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México gana con una limosna arbitral de la Concacaf

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Thomas Christiansen consideró "frustrante" que el VAR no revisara el penal sobre Lainez (0:59)

El timonel canalero externó su disgusto por el desempeño del árbitro central y el videoarbitraje en la derrota en el Estadio Azteca. (0:59)

LOS ANGELES -- Una victoria sucia, percudida. México vence 1-0 a Panamá con la limosna, con la dádiva gangrenada y generosa del arbitraje.

Iván Bartón decreta penalti sobre Diego Láinez. Sólo él y los corifeos serviles del Tri vieron la falta.

México no mejora, pero la victoria tiene esa faceta falaz y prostituida de ocultar los defectos y maquillar las deformaciones. Claro, los bobalicones y los groupies del Tri harán la alharaca festiva de convertir lo burdo en memorable.

Gerardo Martino salva el pellejo. Le llena el buche a los lloriqueos de Yon de Luisa (“siete de nueve puntos”) y de paso, mantiene vigente su contrato para tratar de llegar a Catar con las aduanas de Estados Unidos, Honduras y El Salvador en la última ronda del Octagonal Final de Concacaf.

La mejor lección para Gerardo Martino, si quiere verla, si sabe leerla, si puede entenderla, es que hay jugadores que reclaman la titularidad y que su obscena terquedad es puesta en evidencia.

Como antes, colocó dos boquetes suicidas en media cancha. Andrés Guardado, de nuevo, para corroborar que llega tarde a las coberturas, no anticipa y es despojado de balones y Héctor Herrera perdió de nuevo otra docena de pelotas, algunas de ellas de alto riesgo, y lo más grave, en entregas cómodas, naturales, de no más de 10 metros de distancia, pero, eso sí, la guapura artificial de quirófano y las lucecitas en el pelo no pierden su apostura.

Es evidente que Martino es alcahuete de ambos. Sostiene a Guardado y a Herrera, porque ellos le evitan una sublevación de los jugadores inconformes con él y con su capricho por Rogelio Funes Mori, al cual esta vez recluyó en la banca. Es un pacto pérfido de protección mutua.

Un primer tiempo de control total de Panamá. La Marea Roja aprovechaba las prótesis metales y físicas de Guardado y Herrera para, con cuatro o cinco hombres, posesionarse en la media cancha.

De nuevo, el jugador clave fue Guillermo Ochoa. Un par de atajadas y un par de disparos desviados permitieron a México sobrevivir en la primera mitad con el 0-0 como un simbólico fetichismo atorado en la garganta.

Para fortuna de México, Panamá decidió en el segundo tiempo manipular el marcador. No podía sostener el ritmo de la primera mitad y decidió apostar por un latigazo de sorpresa.

Además, en un momento de lucidez, entre su senilidad táctica, Martino coloca en la cancha a Tecatito Corona por Carlos Rodríguez, a Julián Araujo para dar la profundidad que no tenía Catita Domínguez y, forzado por una lesión en el hombro de Chucky Lozano, ingresó a Diego Láinez.

Si Panamá le había entregado ya la pelota y el espacio, los ingresos de Corona, y en especial de Láinez, le dieron velocidad, cambios de ritmo, alternativas de ataque y profundidad, aunque nada sobresaliente, pero lo necesario para un equipo canalero que ya sufría.

Llegaría el penal inexistente. Un caracoleo de Diego Láinez, quien pierde primero la pelota, pero se castiga y va en busca de ella. El silbante, de viejas simpatías con México, se come el desmayo del mexicano y condena al manchón.

Ahí, en el lunar blanco de las sentencias, ahí justamente, Raúl Jiménez goza de privilegios. Su disparo engaña al Manotas Mejía y México disfraza su tristona actuación con el humo generoso de una victoria patrocinada por el arbitraje.

Panamá intentó, pero ya en el pecado de ceder cancha y balón llevaba la penitencia.

Martino ingresó a Luis Romo para poner doble candado y extrañamente mantuvo a un Herrera que, por amarilla, se perderá el juego ante Estados Unidos.

Así, El Tata sobrevive y en una nación futbolera propicia, adicta al autoengaño y la abnegación, al auto flagelo de mentirse a sí misma como la mexicana, se conforma con la victoria sin atreverse a hurgar en los detalles por pánico a encontrar respuestas que no quiere.

Así, tercero en la tabla, con los mismos 21 puntos de Estados Unidos, su próximo rival, el Tata, el Tri y las veladoras corruptas de Concacaf tienen la oportunidad de clasificar de manera directa, aunque queda claro, con un pronóstico escéptico sobre si logrará pasar al menos la fase de grupos en el Mundial de Catar.

Y sí, por si estaba con el pendiente, el #FueraTata retintineó en redes sociales, en la tribuna del Azteca, con los 2,000 acarreados y en las afueras del estadio, pero Yon de Luisa no se atreve, como ni siquiera se atrevió a espetarle el ultimátum en su propia cara a Martino.