Por una vez, la lógica primó en el fútbol. Brasil, la Selección con mayor cantidad de títulos mundiales, la única que jugó todas las Copas del Mundo y la líder en la tabla histórica mundialista, fue la primera en sella su pasaje a Rusia 2018. Hace ya varios meses el Scratch sabe qué es lo que hará en junio y julio del próximo año y por eso ya preparan su viaje al país más grande del planeta.

Según informó el diario O Globo, el plantel brasileño planea establecer su su cuartel general en la ciudad de Sochi. Aunque restan dos jornadas de las Eliminatorias y el conjunto que dirige Tite viene de empatar en Barranquilla. el equipo responsable de preparar el viaje a Rusia ya está en pleno trabajo.

"Estamos en un buen camino para encontrar el lugar más adecuado para la selección", dijo a O Globo el coordinador de la selección, Edu Gaspar, responsable por los estudios previos a la definición de la ciudad en que Brasil se instalará al menos en la primera fase.

Sebastião Moreira/EFEBrasil ya puede empezar a pensar en Rusia
"Nuestras prioridades son en la parte técnica. El mejor centro de entrenamiento, los mejores campos para prácticas, el mejor entorno", explicó Gaspar, quien viajará a Rusia antes de fin de año con la meta de visitar algunas ciudades y decidir el plan de viaje.

Aunque Gaspar no lo confirmó, O Globo señaló que la decisión está prácticamente tomada y que Tite ha aprobado la ciudad de Sochi, un balneario bañado por el Mar Negro, con un clima subtropical propio para los brasileños y que será una de las subsedes del Mundial.

Gaspar también explicó que el equipo técnico de la selección ya discute los amistosos que serán disputados después de la conclusión de las eliminatorias suramericanas, el próximo 10 de octubre.

Según el coordinador de la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF), la idea es que sean al menos siete partidos, de los cuales hasta ahora sólo esta confirmado uno, para el día 27 de marzo del año próximo en Berlín, frente a la poderosa Alemania.

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RIO DE JANEIRO (Enviado especial) -- La Copa del Mundo es lo más grande que hay. A veces se usa esta expresión con liviandad, como un lugar común. Por ejemplo: "esta milanesa es lo más grande que hay". Está claro que hay cosas mucho más grandes que esa milanesa, pero para explicar lo sabrosa que es se utiliza esa figura. Bien, en este caso no hay exageración alguna, porque la Copa del Mundo es lo más grande que hay, literalmente.

Argentina v Alemania
Getty imagesSe termina un mes cargado de pasión y emociones

No hay evento de la humanidad que se compare con el Mundial de fútbol. Despierta más emociones que ninguna otra cosa en los pueblos de todo el planeta y hace que, por un mes, sólo se hable de la pelota. Eso uno lo sabía desde antes de viajar a Brasil. Siempre ha respetado y valorado la trascendencia cultural de este campeonato y por eso no hacía falta vivirlo en el lugar de los hechos para comprender lo que significa. Sin embargo, estar allí, en el centro de todo, pone en verdadera dimensión lo que esto representa.

No hay región más futbolera que Sudamérica. En ningún otro continente se vive el fútbol con esta pasión. Por eso, que la Copa se haya celebrado aquí le dio una intensidad particular. En cada estadio había una energía especial, diferente a la que se ve en cualquier otro estadio. Quien haya asistido a clásicos nacionales, finales de Copa Libertadores, Champions League o Copas continentales sabe de qué se trata. Cada reacción esta exacerbada.

Esta Copa quedará en el recuerdo por muchas situaciones. Cada uno tendrá su momento destacado, de acuerdo a su nacionalidad o a sus gustos. Algunos eligirán la derrota impresionante de España ante Holanda, otros las victorias de Costa Rica contra Uruguay e Italia, otros cada uno de los goles de James Rodríguez, otros el remate al travesaño de Pinilla, otros la entrega conmovedora de Javier Mascherano en cada juego. Hay para todos los gustos.

Otra de las cuestiones que hizo de este el mejor Mundial que muchos de los que estamos vivos recordemos fue la paridad que hubo. Ninguna Selección se sintió ganadora antes de jugar. Brasil, el gran candidato, jugó frente a Camerún, el peor del torneo, y estuvo a punto de quedar abajo en el marcador. Argentina, con Messi, casi empata ante Irán. Costa Rica protagonizó, quizás, la triple sorpresa más grande de la historia. Argelia llevó al tiempo suplementario a Alemania. Colombia eliminó a Uruguay con una claridad impresionante. Cualquiera podía ganar y cualquiera podía perder. Pero esto no significó una merma en el nivel de juego, sino un incremento en lo que hace del fútbol el deporte rey: la competencia.

Como si fuera poco, Brasil 2014 entregó el resultado más increíble de todos los tiempos. Sí, todo puede ser discutido en el fútbol pero hay momentos en los que uno se da cuenta de forma automática que serán eternos. La goleada 7-1 de Alemania sobre Brasil en las semifinales será recordado como el partido más extraordinario de todos. Sólo el tiempo le dará la trascendencia que tiene, pero con un poco de lucidez uno puede ver lo grande que ha sido ese resultado.

Porque el Maracanazo es una marca que el pueblo brasileño tendrá por siempre, ni el paso del tiempo ni los cinco títulos ganados calmaron ese dolor. Aquel día, el Scratch perdió 2-1 la final contra Uruguay. Fue el batacazo más grande jamás visto. Pasaron 64 años y todos creían que había llegado la oportunidad de enterrar aquella frustración. Lejos de eso, se generó una herida aún mayor. Nadie sabe cuánto tardará el fútbol brasileño en reponerse de semejante humillación.

Luego de la derrota, los torcedores no dejaron de darle importancia al Mundial, todo lo contrario. Ese día, la nación entera lloró la desgracia, pero al día siguiente todos se pusieron la camiseta de Holanda para alentar al adversario de Argentina. Sí, como si no hubiese pasado nada, los brasileños se quitaron la canarinha y se pusieron la naranja. Ese día volvieron a sufrir, pero ya habían encontrado una manera de gambetear el dolor. En la final, sus vecinos cayeron contra Alemania y ellos celebraron el gol de su propio verdugo. Si alguien entiende esta situación, que la explique.

Cuando uno tiene la inmensa fortuna de vibrar con un Mundial en el país organizador, puede ver a la perfección como cada aspecto de la vida social está marcado por el fútbol. El Mundial está omnipresente. En cada charla callejera, en cada canal de televisión, en los diarios, en las escuelas, en los trabajos, en los medios de transporte. La Copa del Mundo llena todos los espacios, incluso los que ya estaban llenos. Se habla del marcador de punta de Bosnia como si fuese un amigo y se busca enseñarle a parar el equipo al entrenador de Suiza. Nadie está ajeno a la gran fiesta.

La Copa del Mundo es lo más grande que hay. Ver un Mundial en vivo y en directo, estar en la cancha mientras sucede algo que quedará en la historia, es el máximo sueño de cualquier futbolero de ley. Y todos los que nos dedicamos al periodismo sobre fútbol somos, primero, amantes de este juego. Por eso, hoy, el día después al final del Mundial quiero agradecer por este sueño cumplido. A la vida y a la pelota.

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RIO DE JANEIRO (Enviado especial) -- Es hoy. El día que le da sentido a todo lo demás. El día que puede cambiar para siempre la historia de un grupo de jugadores. Y quizás la historia de un pueblo entero. Porque el fútbol es mucho más que un juego, es una de las formas más nobles que tiene la humanidad de relacionarse. Por eso, el resultado del partido que jugarán Argentina y Alemania es tan trascendente. Porque será una de las mayores alegrías que una nación puede vivir. Así de simple y así de grande.

Argentinos, Río de Janeiro
Getty imagesMiles de argentinos llegaron a Río de Janeiro

Siempre es mejor no hablar en primera persona, porque las experiencias individuales siempre son subjetivas y cada hombre la vive de manera singular. Sin embargo, en un momento como este se hace muy difícil expresar sentimientos sin usar ese tiempo verbal. Quien esto escribe será testigo de la final de la Copa del Mundo en el estadio Maracaná. Traducir en palabra las sensaciones de estas horas previas es simplemente imposible. No hay palabras, o por lo menos yo no las tengo, para describir la emoción que genera un evento como este. No hay nada igual en el mundo. De eso si no hay dudas.

Se mezclan los sueños de la infancia, la primera pelota, los partidos con los amigos, las vivencias en las tribunas de todo el país, la vida como hincha y la experiencia como periodista. Es un cúmulo de sensaciones que crean una especie de estado de fragilidad emocional que pocas veces en la vida se da. Uno quiere creer que lo que se juega es sólo un encuentro futbolístico, pero en realidad tiene una carga mucho mayor, más significativa.

En un punto, es lógica pura. Uno abraza al fútbol como una pasión única. El fútbol llena muchos huecos, se transforma en una compañía, en un punto de unión con los seres queridos, en un sitio donde sentirse importante, en un lugar de pertenencia. Entonces, cuando se juega una final del mundo, que es el duelo más importante de todos, las emociones afloran como nunca. Y más aún uno de los protagonistas es tu Selección.

Todo esto es así en cualquier Mundial. No importa dónde y cómo se juegue. Sin embargo, lo que sucedió en Brasil 2014 potenció todavía más estos sentimientos. Porque esta es una de las naciones más futboleras del planeta, porque en Sudamérica se vive el fútbol con más intensidad que en ningún otro lado, porque el nivel de juego fue el mejor en mucho tiempo y porque muchos partidos ya forman parte de la historia por dramatismo y por jerarquía.

El 7-1 sufrido por Brasil, las victorias de Costa Rica contra dos campeones del mundo (dejando afuera a un tercero en el camino), la eliminación de España, los goles de Messi, el fútbol de Alemania, las apariciones de Bélgica y Colombia, la paridad en cada uno de los choques. Todo esto fue lo que convirtió a esta Copa del Mundo en la mejor de la era moderna. Esta sentencia es casi unánime. Esta es otra de las razones por las cuales la final de hoy es tan relevante.

Quien sea campeón, será uno de los cinco Seleccionados más importantes de todos los tiempos. Y quizás uno de los tres. ¿Por qué? Simple, porque si es Alemania habrá derrotado a los dos grandes sudamericanos, como visitante y desplegando un juego de muy alto vuelo. En tanto, si es Argentina, se habrá coronado en la casa de su clásico rival tras derrotar al verdugo del mismo. Además, ambos tienen argumentos propios: la Albiceleste cuenta con el fútbol de Messi y la Nationalmannschaft busca consagrar a una generación de lujo.

A horas del encuentro esperado por todos, Río de Janeiro se transformó en una ciudad más de Argentina. Unas cien mil personas llegaron desde el vecino país para acompañar a la Selección que dirige Alejandro Sabella. Aunque esta cantidad de hinchas podría llenar el Maracaná con comodidad, la mayoría no tiene entradas y verán la final en las calles cariocas. Este escenario le da aún más mística al partido.

Es hoy. Tardó mucho, pero el día ansiado por todos al fin llegó. Los neutrales lo esperaron desde aquella noche de 2010 en la que España venció a Holanda. Los alemanes desde que Brasil los dejó sin nada en 2002. Y los argentinos desde aquel lejano 1990 en el que este mismo rival les quitó la oportunidad de ganar el tricampeonato.

Pasaron 24 años desde el penal de Andreas Brehme en Italia. Mucho ha sucedido en el fútbol argentino desde ese día. Han habido cambios, han nacido y muerto grandes jugadores, han habido equipos inolvidables y también mediocres y han crecido amantes del fútbol que necesitaban de un partido como éste.

Desde ese humilde lugar, un cronista elige sincerarse en medio de la emoción por la final mundialista y suelta un deseo: ganen. Por mí, pero también por mi país. Por los pibes que corren detrás de una pelota y sueñan. Por las familias de todos. Por los que van a venir. Por los que se fueron. Por todos. Ganen, es su gran oportunidad. Devuelvan al fútbol argentino al lugar que le pertenece.

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Una pesadilla

FECHA
13/07
2014
por Damian Didonato
Fun Fest
Getty ImagesEl Fun Fest se llenó de locales

RIO DE JANEIRO (Enviado especial) -- A los brasileños no les importaba este partido. O mejor dicho, no los movilizaba. La increíble derrota 1-7 contra Alemania todavía retumba -y retumbará por muchos años- en los torcedores y por eso el duelo por el tercer puesto ante Holanda carecía de trascendencia en sí mismo. Lo que sí tenía relevancia era la despedida de la Selección local de la que iba a ser "su Copa del Mundo" y terminó siendo la vergüenza más grande de su historia.

Este sábado, Río de Janeiro amaneció invadida por argentinos. No es una figura metafórica ni nada de eso, es la más cruda realidad. Pasear por Copacabana es toparse con cinco argentinos por cada brasileño. A pesar de sentirse visitantes en su propia casa, los torcedores colmaron el Fan Fest carioca. De hecho, antes del inicio del encuentro debieron cerrar las puertas porque la capacidad ya estaba completa.

"Vine para despedir al Scratch", "estoy acá para repudiar a estos jugadores", "vinimos porque es el último partido del Mundial", "queríamos estar para festejar un triunfo en el último juego". Estas son sólo algunas de las razones que dieron los brasileños ante la pregunta "¿Por qué viniste al Fan Fest?". Después de la goleada alemana, uno podía esperar que poca gente apoyara al combinado anfitrión, pero tanto el estadio Nacional de Brasilia como la playa de Copacabana se mostraron repletos de camisetas amarillas.

Es cierto que en cada uno de los Fan Fest del Mundial uno puede encontrarse con hinchas de todas partes del mundo. Incluso de países que no se clasificaron. Por eso, no es correcto decir que los brasileños coparon el festival. Había mayoría, claro, pero también se podían ver holandeses, alemanes, mexicanos, colombianos, españoles y, claro está, argentinos. Cientos de argentinos. Dentro del área FIFA pero también fuera. Por todos lados.

Los vecinos armaron su propia fiesta ajena al partido por el tercer puesto. Es cierto que celebraron los goles de Holanda, pero le dieron la espalda a lo que sucedía en Brasilia y se concentraron en seguir alentando a su Selección, que el domingo irá en busca del título. Casi todas las canciones están dedicadas a sus clásicos rivales, que en esta ocasión tenían algo más de que preocuparse.

La Canarinha dio vergüenza, una vez más. Perdió 3-0 contra Holanda y quedó cuarta en el Mundial, pero la caída odría haber sido aún peor si la Naranja no hubiera regulado en muchos momentos del juego. El análisis futbolístico quedará para otro momento, pero es indispensable comentar el bajísimo nivel colectivo e individual de todo el equipo brasileño. Como frente a Alemania, no tuvo argumentos futbolísticos, anímicos ni físicos para contrarrestar las virtudes holandesas y volvió a tener errores defensivos imperdonables. Fue una caricatura de lo que se esperaba.

El público que acudió al Fan Fest estuvo como ausente desde el comienzo mismo del encuentro. La imagen de Neymar fue la primera que apareció en la pantalla tras una arenga forzada del maestro de ceremonias y eso levantó un poco a la multitud. Fue ovación para el crack malogrado. E indiferencia para el resto del plantel. El himno fue cantado tímidamente y el comienzo del juego no tuvo los aplausos característicos. Era como si todos hubieran ido a cumplir un trámite, a decir estoy presente.

Una goleada como la de Alemania hace tambalear hasta los preceptos más sólidos de una estructura futbolísticas. Y hasta pone en jaque a la historia. Será un golpe que Brasil tardará años en asimilar. Se notó en el primer partido post 1-7 y se seguirá notando por mucho tiempo. La gente está dolida. Ni siquiera se vio bronca ni enojo. Sí dolor y resignación. Por eso, no hubo entusiasmo nunca. Y menos todavía después de un penal en contra antes de los dos minutos.

La reacción fue algo así como "sigue la pesadilla". Tras la aparatosa caída de Arjen Robben se escuchó un "noooooo" tímido. Era como si el partido ante Alemania siguiera jugándose. Robin Van Persie definió con tranquilidad y Brasil ya perdía de nuevo. La gente hablaba con su compañero, se quejaba del arbitraje sin demasiada vehemencia, tomaba cerveza y pensaba en qué pasará en el futuro.

Antes de los 20 minutos Daley Blind convirtió el segundo tanto y ya no quedaron dudas: el Maracanazo había sido una gran campaña en comparación con este Mundial 2014 ignominioso. Holanda ganaba 2-0 y manejaba el trámite del juego a su antojo. La gente miraba en silencio mientras escuchaba el triste relato en portugués y de fondo los cánticos extasiados de los argentinos. Si eso no es una pesadilla, entonces qué es.

El resto del encuentro transcurrió entre la abulia y algunos silbidos aislados. El principal destinatario de los abucheos fue Luiz Felipe Scolari, en tanto que el único que despertó algún tipo de reacción positiva fue Hulk cuando ingresó. Ni siquiera había fuerzas para repudiar al peor Seleccionado de la historia del fútbol brasileño. No hubo llantos porque las lágrimas se terminaron el pasado martes, pero sí decepción. Una silenciosa decepción.

Tras la caída 0-3 y el cuarto puesto confirmado, algunos hinchas se quedaron en el Fan Fest para presenciar el show musical posterior, mientras que los que se fueron se encontraron con la fiesta de Argentina en la Avenida Atlántica. Cientos de hinchas cortaron el tránsito para festejar el hecho de jugar la final del mundo en la cara de sus acérrimos adversarios. Lo único bueno para los locales: queda sólo un día para que se termine este Mundial.

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