbolista nunca está preparado para su retiro. Menos aún, a la edad de Sergio Agüero (33 años), a quien la vida le tendió una emboscada en 2021. Llegaba a un Barcelona fracturado, con la esperanza de resanarlo al lado de su amigo Messi. Jugadas torpes, algunas nuevas y otras heredadas, terminaron resquebrajando al club. En un lapso de meses, Leo se fue y el Kun, esa noche ante el Alavés, se enteró que su corazón se había cansado.
Agigantan este espejo del futbolista profesional, el número de casos de jugadores con cuadros similares. Christian Eriksen y Agüero primero, y en un lapso de días, Víctor Lindelof, Piotr Zielinski, Martín Terrier, John Fleck y Adama Traoré (Sheriff). Problemas respiratorios y/o dolor en el pecho.
Decíamos, después del impactante caso de Eriksen –y la insoportable levedad del ser-- que les hacemos creer a los jugadores que son invulnerables e irrompibles, hasta el grado de hacerles creer a ellos que son invulnerables e irrompibles.
Y así ocurre, hasta que se derrumban Eriksen, Agüero, Lindelof, Zielinski, Terrier, Fleck y Traoré, por diferentes causas, pero un cordón umbilical común: la urgencia de competitividad en los más altos niveles.
Por todo ello, Sergio Agüero calibró las palabras este miércoles. Por él y por los que siguen. Por él y por los que ya no pueden más. “Todo el mundo debería tener un respeto enorme a los jugadores de futbol”.
Se ha convertido en el espejo universal del futbolista. Por lo que nadie vemos y a veces ni ellos: el retiro, los riesgos, los placeres reprimidos. No queremos ver todo eso, porque no cotiza en el marcador.
Agüero ha pasado del arco iris del futbolista, al mundo sepia, pero busca regresar al arco iris del ser humano. León Felipe le habría susurrado: “Ponme a la grupa contigo/Caballero del honor/Ponme a la grupa contigo/Y llévame a ser contigo, contigo, pastor”.