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Esta generación perdida, ya no cree en un perdido Tata Martino

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Paco Gabriel: 'El 'Tata' Martino es el principal responsable de lo que le pasa a la Selección' (2:49)

Nuestro experto fue contundente sobre el paso del combinado nacional en los más recientes encuentros de la eliminatoria mundialista. (2:49)

LOS ÁNGELES -- Un 0-0 que es reflejo puntual del juego. Costa Rica cumplió su objetivo. ¿México? Una nulidad, una ruindad. El Estadio Azteca aterra más a los mexicanos que a los visitantes.

México se identifica con el marcador: cero absoluto; cero sobre cero; cero en idea futbolística; cero en compromiso; cero en personalidad; cero en vivacidad; cero en inteligencia; cero en talento; cero en bravura; cero en dignidad.

Esta selección mexicana ya no da para más. Ni a Gerardo Martino se le encienden las neuronas y su discurso apenas le alcanza para enviar a la cancha a 11 pasmarotes, a 11 tipos apocados, temerosos, encabezados por un desastre monumental: Héctor Herrera.

El día que a este tipo le reformaron el rostro y sus complejos, le extirparon las meninges. Hoy, Herrera ratifica que es ese jugador vulgar del que no sabe cómo deshacerse el Atlético de Madrid, aunque en junio podría ser enviado al Atlético San Luis. A cada partido, a cada jornada, demuestra que sus mejores servicios con el Tri los ofreció aquella noche en la Mansión de las Lomas, como valet de las escorts invitadas a aquella caligulesca fiesta premundialista, recibiendo a todas y cada una con una copa en la mano.

¿Los Ticos? Casta pura, pura casta. Bravura, dignidad, hambre para pelear cada pelota.

En términos de Juan Gabriel, a México le falta lo que Costa Rica tiene de más. Lo más rescatable de futbol lo hicieron ellos… y perdonaron en el fusilamiento de Guillermo Ochoa y hay una sensación innegable: cuando tienes en tu arco al mejor arquero en la historia de la Concacaf, te amamantas de seguridad, de rabia, de personalidad. Costa Rica tiene en Keylor Navas el bastión de liderazgo que en México no hay, porque lo único que abunda es la pusilanimidad.

Con base en morder, presionar, anticipar, guerrear cada pelota, cada milímetro de la cancha, Costa Rica salió avante y sigue vivo en la eliminatoria y con base en disputar cada jugada de cada segundo con bravura, los Ticos terminaron por imponer su estratagema a los balbuceos tácticos de un pizarrón en decadencia como el del Tata Martino. Un pizarrón decrépito y con Alzheimer.

Una parte de 2020, todo 2021 y el comienzo de 2022 ratifican el caos en el equipo mexicano y confirman la crisis de mando en el equipo. No hay secretos ya:

1.- O el Tata perdió el control del equipo y los jugadores ya no creen en los rayones, garabatos, contradicciones y tachones de su presunto plan de juego, o 2.- Los jugadores ya no creen en Martino por los desplantes de soberbia de su auxiliar Jorge Theiler y la mejor forma de rechazar al valet del Tata es rechazar al propio entrenador o 3.- La confirmación es que simplemente esta generación es una generación perdida a la que le sobran los lastres anquilosados como Herrera, Andrés Guardado, Néstor Araujo, Héctor Moreno, Tecatito Corona y contando.

O la mezcla de todo lo anterior.

Es decir, esta es una generación perdida que se siente abandonada, desamparada por un perdido Gerardo Martino que ha roto la brújula, el mando, el liderazgo y, principalmente, la autoridad, después de ser humillado y sobajado públicamente por el mismo Yon de Luisa.

La vieja hipótesis explota con animosidad desparpajada: si fracasó con el mejor Barcelona y con el mejor Messi y fracasó con la mejor Argentina con el mejor Messi, ¿qué puede conseguir con una de las peores generaciones de futbolistas mexicanos, a la mayoría de los cuales les ratificó puntualmente su condición de jugadores castrados, de eunucos indigentes e indignos de representar a la selección nacional?

Con todo esto, a México no le queda más que replantearse objetivos para el Mundial de Catar 2022: llegar al cuarto partido, sobrevivir a la fase de grupos. ¿El Quinto Partido? Sigue siendo una broma macabra de su propio fatalismo.

A final de cuentas, tenía razón Juan Carlos Osorio después del Mundial de Rusia: “Hay que trabajar mucho. No veo a los jugadores para un recambio generacional”.

Y eso es lo que ocurre. Los jugadores no ven en el Tata a un técnico capaz de enfrentar el recambio generacional y el Tata no ve en los jugadores el material de recambio generacional y, encima, se obsesiona con un estorbo tremendo en el área llamado Funes-to Mori-bundo. El nepotismo del paisanaje.

Ahora deberán enfrentar a Panamá. La Marea Roja tiene al Tri a tiro de piedra y sí, el Estadio Azteca lleno ya no impresiona a nadie, mucho menos vacío. Los canaleros jugarán de locales.

Por cierto, el experimento tramposo, falaz de Yon de Luisa funcionó a medias. Entre acarreados, paleros, patiños y compadres, metió a 2,000 aficionados en la tribuna. Aburridos, decepcionados, al menos no vociferaron #ElGrito, pero sí abuchearon estentóreamente al Mellizo y como chillido de soplapitos, pidieron la renuncia del Tata Martino, algo que ya se ha convertido en un corolario, en un estribillo al término de cada partido.

¿Presentará su renuncia el Tata? Hay un millón de dólares de finiquito al que no querrá renunciar.