La devastación dejada en la Isla del Encanto por el huracán María ha retrasado el inicio de la temporada en la liga de béisbol profesional Roberto Clemente.

Luego de muchos análisis, se acordó disputar un torneo recortado, en condiciones bastante anormales, pero que permitirá a los boricuas estar presentes en la próxima Serie del Caribe, a disputarse en el estadio de los Charros de Jalisco, en Guadalajara, México, en la primera semana de febrero del 2018.

Su ausencia hubiera sido un duro golpe para el evento, pues Puerto Rico, representado por los Criollos de Caguas, es el campeón vigente del certamen regional y sería triste que los puertorriqueños no pudieran defender su corona.

De esta manera se disolvió la amenaza de tener que celebrar el torneo con cuatro equipos, como ocurrió por muchos años. Y tendremos a los monarcas boricuas, junto a sus colegas de República Dominicana, Venezuela y México, países miembros de la Confederación de Béisbol Profesional del Caribe, y el campeón de Cuba como invitado una vez más.

Aunque una buena opción también hubiera sido convocar a una selección más, ya sea Colombia, Panamá o Nicaragua, que llevan años pujando por pertenecer a la Confederación del Caribe y participar en el clásico regional.

Sería una buena oportunidad para abrirles las puertas finalmente a por lo menos uno de esos tres países y quién sabe si a futuro a todos ellos.

Imaginemos en los próximos años una Serie del Caribe con ocho países: República Dominicana, Puerto Rico, Venezuela, México, Cuba, Colombia, Panamá y Nicaragua.

El principal problema para organizar semejante evento es económico.

Con cinco, Puerto Rico y Dominicana ponen peros y ni hablar de Venezuela, cuya situación sociopolítica actual es desastrosa.

Cuba, aunque sabe preparar torneos incluso mayores, tiene una economía en ruinas que le haría difícil acoger la serie con mucha frecuencia.

Solamente México está en condiciones para albergar una Serie del Caribe ampliada, pues tiene la capacidad económica y organizativa para ello, aparte de contar con los mejores estadios de la región.

Desde hace años, los mexicanos quieren ser la sede del clásico caribeño a perpetuidad o al menos, recibirla en años alternos, para aliviar a los demás de la carga que eso representa.

Otra variante que traería muy buenos resultados desde el punto de vista económico es incluir a Miami en la rotación.

Salvando las distancias, ya vimos en el Clásico Mundial la respuesta del público en la Capital del Sol a un tipo de torneo corto donde se involucran las pasiones nacionales.

Algunos alegarán que la Serie del Caribe ya se disputó en Miami anteriormente (1990 y 1991) y resultó un fracaso.

Pero entonces, la gran mayoría de la población miamense estaba compuesta por cubanos, quienes no apoyaron el evento al no identificarse con las novenas participantes.

Además, en 1990 se jugó en el Orange Bowl, una instalación para football americano, ya desaparecida, mientras que en 1991 se disputó en el viejo estadio Bobby Maduro.

Las condiciones han cambiado totalmente y para bien. Miami cuenta hoy con el Marlins Park, uno de los mejores estadios de todas las Grandes Ligas, ubicado en el área donde precisamente se levantaba el Orange Bowl.

Y la población miamense se ha diversificado hasta convertirse en una gran ensalada mixta, con grandes sectores de los países que participarían en esa eventual Serie del Caribe.

De las crisis salen grandes soluciones. El problema que planteó en algún momento a la Confederación de Béisbol del Caribe la posible ausencia de los boricuas podría ser el detonante para cambios trascendentales en el torneo, que en el 2019 cumplirá 70 años de creado.

Sería una buena manera de celebrar esas siete décadas.

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SANTO DOMINGO, República Dominicana -- Los jugadores sacaron notas altas y los organizadores muy bajas calificaciones en la Serie del Caribe del 2016, que terminó el domingo en el estadio Quisqueya Juan Marichal de Santo Domingo.

Los jugadores de Venados de Mazatlán (México), Tigres de Aragua (Venezuela), Cangrejeros de Santurce (Puerto Rico), Tigres de Ciego de Ávila (Cuba) y Leones del Escogido (República Dominicana) montaron un gran espectáculo en el diamante del parque de la capital dominicana.

Ocho de los 13 partidos terminaron por diferencia de dos o menos carreras y en tres se necesitaron entradas extras para conseguir un ganador. El cubano Félix Pérez, de Venezuela, ganó el primer Derby de Jonrones del evento y los equipos con el mejor desempeño, Aragua y Mazatlán, disputaron la gran final.

El último partido se decidió con un dramático cuadrangular de Jorge Vázquez en la novena entada, para dar a los Venados mexicanos el segundo título de su historia y a México el cuarto en los últimos seis años.

Sin embargo, fuera del terreno, la Confederación de Béisbol del Caribe y la Liga Dominicana de Béisbol tuvieron un desempeño por debajo del promedio. En las gradas, los aficionados de la orgullosa isla del béisbol, brillaron por su ausencia.

A diferencia de cuando el campeonato se celebra en una plaza mexicana, donde las atenciones a directivos, jugadores, periodistas y aficionados son de alta calidad y parte esencial del guión, en las otras sedes, incluyendo Santo Domingo en esta ocasión, la cortesía del anfitrión no es exactamente una nota destacada.

''En el terreno tuvimos una gran serie, pero en el aspecto organizativo hubo muchos desfases que necesitamos corregir urgentemente'', dijo Juan Francisco Puello Herrera, presidente de la Confederación de Béisbol del Caribe.

''Hay muchas cosas que deberían ser estandarizadas para todas las sedes. Admito que hemos descuidado ese aspecto, pero mi próxima misión es convocar una reunión para conseguir la autorización de las ligas para que la oficina de la Confederación del Caribe tenga un rol más activo en la supervisión del programa obligatorio que deben cumplir los organizadores de la Serie del Caribe'', agregó Puello Herrera.

Apenas 24,319 (3,474 por día) acudieron al parque durante la serie, una de las peores en la historia de seis décadas del clásico caribeño. A la final del domingo solamente entraron 3,007 pagando boletas.

Para que tengan una referencia de la debacle con la asistencia en Santo Domingo, solamente a la final del año pasado entraron más de 18 mil personas al parque Hiram Bithorn de San Juan, Puerto Rico.

Puello Herrera dijo que uno de los principales inconvenientes que tuvo el montaje de Santo Domingo 2016 no tiene que ver con la economía local u otra razón parecida, sino con la ausencia de un estadio moderno y cómodo como merecen el béisbol y los aficionados dominicanos.

''No tengo la menor duda de que con una instalación cómoda, los aficionados apoyarían más todos los eventos que se hagan en Santo Domingo. El estadio Quisqueya no tiene condiciones para montar adecuadamente la Serie del Caribe'', dijo Puello Herrera.

El comisionado del béisbol del Caribe confirmó que Culiacán será la sede de la edición del 2017 en el nuevo estadio BBVA Bancomer de los Tomateros y que las autoridades de la pelota cubana le mostraron un borrador para solicitar su ingreso formal a la Confederación y disposición de organizar el campeonato a partir del 2018.

''México ya está trabajando en todos los aspectos de la próxima serie. Con un año de adelanto ya tienen todo casi cuadrado. Esa es otra razón para mejorar las probabilidades de salir airoso'', dijo.

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