SAO PAULO (Enviado especial) -- En las últimas semanas, la palabra "Cotia" ha sido una de las más escuchadas en los medios colombianos. Todos hablan de este municipio paulista como si fuera un pueblo antioqueño o cafetero. Pero, ¿cómo es en realidad Cotia? ¿cuáles son los atractivos de la ciudad donde vive y sueña la Selección Colombia?

Cotia es un municipio de la Microrregión de Itapecerica da Serra, en el estado de Sao Paulo. Forma parte de la inmensa región metropolitana que rodea la capital paulista. Tiene una superficie de poco más de 325 kilómetros cuadrados y 205.154 habitantes. Hasta ahí, todo lo que nos dice Google, como para contextualizar cómo es el hogar del Seleccionado nacional.

El cuerpo técnico encabezado por José Pekerman eligió este sitio porque aquí se encuentra uno de los predios de entrenamiento de Sao Paulo FC, un lugar perfecto para concentrarse para el Mundial: alejado, tranquilo y con todas las comodidades. Pero este club no es el único atractivo del pueblo.

Cotia es conocida como la "ciudad de las rosas", por la presencia de Roselândia, una especie de reserva ecológica donde se cultivan flores y plantas ornamentales ubicada muy cerca del centro urbano. Durante muchos años, la visita a este lugar era uno de las excursiones más solicitadas desde el centro de la ciudad, sin embargo, con el tiempo perdió trascendencia y la festividad más importante de Cotia, "La fiesta de las rosas" ya no existe más.

En 1928, los hermanos Kurt y Hans Boettcher llegaron a Brasil procedentes de Erfurt, "la ciudad de las flores" de Alemania. Un año después adquirieron una chacra en Jabaquara y comenzaron a plantar dalias. Su emprendimiento fue un verdadero éxito y en 1934 necesitaron más espacio para sus cultivos y se trasladaron a Cotia. Allí se dedicaron sobre todo a las rosas, pero también a las dálias, caléndulas, gladiolos y a árboles de frutos.

A mediados de la década del 40, con la empresa ya muy firme los hermanos crearon "la fiesta de las rosas", una especie de reunión íntima para celebrar la belleza de sus plantas. En 1951 construyeron el predio donde hoy se encuentra Roselândia y en 1958 el festival quedó institucionalizado como parte del circuito de exposiciones oficial.

Esa fue la época de esplendor de Cotia, que creció al ritmo de su más importante atracción. Año tras año, muchas de las más importantes estrellas de la moda visitaron Roselândia. Hoy, lo que alguna vez fue un verdadero punto de encuentro de los amantes de las flores es un negocio de venta que todavía mantiene su belleza pero no el glamour de otros tiempos.

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Aficionados de ColombiaGetty ImagesEste Seleccionado le ha dado alegrías al pueblo colombiano, que le paga con amor y devoción

BRASILIA (Enviado especial) -- Tal como sucedió en Belo Horizonte hace cinco días, hoy Brasilia amaneció invadida por hinchas colombianos. Desde ayer se podía ver por las calles de la capital a miles de simpatizantes con camisetas amarillas, mucho más eufóricos incluso que en el estadio Mineirao. Es que la gran victoria de la Selección en el debut frente a Grecia les dio una inyección de optimismo a todos los cafeteros que están en Brasil para la Copa del Mundo.

La caminata desde el centro hasta el Mané Garrincha estuvo marcada por dos colores: el celeste de un cielo inmaculado y el amarillo. Amarillo por todos lados. El campo de juego está ubicado en un lugar abierto y eso permite ver un panorama mucho más amplio de la cantidad de espectadores que estarán en el juego contra Costa de Marfil. Todos ellos tienen una historia que contar.

Este Seleccionado le ha dado muchas alegrías al pueblo colombiano, que a su vez le paga con amor y devoción. Todos los jugadores del plantel son amados por los hinchas, desde el último suplente hasta el titular indiscutido. En Brasilia, muchos simpatizantes lo demuestran de una forma ya clásica: usar la camiseta con el nombre y el número del ídolo. ESPNFC.com charló con once hinchas. Sí, cada uno con una historia de amor diferente.

Alejandro, sobre DAVID OSPINA
"Yo soy arquero y para mí David es el mejor del mundo. En el primer partido jugó muy bien y lo seguirá haciendo en el Mundial. También lo quiero a Camilo Vargas porque soy de Santa Fe, pero Ospina es el mejor". Alejandro es alto y tiene ya pinta de arquero. Con 15 años, sueña con emular a su ídolo algún día.

Eduardo, sobre FARYD MONDRAGÓN
"Hice poner el nombre de Faryd en una camiseta porque es mi ídolo desde siempre. Él se merecía estar en este Mundial más que ninguno". Eduardo es caleño y en su camiseta amarilla tiene el nombre del arquero suplente del equipo y el número 1.

José Luis, sobre MARIO YEPES
"Siempre quise mucho al capitán, es un defesor muy bueno y en la Selección nos ha dado muchas alegrías. Para mí debe jugar siempre como lo hizo contra Grecia". José Luis es veterano como su querido Mario Alberto y espera volver a disfrutar de una actuación como la de Belo Horizonte.

John, sobre AMARANTO PEREA
"Es una pena que no pueda jugar en el Mundial, pero yo lo sigo queriendo igual y además nunca dejará de ser parte de la Selección". John no se olvida de uno de los futbolistas clave durante las Eliminatorias que no pudo estar en Brasil por lesión.

Fabián, sobre PABLO ARMERO
"Es mi ídolo absoluto porque en Medellín juego en su posición. Pablo sabe marcar muy bien pero también ataca y por eso hizo el primer gol del Mundial". Fabián, de 14 años, sabe destacar las virtudes de Armero y lleva su número con alegría.

Giovanni, sobre JUAN GUILLERMO CUADRADO
"Siempre juega bien y corre como ninguno. Es uno de los jugadores que siempre tienen que estar. Yo soy hincha de Fiorentina y cuando vino al club me puse muy feliz". Giovanni es hijo de italiano y tiene la casaca roja de la Selección con el nombre de su ídolo.

Juan, sobre JUAN FERNANDO QUINTERO
"Lo amo desde el Mundial sub 20. Soy hincha de Nacional y lo disfruté en el club aunque se fue muy joven. Espero que hoy juegue al menos unos minutos". Este paisa se llama también Juan y tiene casi la misma edad de su ídolo. Vino a Brasil con sus amigos y espera seguir de fiesta.

Andrés, sobre JAMES RODRIGUEZ
"Es el mejor de todos. Incluso cuando teníamos a Falcao, James también era mi jugador favorito por cómo juega y por lo que es como persona". Fue difícil elegir un testimonio porque la camiseta de James es la que más se puede ver entre los hinchas colombianos. Uno se encuentra con decenas de números 10. Pero las palabras de Andrés describen bien el sentimiento.

Guillermo, sobre TEÓFILO GUTIÉRREZ
"Soy de Barranquilla y lo quiero a Teo desde hace muchos años. En la Selección es muy importante por los goles y también por su amor por la camiseta". Guillermo, de 28 años, lleva el nombre de su ídolo con orgullo y sueña con gritar un nuevo gol mundialista.

John, sobre RADAMEL FALCAO
"Es nuestro ídolo máximo, aunque no haya podido jugar este Mundial. Fue la figura de las Eliminatorias y siempre deja el nombre del fútbol colombiano en lo más alto". Es otro de los nombres que más se repiten en las espaldas de los colombianos. El testimonio de John resume lo que piensan todos ellos.

Richard, sobre JACKSON MARTÍNEZ
"El mejor delantero que vi en el DIM y uno de los mejores colombianos que recuerde. Si es titular en este partido marcará uno o dos goles". Richard tiene más de 40 años según sus propias palabras y cree que su querido Jackson brillará en Brasil.

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Brasilia: Catedral Metropolitana Nossa Senhora AparecidaGetty ImagesLa construcción más reconocida de Brasilia: la Catedral Metropolitana Nossa Senhora Aparecida

BRASILIA (Enviado especial) -- Brasilia no es una ciudad más. No hay que ser demasiado observador para darse cuenta de las grandes diferencias entre cualquier sitio que hayamos visitado y la capital de Brasil. Sus calles, sus edificios, sus espacios verdes, todo es muy particular, tiene una identidad propia que poco tiene que ver con una ciudad tradicional.

El periplo mundialista nos trajo al Distrito Federal, donde la Selección Colombia jugará su segundo partido frente a Costa de Marfil. Uno conoce la historia de la fundación de Brasilia, pero visitar esta metrópolis es como meterse en una especie de libro de George Orwell o de Aldous Huxley. Fue diseñada para ser la capital del futuro en una época en la que se pensaba el futuro como la ciencia ficción.

Brasilia no nació como cualquier pueblo. Tuvo una fundación "artificial". En 1956 se logró llevar a cabo un proyecto intentado varias veces en Brasil: el de trasladar la capital legislativa, ejecutiva y judicial al interior del país. El presidente socialista Juscelino Kubitschek decretó el comienzo de la construcción ese mismo año y fue inaugurada el 21 de abril de 1960.

Lúcio Costa fue el principal urbanista y Oscar Niemeyer el principal arquitecto. Entre ambos pensaron una ciudad cómoda, moderna y sin diferenciación de clases sociales. Este proyecto utópico fue cumplido de forma parcial, porque la población planificada era de 500.000 habitantes en total y hoy hay más de dos millones entre el centro urbano original y el área metropolitana.

Apenas llegué me dirigí al Estadio Mané Garrincha, como cada vez que arribo a un destino nuevo: el estadio es la primer visita. Es un campo de juego muy bonito en su parte exterior, con decenas de columnas que le dan una identidad particular, como para estar en sintonía con el resto de la ciudad. Adentro, es mucho más "vertical" que otros estadios y la disposición de las tribunas altas recuerdan al menos un poco a la Bombonera.

El estadio se encuentra en la avenida "Eixo Monumental", que significa eje monumental. No es sino la calle principal de Brasilia, la que recorre todo el Distrito Federal de norte a sur. Cuando uno deja la cancha y sale a la calle lo primero que ve es espacio libre. Mucho espacio libre. Entre el carril de ida y el de vuelta hay aproximadamente quinientos metros de césped y eso le da un aspecto de libertad espectacular.

Al caminar en dirección al centro, lo primero que se ve es la Torre de televisión. Es una antena de 224 metros que se ve imponente desde cualquier ángulo de la ciudad. Desde allí emiten muchas de las más importantes señales audiovisuales de la nación. Por otro lado, es uno de los pocos edificios importantes que no fue obra de Niemeyer.

En la continuidad en la caminata aparecen la plaza de las fuentes a la derecha y el distrito hotelero a la derecha. Así está organizado este pueblo: cada rubro comercial tiene su lugar y así se mantiene la organización. Un poco más adelante se encuentra la estación principal, que es el punto de entrada a la capital. La misma etá justo arriba del Eje monumental, en una especie de puente.

Luego, aparece la construcción más reconocida de Brasilia: la Catedral Metropolitana Nossa Senhora Aparecida. Está construida con una estructura hiperboloide y tiene un impresionante techo de vidrio. Fue diseñada y construida por Niemeyer y en su interior uno olvida al menos por un rato a las tradicionales iglesias. Estar en la Catedral es una verdaera injusticia. A su lado está el Complejo Cultural de la República.

Seguimos la caminata y allí a lo lejos se ve la Plaza de los Tres Poderes. Su nombre lo indica: es el hogar del poder legislativo, el judicial y el ejecutivo. En un mapa o incluso aquí mismo las distancias parecen cortas, pero en realidad son muy largas. Esa percepción tiene que ver con la grandeza de los espacios libres y el ancho de las carreteras.

La Plaza de los tres poderes fue pensada como un lugar donde las tres instancias de la República se unieran de forma pacífica y armónica. El Palacio de Planalto, el Congreso Nacional, el Supremo Tribunal Federal y el Palacio de la Alborada (la casa del presidente) confluyen en un mismo espacio físico que puede verse desde varios kilómetros a la redonda. El Congreso es el edificio más fácil de reconocer, porque son dos columnas al final de la Avenida.

En definitiva, una visita a Brasilia es toda una experiencia. Uno puede sentirse cómodo por estar en una ciudad bien organzada, que no sufre las dificultades a las que estamos acostumbrados, y a la vez puede sentir una extrañeza por esta capital fundada de manera artificial y que parece muy fría. Aunque esa gelidez desaparece cuando uno se encuentra con colombianos ansiosos por ver a la Tricolor en la cancha.

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BRASILIA (Enviado especial) -- La onda expensiva por la caída de España en el Maracaná se extendió por todos los rincones de Brasil. El colapso de un campeón del mundo es un hecho tan significativo que excede el ámbito en el que sucede y en estos momentos se habla de la derrota de la Roja en toda la nación.

Sergio Busquets
EFEEspaña se fue en primera ronda y los hinchas lo sufrieron

Este miércoles, Brasilia amaneció invadida de hinchas colombianos, que verán a su Selección frente a Costa de Marfil en el estadio Mané Garrincha. Sin embargo, en las sedes no hay sólo simpatizantes de los equipos que allí jugaron o jugarán, sino de todos los Seleccionados participantes de la Copa. Por eso, la capital del estado también fue un sitio de tristeza para los españoles que allí se encontraban.

Bastó una corta caminata por la avenida Eixo Monumental para cruzarse con una buena cantidad de hinchas de la Roja, que paseaban su pesar por el centro de la ciudad. Es que una derrota inesperada es una derrota que duele el doble. Es cierto que el equipo que dirige Vicente Del Bosque no llegaba en su mejor momento, pero nadie podía imaginar dos derrotas y siete goles en contra en los primeros dos juegos.

"Es un varapalo muy fuerte", afirmó Sergio, un madrileño que vive en Brasil desde hace cinco años pero que no perdió el amor por la camiseta de su patria. "Jugamos muy mal, demasiado mal y perdimos con justicia. Desde luego que este resultado es sorprendente", agregó antes de lamentarse por no poder ver a su Selección en la ciudad donde vive.

Cerca de la icónica Catedral Metropolitana nos encontramos con un grupo de seis españoles que parecían no haberse enterado de la derrota de su Selección. Estaban tomando cerveza y celebrando el simple hecho de estar vivos, porque otra cosa no podían festejar. Se habían ido del Fan Fest de Taguaparque mucho antes del final del partido y ya estaban de regreso en el centro de la ciudad.

"Ha sido una pena, pero el Mundial sigue y nosotros estamos aquí para pasarla bien", exclamó César, un madrileño y madridista que era el más tranquilo del grupo. Junto a él viajaban tres catalanes y dos valencianos. Se conocieron en Salvador -la sede del choque contra Holanda- y desde ese momento comenzaron a moverse juntos para todos lados.

"Estamos en Brasilia porque aquí hay dos arquitectos que querían venir a esta ciudad. Como no teníamos entradas para el Maracaná, decidimos hacer un alto antes de seguir viaje. Ahora no sabemos qué haremos", comenta Joan, un hincha de Barcelona que ve desde cerca como se termina una temporada que ya quiere olvidar.

La derrota de España es el fin de uno de los ciclos más brillantes de la historia. Entre 2008 y 2014, la Roja ganó dos Eurocopas y un Mundial, algo que nadie había hecho nunca. Esta decepción gigantesca no oscurece aquellos logros, que tienen un brillo propio, imposible de quitar. A Brasil 2014, el Seleccionado de Del Bosque llegó en un pésimo estado físico, sin grandes motivaciones y con más para perder que para ganar. Por eso se va en primera ronda.

Siguen los amigos españoles: "El Fan Fest fue una fiesta, estuvimos con los chilenos, que estaban muy felices y se lo merecen. Nosotros ya festejamos mucho ultimamente y no nos vamos a morir por perder una vez". Las palabras de César parecen muy sabias pero enseguida su amigo lo refuta: "por favor, no se puede jugar así, ha sido una vergüenza este equipo".

Tras la charla, los amigos se van a seguir con su viaje, que ya ha dejado de ser mundialista y se transformó en turístico. Aunque algunos intenten esconder la decepción, se ve en la postura que esta derrota ha pegado fuerte en la humanidad de una hinchada que, por primera vez en su historia, se había acostumbrado a ganar.

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El Pacaembú

FECHA
17/06
2014
por Damian Didonato

SAO PAULO (Enviado especial) -- Después de un día en Río de Janeiro, regresamos a nuestro queridos Haras Buena Fortuna de Cotia, en Sao Paulo. A estas alguras, ya había comenzado a extrañar un poco la tranquilidad de esta localidad alejada del centro paulista. En la capital carioca vivimos el Mundial como en ningún otro sitio, no sólo por lo que significa esa ciudad que nunca duerme, sino porque allí la fiesta de la Copa se siente en cada rincón de Copacabana, Barra o Ipanema.

Pacaembú
Getty ImagesEl estadio Pacaembú no es ajeno al Mundial

Río es el centro neurálgico de la Copa del Mundo. Allí se encuentra la Selección de Brasil y allí se disputará la final. También tiene al Fan Fest más grande del país y ha recibido a mayor cantidad de turistas que ninguna otra ciudad. Por estas razones, es el mejor lugar para sentir el Mundial en las calles, en los bares y en los restaurantes. Brasil 2014 está omnipresente en la cidade maravilhosa.

En este diario de viaje ya se ha hablado de lo que ocurrió en el Maracaná durante el duelo entre Argentina y Bosnia. Algo similar sucedió después del partido, en la noche y la madrugada de Río. A primera hora del día siguiente emprendimos el regreso a Sao Paulo, donde volvimos a encontrarnos con hinchas de varias Selecciones en el aeropuerto. Esto ya es un clásico, porque debido a las grandes distancias que se deben recorrer, la gran mayoría de los simpatizantes deciden trasladarse en avión de sede a sede.

Después de la tradicional cobertura del entrenamiento de la Selección Colombia, decidimos hacer una visita obligada para cualquier futbolero en Sao Paulo. Fuimos al estadio Pacaembú, que se encuentra en uno de los barrios más lindos de la ciudad. Claro que yo había visto esta cancha por televisión y había escuchado elogios por su estilo arquitectónico, pero en vivo y en directo es otra historia. Puede decir que es el estadio más lindo que vi en mi vida, al menos desde afuera.

El Paulo Machado de Carvalho se parece más a un Coliseo romano que a una cancha moderna. Fue inaugurado en 1940 por el presidente Getulio Vargas y en aquel momento fue reconocido como el estadio de fútbol más cómodo y moderno de Sudamérica. Tenía una capacidad para 70.000 espectadores y fue una de las sedes del Mundial 50. Allí, Brasil empató 2-2 con Suiza y Uruguay jugó sus dos primeros encuentros de la fase final.

Decíamos que la imagen de su entrada principal recuerda al Coliseo romano. Uno puede reconocer fácilmente que está frente a un estadio de fútbol, algo que con las canchas modernas no sucede. Hoy, uno no sabe si una construcción es un estadio, un shopping o un aeropuerto. La comodidad es mucho mayor, claro está, pero le han quitado un poco de identidad futbolera a los estadios. Por ejemplo, el Arena Corinthians es imponente, pero los paneles blancos de su estructura exterior poco tienen que ver con la imagen que uno tiene de un campo de fútbol.

El barrio Pacaembú es uno de los más bonitos de Sao Paulo y está justo arriba del estadio, que se encuentra en una especie de pozo. Uno accede a la zona residencial por dos calles ascendentes que se encuentran a los costados. Allí viven algunas de las familias más acaudaladas de la ciudad, que en ocasiones se quejan de tener tan cerca un escenario de la importancia del Pacaembú. Es que allí se han disputado decenas de finales del Paulistao, definiciones de Libertadores y grandes clásicos regionales.

El único problema de la visita es que no pudimos entrar al Museo del fútbol, uno de los más importantes de Brasil. No importa, siempre habrá otra oportunidad de tomarse al menos un mínimo recreo en medio de esta maravillosa Copa del Mundo para conocer los grandes tesoros del fútbol brasileño.

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RIO DE JANEIRO (Enviado especial) -- Inteligencia. Eso fue lo que hicieron los hinchas brasileños en el primer partido de la Selección Argentina en la Copa del Mundo. Es que cuando parecía que el equipo de Lionel Messi iba a ser absolutamente local en el Maracaná frente a Bosnia-Herzegovina, apareció un aliado sorpresa para los europeos: miles de torcedores estratégicamente ubicados en todo el estadio le hicieron una hermosa "guerra de hinchadas" a los argentinos.

Maracaná
Getty ImagesEl colorido de las tribunas del Maracaná

De la misma manera que el sábado Belo Horizonte se tiñó de amarillo colombiano, este domingo Río de Janeiro fue inundada por banderas y camisetas celestes y blancas. Decenas de miles de hinchas argentinos llegaron a la capital carioca para acompañar en el debut mundialista a su Selección, que por primera vez en la historia, podía sentirse local en el hogar del clásico adversario.

Copacabana, Barra e Ipanema no tuvieron el habitual colorido de turistas con shorts floreados sino que fueron invadidas por simpatizantes argentinos. Desde Ushuaia a La Quiaca llegaron para apoyar al Seleccionado, que debutó en la Copa con una sufrida victoria 2-1 frente a Bosnia. Se vieron hinchas de todos los clubes, desde Boca y River hasta Dock Sud, pasando por Chacarita, Chicago, Merlo y Temperley. Nadie se perdió esta fiesta en casa ajena.

Cuando subimos a las tribunas del descomunal estadio Mario Filho, todo indicaba que se vería una fiesta albiceleste, que el equipo que dirige Alejandro Sabella iba a ser absolutamente local. Había globos, papelitos y todo el cotillón habitual en Buenos Aires. Se cantaba por Messi, por Maradona y porque vamos a salir campeones como en el 86. Era el Monumental de Rio de Janeiro.

El momento del himno fue, como de costumbre, uno de los más emotivos de la jornada. Es imposible no intentar describir la emoción que se siente al vivir la canción de su propia patria en una Copa del Mundo, los acordes que a uno lo acompañan desde el jardín de infantes. Hay que intentar describir esos sentimientos pero saber que no se puede, porque es algo para vivir y punto. La particular forma en la que se cantan los primeros pasajes del himno atronaron en las tribunas y le dieron una inyección de ánimo a los jugadores, que marcaron el primer gol a los tres minutos.

Pero antes, justo cuando Messi y Agüero dieron el puntapié inicial, se produjo lo inesperado. Una catarata de silbidos cayó sobre el campo de juego del Maracaná. Sí, los abucheos taparon los aplausos que siempre se generan cuando comienza un encuentro. ¿Qué pasó? Se preguntaron varios. ¿La gente se equivocó y piensa que los de azul son los argentinos? No, nada de eso. Miles de brasileños salieron de su escondite y dijeron presente.

"No se van a salir con la suya en nuestro propio suelo" puede haber pensado el ideólogo de esta magnífica jugada estratégica. Había grupos de torcedores en todo el estadio, ubicados con precisión para generar un contrapunto perfecto con la enorme cantidad de argentinos. La mayoría estaba vestido con la verdeamarela, lo que además le dio un marco muy estético al partido.

Uno puede pensar que, al haber argentinos y brasileños juntos en las mismas tribunas, sin ningún tipo de separación, pueden generarse conflictos o incidentes. Más aún si los dueños de casa festejan cada acción de Bosnia como si fuera de su propio Seleccionado. Sin embargo, salvo algún conflicto aislado, los noventa minutos transcurrieron en paz. Habrá que ver qué sucede en las próximas jornadas si esto se repite.

Con el resultado puesto, se puede decir que todos quedaron conformes. Los de Brasil porque su rival más temido no jugó bien y repitió viejos errores y los de Argentina por los tres puntos y el golazo de Messi. Además, todos se fueron con una sola esperanza: reecontrarse en esta misma cancha en la gran final. Esta Copa del Mundo se merece un cierre mítico.

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BELO HORIZONTE (Enviado especial) -- Por primera vez en la historia, Belo Horizonte se vistió de amarillo, azul y rojo. Ni Cruzeiro ni Atlético Mineiro tienen los colores que hoy adornaron la capital de Minas Gerais desde la madrugada. Es que aquí, en el remodelado estadio Mineirao, debuta la Selección Colombia en la Copa del Mundo y por eso la Tricolor está omnipresente en todas las calles de la ciudad.

Hincha Colombia
APEl entusiasmo colombiano invade Belo Horizonte

En la entrega de ayer de este blog contábamos que los colombianos eran mayoría en el aeropuerto. Hoy, ese número se multiplicó y la marea amarilla tiñó no sólo los alrededores del campo de juego, sino todo Belo Horizonte. El estadio Governador Magalhães Pinto tiene capacidad para unos 70.000 espectadores, que en este partido serán mayoría de colombianos.

"Que tarde tenemos que ganar" es el canto que más se escucha entre la gente que espera por asistir al encuentro más importante de los últimos años para el fútbol cafetero. Es que desde 1998 que el pueblo colombiano no siente la gloria de disputar un Mundial y había una necesidad muy grande por estar presente en esta fiesta. Por eso, todos los que tuvieron la oportunidad no dudaron en emprender el viaje. Como Jorge, que llegó en auto desde Cali después de una odisea de diez días: "El viaje valió la pena para vivir todo esto", afirmó.

Hay cientos de historias en las calles mineiras, todas vestidas de amarillo. Como por ejemplo la de siete amigos bogotanos que se juramentaron estar presentes en este partido después de celebrar la clasificación en el Metropolitano de Barranquilla. Ellos traen camisetas amarillas, azules y rojas, cada una con una letra y forman la palabra "Colombia".

También hay muchos niños, que jamás en su vida habían visto a su Selección en una Copa del Mundo. Jóvenes menores de 16 años, fanáticos del fútbol, que por primera vez sentirán lo que sintieron sus abuelos en Chile 62, o sus padres en Italia 90, Estados Unidos 94 y Francia 98. Ellos son los que más feliz están. Como por ejemplo Jackson, el tocayo de uno de los delanteros del equipo: "Para mí es un sueño y sé que Colombia va a ganar".

Lo que más se puede sentir en las canchas y dentro del estadio es la felicidad de la gente por volver a ser. Es como que lo primero que necesitaba el hincha colombiano era volver a sentirse importante. Algo similar a lo que dijo José Pekerman en la rueda de prensa: "Esta clasificación es importante porque vuelve a poner a Colombia entre los mejores". Y eso se puede sentir en los minutos previos al choque con Grecia.

Es cierto que son mucho más los colombianos, por la pasión que hay en esa tierra por el fútbol y por la cercanía con Brasil, sin embargo, también hay hinchas griegos en Belo Horizonte, claro. Son grupos pequeños, de cuatro o cinco, pero muy ruidosos y pasionales. Fue bastante difícil -por no decir imposible- conversar con ellos debido a una cuestión idiomática, aunque uno de ellos, Angelos, hablaba inglés y dijo que estaban convencidos de que éste será su mejor Mundial.

Como siempre ante el debut de tu Seleccionado en una Copa del Mundo, las expectativas son las mejores. Pero esta vez Colombia no tiene el existismo exacerbado de otros tiempos. Han aprendido la lección de no creerse campeones antes de jugar y, aunque claro que hay confianza, los hinchas saben que nada será fácil. Así lo resumió Ángel, un cucuteño que llegó junto a su familia: "Tenemos un buen equipo, pero falta Falcao y es un grupo difícil. Vamos a ganar pero hay que tener cuidado". Claro que también se mezclan los mensajes desmesurados, pero no son la mayoría.

El recuerdo del ídolo también está presente en el Mineirao. Decenas de camisetas con el nueve y el número de Falcao homenajean al crack que no jugará el Mundial pero que sí ya está junto a sus compañeros en el estadio. También hay casacas de James Rodríguez, Teófilo Gutiérrez y Mario Yepes.

Así vive Colombia los minutos previos de su gran fiesta en Belo Horizonte. Sólo falta que ruede la pelota y las buenas sensaciones se conviertan en realidad. A jugar, por fin.

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SAO PAULO (Enviado especial) -- Después de presenciar el primer partido de la Copa del Mundo y con la emoción todavía a cuestas, dejamos por unos días nuestra casa de Cotia, Sao Paulo, y viajamos a Belo Horizonte, donde la Selección Colombia enfrenta este sábado a Grecia en su debut mundialista.

El viaje en avión es corto y cómodo, pero como sucede en cada paso que uno da en la capital paulista, el aeropuerto está muy alejado. Me tocó viajar desde Guarulhos, distante a unas cuantas decenas de kilómetros de Cotia. Fue difícil dormir pero con paciencia y contando ovejas pude pegar los ojos un par de horas. Muy temprano en la mañana me embarqué rumbo al estado de Minas Gerais.

Ya en el aeropuerto me encontré con hinchas de Australia y Chile que iban a Cuiabá, de Suiza rumbo a Brasilia, de Francia hacia Porto Alegre, de Alemania hacia Salvador, de Argentina rumbo a Río de Janeiro y de Colombia. Muchos colombianos. Cientos diría. Todos iban con una gran ilusión y esperanza en lo que puede hacer su equipo en este campeonato. La Tricolor copó el aeropuerto de Sao Paulo al menos por un día.

El viaje transcurrió con normalidad, pero cuando el avión aterrizó comenzaron los gritos y los cantos. Fue como si haber tocado el suelo donde la Selección volverá a jugar por Copa del Mundo después de 16 años hubiera despertado de un largo letargo a los hinchas cafeteros.

Mientras esperábamos para bajar de la nave fui testigo de un diálogo maravilloso. Un hincha argentino había quedado rodeado de colombianos y esto fue lo que charlaban:

Argentino: "Pero Colombia tiene un grupo fácil, no se conocen ni los nombres de los equipos"

Colombiano: "Por favor, Costa de Marfil tiene a Yaya Touré y a Drogba y los japoneses pueden cambiar el equipo entero en el segundo tiempo y nadie se da cuenta".

A: "Van a salir primeros, no juegan contra nadie, viejo".

C: "Sí, porque ustedes tienen un grupo muy difícil. Bosnia, Irak (sic) y Nigeria, Deberían hacer diez goles por partido con Messi".

A: "Si Pekerman no se equivoca como cuando dirigió a Argentina en 2006, van a llegar lejos, van a ver".

C: "Ese Messi que dejó en el banco no es el Messi que fue después, así que no fue un error tan terrible el de Pekerman".

A: "Bueno, la cosa es que van a pasar y que pueden llegar a jugar con nosotros algún día, porque les enseñamos como jugar a esto, cuando fueron muchos argentinos a Colombia hace tiempo. Zubeldía, Bilardo y otros".

C: "No es cierto. Con decirte que la Brujita Verón es barranquillero alcanza".

A: "Eso es verdad, nació allá, pero se crió acá y es de acá

C: "Lo que yo sé es que a ustedes le van a hacer comer un churrasquito y lo van a mandar para casa.

Y la charla siguió, aunque yo ya no fui testigo del resto del intercambio de posiciones. Seguramente habrá continuidad entre las muletillas clásicas como "bol*do y mar*ca", el diálogo siguió y muy probablemente se habrán ido a tomar algo todos juntos. Así es el Mundial.

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SAO PAULO (Enviado especial) -- "Hey, Dilma, vai tomar no cu". En el Arena de Sao Paulo más de 60.000 torcedores disfrutaron de una verdadera fiesta popular en el comienzo de la Copa del Mundo, sin embargo no se olvidaron de expresar su descontento ante la gesión de la presidenta Dilma Rousseff.

Dilma Rousseff
Getty ImagesDilma Rousseff, vestida de verde, en el estadio

Desde antes de la Copa Confederaciones 2013, buena parte de la sociedad brasileña ha demostrado estar en desacuerdo con el desembolso de dinero que significó la organización del Mundial. Unos 15 mil millones de dólares fueron destinado a obras que la FIFA requería y eso ha causado una gran discusión en el país. Las protestas populares fueron muy fuertes durante la Confederaciones y, aunque disminuyeron, formaron parte del primer día mundialista.

Hubo seis heridos en Sao Paulo este jueves y, aunque en el estadio se vivió un día festivo, en la ciudad de Sao Paulo no hubo nada que celebrar. De hecho, varias horas antes del inicio del partido, las fuerzas públicas dispersaron una protesta pacífica en las tribunas mismas. Fuera, la policía reprimió a manifestantes y se generaron serios disturbios. Esto no se sintió para nada en las inmediaciones del campo de juego, donde sí hubo críticas a Dilma.

Las entradas al partido inaugural eran muy caras y por eso quienes asistieron eran ciudadanos de ingresos medios o altos. Estos sectores fueron críticos con la gestión de Dilma desde siempre, pero no son los únicos. Durante el gobierno de Lula unos 40 millones de brasileños salieron de la pobreza y ellos son los que hoy forman parte del colectivo que se manifiesta contra los gastos del Mundial.

Además de los abucheos a la presidenta, quien asistió al triunfo sobre Croacia junto a parte de su gabinete, el día previo al inicio de la Copa estuvo marcado por la amenaza de huelga en el transporte público. Finalmente todo funcionó con normalidad, pero la incertidumbre fue grande hasta último momento. El día hubiera sido caótico si el metro y el tren no habría prestado servicios.

Para muchos, Dilma se juega la presidencia en este Mundial. No sólo por la mejora del ánimo social si la Verdeamarela consigue el título, sino también por todo lo que apostó el estado al organizar este campeonato. Aunque su imagen sigue siendo buena y encabeza las encuestas, la aceptación no es la misma de otros tiempos. Hoy, obtendría 38 por ciento en los comicios, cuando alguna vez alcanzó el 50 por cincuenta.

En medio de este contexto problemático, dentro de la cancha empezó el Mundial. La Selección de Brasil ganó porque tuvo en Neymar y Óscar dos individualidades decisivas y porque el árbitro se equivocó demasiado en contra del combinado croata. El primer encuentro de Brasil 2014 fue entretenido e intenso, tuvo goles y buenas ocasiones de gol y dejó la esperanza de ver el mejor Mundial de los últimos años.

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Hincha
APBrasil ama el fútbol, pero el Mundial trajo conflicto
SAO PAULO (Enviado especial) -- Y llegó el día. Después de tanto esperar, de años de imaginar este momento, hoy comienza la Copa del Mundo de Brasil. Desde el final de Sudáfrica 2010 que muchos esperábamos este 12 de junio que hoy vivimos. Pasaron meses, años, goles, campeones, buenos y malos equipos. Todo para llegar al Mundial, que es lo que le da sentido a todo el resto. Sin este campeonato el fútbol no sería lo que es.

De acuerdo con el espíritu de este diario de viaje, escribiré en primera persona. Admito que las siguientes líneas pueden resultar un poco cursis, pero es lo que me sale hoy. Costó dormir, pero se logró aunque sea por un par de horas. Después de madrugar para asistir a la conferencia de prensa de la Selección Colombia, emprendí el viaje al Arena Itaquera. Transitar 50 kilómetros por Sao Paulo puede ser una verdadera odisea. No sólo por las protestas que se suceden a lo largo de la ciudad, sino también por la locura de tránsito que aquí se vive día a día.

"Si vas en carro puedes tardar cinco horas desde Cotia hasta el Arena", me dijeron ayer. Parece una verdadera exageración en un contexto normal, pero es la cruda realidad si de esta gigantesca metrópolis se habla. Entonces, la única alternativa para llegar a tiempo al estadio de la ceremonia y el partido inaugural era el metro. Ahí comenzaron los miedos por la amenaza de huelga. De todos modos, la Prefectura había asegurado el funcionamiento del transporte público. Sin el metro habría sido imposible llegar. Así de simple.

Llegué a la estación Butanta y quizás por primera vez desde mi llegada a Brasil sentí el consquilleo por tener la oportunidad de vivir una Copa del Mundo. Hasta ahora, la lejanía de la localidad de Cotia nos mantenía un poco al margen del calor popular que genera este evento. Sólo los hinchas colombianos que alentaron a su Selección en la primera práctica le pusieron un poco de ambiente futbolero a nuestra vida. Pero hoy es el día del comienzo del Mundial y las camisetas verdeamarelas coparon las calles.

En la estación el color amarillo copaba la escena. Hombres, mujeres y niños, casi todos vestían algo que los idenficara como brasileños. La mayoría se dirigía al estadio, pero los que no también decidieron recibir a la Copa vestidos para la ocasión. "Primero Brasil y después Colombia", afirmó un muchacho paulista que se encontró con un cucuteño enfundado en la bandera de la República de Colombia. Estaba seguro de que Brasil ganará el título, pero por las dudas ya eligió su segundo equipo.

El trayecto en el metro es largo pero muchísimo menos caótico que por carretera. En definitiva, el transporte público fue la mejor opción. Los trenes están en perfecto estado y todo funciona con fluidez. A medida que nos acercábamos al Arena Itaquera, la euforia crecía en los pasajeros. Muchos se subieron en la estación República de la línea Vermelha, que finaliza en el estadio. Cuando llegué, el Mundial se me presentó adelante de mis ojos.

Cientos de personas cantando y aplaudiendo, haciendo sonar las cornetas y saltando. Ahora sí, ya estoy en la Copa del Mundo. No me pellizqué, pero juro que la sensación fue esa: es acá, ya llegué. El sueño se hace realidad.

Miles de torcedores vestidos de amarillo caminaban rumbo al estadio a unas cuatro horas del comienzo del juego. Entre la multitud de camisetas de la Canarinha, algunos hinchas de Croacia se divertían bailando con brasileñas. Los europeos estaban igual o más felices que los sudamericanos. Tomaban cerveza -por supuesto- y cantaban mientras sus rivales de hoy les tomaban fotos. Hasta lograron "copar" la terraza de un restaurant cercano al Arena.

El camino desde la estación hasta el campo de juego es largo pero casi no me di cuenta. Entre la gente uno entiendo lo que significa un Mundial. No es un partido más, se siente en el aire. Es una mezcla de nerviosismo y de alegría. Además, en un país tan futbolero como Brasil esos sentimientos se hacen aún más fuertes.

La recepción en el Arena no fue para nada buena. Los voluntarios tienen voluntad pero ese oxímoron no alcanza para organizar bien un evento de semejante magnitud. La mayoría no sabía cómo ayudar a la gente que lo necesitaba y ellos mismos carecían de la información más elemental. Sin embargo, pudimos llegar a nuestro sitio de trabajo no sin algunos problemas menores. Y hay que decir que el estadio es espectacular. Tardaron mucho en terminarlo, pero es perfecto. Grande, cómodo, con facilidades para todos y muy moderno.

Cuando subí se me erizó la piel por enésima vez. Los preparativos de la tribuna copaban el panorama, pero lo que más importa estaba ahí. El césped y las tribunas. El fútbol. El Mundial.

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Arena Itaquera
Sao PauloEl Arena Itaquera todavía no está listo

SAO PAULO (Enviado especial) -- A menos de 24 horas del comienzo de la Copa del Mundo, el estadio Itaquerao todavía no está terminado. Sí, pasaron casi cuatro años desde la oficialización del proyecto de construcción y en el día previo a la inauguración todavía se siguen viendo trabajadores en los alrededores de la cancha.

La construcción ha sufrido muchos problemas, desde huelgas y dificultades burocráticas hasta accidentes mortales. De hecho, el derrumbe de una tribuna a fines de 2013 fue una de las principales razones de este retraso que ha puesto muy nerviosa a la FIFA.

El día de nuestra llegada a Sao Paulo, el domingo 8 de junio, nos acercamos a la Arena Itaquera para retirar nuestras acreditaciones. El estadio es hermoso y los edificios aledaños son muy modernos, lo que demuestra que esto fue mucho más que un proyecto futbolístico. Fue un proyecto urbanístico.

El problema fueron los tiempos, claro. Ese domingo continuaban las obras, que aún no fueron concluidas a un día del Mundial. A pesar de esto, la presidenta Dilma Roussef repitió que todo estará listo para el jueves y que no hay nada de qué preocuparse. Es cierto, faltan detalles, pero hoy hay más obreros que hinchas en las afueras del campo de juego.

Según informó el diario Folha de Sao Paulo, sólo restan los detalles finales, como por ejemplo los jardines y las flores que estarán en el exterior. Tampoco están finalizados los dispositivos lumínicos y el estacionamiento VIP. Esos sitios fueron tapados con lonas de FIFA. Si hay poblemas, que se note lo menos posible.

El otro gran inconveniente que podría presentarse el día de la inauguración es el del transporte. Los medios hicieron paro hasta este lunes y amenazaron con retomarlo el mismo jueves. Si esto sucede, la Prefectura pondría en marcha el "plan de emergencia para la Copa del Mundo", que garantizará el arribo de los torcedores al estadio.

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