VettelGetty ImagesVettel fue el piloto más joven en marcar una pole position, subir al podio y vencer en un Gran Premio

BUENOS AIRES -- Hizo casi todo antes que todos. La única excepción fue el debut. Sebastian Vettel sólo tenía 19 años y 53 días cuando manejó por vez primera un Fórmula Uno durante la práctica oficial de un Gran Premio. El alemán irrumpió con BMW en los ensayos para Turquía 2006. Sin embargo, corrió por primera vez recién al año siguiente, y al borde de cumplir 20, en el Gran Premio de Estados Unidos 2007, en Indianápolis. Tenía 19 años y 350 días. El español Jaime Alguersuari, el neocelandés Mike Thackwell, el mexicano Ricardo Rodríguez, el español Fernando Alonso, el argentino Esteban Tuero y otro neocelandés, Chris Amon, hicieron su estreno con menos edad que el alemán. Salvo Alonso, ninguno ganó jamás una carrera.

El piloto más joven en marcar una pole position, subir al podio y vencer en un Gran Premio -todo logrado en dos días, en septiembre de 2008 y con Toro Rosso- es además el campeón más joven de todos los tiempos (etiqueta obtenida con 23 años y 134 días), el bicampeón, el tricampeón y el cuádruple campeón más precoz del sexagenario Mundial. A su edad, Michael Schumacher aún no se había asegurado su segundo título, Juan Manuel Fangio apenas había debutado como piloto, Alain Prost buscaba su primer triunfo y Ayrton Senna había ganado cuatro carreras.

Michael Schumacher, el ídolo de Vettel cuando era niño, aquel al que fue a ver de la mano de su padre al Gran Premio de Alemania de 1994, llegó a su cuarto título recién a los 32 años, en su décima temporada mundialista y sexta con Ferrari. A los 26, con un título y una docena de triunfos, marchaba hacia su segunda corona en fila, en 1995 y con Benetton. Schumi y Seb compartieron pista cuando el heptacampeón regresó a Fórmula Uno con Mercedes para sus olvidables últimas tres temporadas, de 2010 a 2012. Schumacher vio en vivo cómo su compatriota alcanzaba el cénit.

Fangio corrió por primera vez en autos en octubre de 1936, con 25 años y cuatro meses. Cuando llegó a Europa tenía 37 años. Al tiempo que la Fórmula Uno instauró su Campeonato Mundial, en 1950, el balcarceño estaba a punto de cumplir 39. Eso no impidió que el argentino ganara 24 carreras en 51 presentaciones y cinco títulos, el último a los 46 años. Fangio, el corredor con el más alto índice de efectividad en la historia, es uno de los tres pilotos más veteranos que ganó un Gran Premio y el más viejo en obtener un título.

El estreno mundialista de Alain Prost fue pocas semanas antes de que cumpliera 25 años. El francés ya tenía 26 cuando venció por primera vez, en el Gran Premio de su país en Dijon Prenois, en julio de 1981 y con el Renault Turbo. Luego añadió otras 50 victorias y conquistó cuatro títulos, la misma cantidad que ostenta Vettel (jalonados con 35 triunfos). Cuando el Profesor obtuvo el primero, en 1985 y con McLaren, tenía 30 años. Consiguió el último, con el Williams-Renault de suspensiones activas, a los 38.

Senna debutó en el Campeonato Mundial cuatro días después de haber cumplido 24 años. A la edad que hoy tiene Vettel, el brasileño había logrado cuatro victorias con Lotus. El primero de sus tres títulos llegó cuando ya tenía 28 años, en su primera temporada con McLaren. En diez años de campaña obtuvo 41 victorias y largó 65 veces desde la pole position, un record que tardó 12 años en ser mejorado. Otro tricampeón, Niki Lauda, había conseguido cinco victorias con Ferrari a la edad en la que Vettel ya hilvanó cuatro coronas. El austríaco marchaba en 1975 camino a su primera consagración. En cambio, el escocés Jackie Stewart obtuvo poco después de haber cumplido 26 su primera victoria en su temporada iniciática en el Mundial. A esa edad, el brasileño Nelson Piquet había corrido un puñado de carreras y el australiano Jack Brabham ni siguiera había debutado en Fórmula Uno.

En la perspectiva histórica, Vettel, flamante tetracampeón, parece tan chico aunque ya sea grande.

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BUENOS AIRES -- Precoz como siempre ha sido, Sebastian Vettel hace todo cuanto está a su alcance para que el Campeonato Mundial 2013 de Fórmula Uno termine cuanto antes. No importa cuántas carreras faltan en el calendario. Tampoco tiene demasiada relevancia dónde se asegurará su cuarto título consecutivo. Pudo haber sido en Japón, quizá sea en un par de semanas en India. La victoria en el Gran Premio en Suzuka, cuarta que logra -en los últimos cinco años- en la emblemática pista, novena de la temporada, quinta en fila y 35ª de su campaña, tuvo matices propios.

Vettel no estuvo en la pole position como en cinco de sus anteriores ocho triunfos. Ni largó bien, lance en el que suele destacarse. Corrió desde atrás casi la mitad del recorrido de 53 vueltas. Y tuvo la suerte que suele atribuírseles a los campeones. No bien partió, camino a la primera curva, quedó encajonado entre Romain Grosjean -excelso en la salida- y Lewis Hamilton. Sin intención, el campeón rozó con su alerón delantero la goma trasera derecha del inglés. El neumático, cortado, colapsó en el primer viraje. Aunque Hamilton completó el giro y los mecánicos cambiaron el juego, el campeón 2008 abandonó poco después porque el caucho roto había destrozado el piso del auto, que se volvió tan indócil como lento.

Ante el desafío que imponía la duración de los neumáticos, medios y duros según la provisión del proveedor, Red Bull usó dos estrategias distintas con sus pilotos. Los dos salieron con un juego de medios, los más blandos a disposición, pero Vettel paró dos veces y Webber realizó tres detenciones. Como los dos RB9-Renault perdieron con Grosjean en la partida, el francés de Lotus resultó un escollo adicional para lograr la victoria. Cada vez más asentado en el ritmo y en la pelea por la punta, Grosjean se mantuvo enfocado hasta el final.

El tricampeón Vettel aprovechó que sus neumáticos duros aún estaban frescos luego de la segunda detención para superar a Grosjean en plena recta principal y colocarse así detrás de Webber. Después sólo tuvo que esperar. El australiano, quien aún no ha ganado en esta temporada, la última de su carrera en Fórmula Uno, se detuvo por tercera vez a 11 vueltas de la bandera de cuadros y calzó neumáticos blandos para el ataque final. Webber quedó tercero en la hilera, pero no tardó en darle caza al Lotus del francés, aunque sufrió para superarlo y refrendar el doblete de Red Bull. Al cabo, fue el primer 1-2 de la marca austríaca luego de aquel polémico obtenido este año en Malasia.

Los demás jugaron a otro juego. Lejos e impávidos ante el ritmo de los Red Bull y el Lotus de Grosjean. Fernando Alonso volvió a limitar los daños que la Ferrari F138 le hace a sus pretensiones de campeonato. El asturiano terminó cuarto gracias a una buena arremetida final sobre el alemán Nico Hülkenberg, quien parecía que sería su próximo compañero de equipo hasta que la Scuderia sorprendió con la contratación de Kimi Räikkönen. Ahora a 90 puntos del líder, Alonso es el único piloto en condiciones numéricas de impedir el tetracampeonato de Vettel cuando sólo quedan 100 puntos posibles por sumar.

Räikkönen, ya fuera de concurso en la pelea por el título, terminó detrás de Alonso. Cerca del final superó a Hülkenberg con una exquisita maniobra, por afuera en la chicana. A pesar de esto, el alemán volvió a sacar provecho de las mejoras de Sauber, algo que también pudo capitalizar Esteban Gutiérrez. El mexicano sostuvo con autoridad al experimentado alemán Nico Rosberg, terminó detrás de su compañero de equipo y sumó puntos por primera vez en su campaña. En cambio, su compatriota Sergio Pérez perdió todo cuando se rozó con Rosberg en el frenaje de la chicana, y el spoiler del Mercedes cortó la rueda trasera izquierda del McLaren.

Escenario de 13 definiciones de campeonato (11 en Suzuka, una en Fuji y otra en Aida), Japón no contó con el honor en esta ocasión. Quizá lo tenga India, donde Vettel será campeón si termina entre los cinco primeros. El piloto más joven en largar desde la pole, subir a un podio, ganar, lograr un título, dos y tres, tiene lista otra marca de precocidad: será tetracampeón con 26 años.

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BUENOS AIRES -- Jamás buscó un pedestal. No lo quiso. José Froilán González pasó de pueblerino campechano a piloto profesional, corrió contra los mejores y les ganó, tejió una entrañable amistad con Juan Manuel Fangio y dejó anécdotas indelebles que lo pintan a imagen y semejanza del hombre que fue.

Como su familia no quería que corriera porque su tío Julio Pérez había muerto en una carrera de TC, Froilán decidió anotarse en las carreras con seudónimos. Primero se hizo llamar Canuto, como el acróbata de un circo. Y ganó su primera carrera. "Mirá, Froilán, acá dice que este Canuto es de aquí, ¿tenés idea quién puede ser?", le preguntó su padre mientras miraba el diario local. "Qué sé yo, papá, hay tantos locos en Arrecifes". Luego se cambió el apodo y se inscribió como Montemar, tal como se llamaba el caballo ganador de cuadreras que tenía un amigo. Cuando sus padres descubrieron que corría en autos, lo echaron de su casa.

A diferencia de Fangio, Pepe jamás ocultó su simpatía por el peronismo ni siquiera luego de la caída de Perón. El propio general intervino cuando Froilán recibió seis meses de suspensión en 1949 por haberle pegado a un comisario deportivo. González concedía que había sido buen amigo de Evita.

Después de una prueba en Reims, Ferrari le ofreció un contrato para la temporada de 1951 y le aseguró que iba a ganar el mismo dinero que Alberto Ascari. Froilán aceptó la palabra de Enzo y cuando le acercaron el convenio lo firmó sin leerlo.

Poco antes de largar el consagratorio Gran Premio de Gran Bretaña de 1951, el de la primera victoria de Ferrari en Fórmula Uno, Froilán se sintió mal. Largaba desde la pole y "estaba muy nervioso. Cuando faltaban minutos para la partida, empezó a sonar una sirena que me volvió loco. Me dio dolor de estómago. Desde boxes se veía una casilla de madera, le saqué un pedazo de diario a mi mujer y me mandé, pasando al lado de dos mujeres que había cerca de la puerta. ¡Los nervios habían hecho lo suyo! Cuando salí, vi el cartelito: Ladies. ¡Por eso estaban las viejas!"

Cuando paró a cargar combustible, pocas vueltas antes del final, le ofreció su auto a Ascari, que había abandonado. Era una práctica normal en la época y ya lo había hecho en Francia, donde Froilán y el italiano compartieron el segundo puesto y los puntos. Sin embargo, Ascari le apoyó su mano en el hombro y le dijo que siguiera. "El Toro de las Pampas", como le decían los europeos a ese corpulento retacón de casi 100 kilos, terminó dándole a la Rossa aquella victoria inicial, la primera de las 221 que tiene la escudería más ganadora de la historia, única que ha participado en todas las temporadas.

Compinche de Fangio, alguna vez ayudó al Chueco en entreveros de polleras: "Cuando Juan se accidentó en Monza, en el 52, estuvo mucho tiempo internado. Y él tenía una novia en Italia, que quería verlo a toda costa. Pero resulta que la mujer del Chueco estaba siempre al lado de su cama en el hospital. Como la novia insistía y ya no podíamos pararla, la disfrazamos de monja para que entrara a verlo. Así, con Juan convaleciente, de un lado de la cama estaba su mujer y del otro, la novia vestida como monja. Cada una le tenía agarrada una mano y el Chueco no quería ni hablar".

La muerte del argentino Onofre Marimón en la clasificación para el Gran Premio de Alemania de 1954, la primera de un piloto durante la actividad oficial del Campeonato Mundial, minó el ánimo de Froilán. Al otro día, González abandonó la carrera, apesadumbrado por la pérdida. Aquella competencia fue ganada por Fangio, al cabo campeón mundial con la Flecha de Plata. Froilán, quien no compitió en la última fecha, fue subcampeón.

El primer vencedor con Ferrari manejó hasta sus últimos días. Le gustaba pasar un par de horas diarias en su oficina de Uruguay al 150, donde recibía a quien quisiera verlo siempre con calcada amabilidad.

Aprovechando esa característica, el autor de estas líneas y tres colegas que preparábamos un libro sobre los primeros 50 años de Fórmula Uno tuvimos la osadía de pedirle a Froilán que escribiera el prólogo. Aceptó con gusto. Cuando fue invitado a la presentación, en un frío mediodía de julio y lejos de su casa, también agradeció el convite y sólo pidió que lo pasaran a buscar. Despuntaba el nuevo siglo y Froilán estaba cerca de cumplir 78. Hasta con sus gestos mínimos contribuyó sin proponérselo a forjar la fantástica leyenda que su muerte sólo pone en marcha.

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