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Ricardo Cadena: 'Asumo que fracasamos en la búsqueda de calificar'
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LOS ANGELES -- Chivas eliminado y, sin duda, escucharemos la voz de los cobardes engolándola como valientes, sopranos del fracaso, barítonos de las excusas; jugadores, Ricardo Peláez, Amaury Vergara. Plañideras de su propia muerte.

Luis Enrique Santander, juez y parte rojiblanca, había indultado a Chivas. Él y sus dos veces compadre Yair Miranda, éste desde el VAR, habían saqueado a Puebla. Fingieron miopía, estrabismo, queratoconiosis, cataratas y lagañas masivas para no marcar dos penaltis clarísimos y una inevitable roja para el Tiba Sepúlveda.

Santander ha hecho más por el Guadalajara que Amaury Vergara en toda su gestión.

En la serie de penales, digna y merecidamente, Puebla va a la Liguilla a tirarle un trabalenguas al América que, seguramente, sabrán resolver en Coapa. No será fácil, pero será posible.

¿Chivas? Tres meses de vacaciones, es decir, Fiestas de Octubre y a prepararse para el maratón Guadalupe-Reyes, bacanales que arrancan el 12 de diciembre y terminan el 6 de enero.

Como canta el gurú rojiblanco, Cristian Nodal: “Botella, tras botella ando tomando pa’olvidarme de ella…”. La Liguilla es al Guadalajara lo que Belinda a Nodal.

¿Qué se viene en Puebla? Una nueva alza de Nicolás Larcamón en la Bolsa de Valores de la Liga Mx. Lástima que Amaury sepa más de Alfonso Zayas, de Tun-Tun y del Borolas que del técnico argentino.

¿Qué se viene en Chivas? Un cisma y un sismo. Ojo, a todos los niveles, hasta donde despachan dos parias del futbol como Mariano Varela y Javier Mier. Lástima por los chavos de fuerzas básicas, otra vez, de la ilusión al orfanatorio. Veamos.

1.- Tratando de humillar al ex Rey Midas, Peláez juramentó en una conferencia de prensa: “El día que me vaya (de Chivas), me iré sin pedir un centavo”.

Seguramente, este lunes amanecerá su renuncia en el escritorio de Amaury, aunque tal vez se traspapele con las cintas VHS de los clásicos de teporochos que tanto adora el júnior. Tal vez tuvo razón Miguel Herrera en su momento.

2.- Es de esperarse que el resto de la Familia Vergara confronte, finalmente, a Amaury. Queda claro que un equipo adicto al fracaso es la peor imagen que puede tener OmniLife.

Polvos y bebidas milgrosas, pero que ya no llegan ni a la Liguilla. Al grito populachero de “¡Cácaro, deja a la boletera!”, la situación es tan dramática que el tío y las hermanas de Amaury le han pedido que se busque un sustituto y él se dedique a lo mismo que cuando Jorge estaba en vida: a nada.

3.- Y, claro, Chivas se devalúa. Vienen tiempos de negociaciones; contratos televisivos, patrocinadores y el escenario de una afición harta, descontenta, burlada, ninguneada, manipulada a base de dedazos de atole, pésimas decisiones y terribles contrataciones.

¿Cómo negociar como protagonista del futbol mexicano a un equipo que se ha convertido en comparsa, en pelele, en patiño?

Chivas insulta hoy las memorias del Campeonísimo.

4.- Deseable será que mantenga el proyecto de Ricardo Cadena, pero es fundamental que lo consoliden y lo respalden con autoridad, jerarquía, personalidad y refuerzos. Ha demostrado que tiene habilidades tácticas, emocionales y estratégicas, pero cuando hay una muñeca directiva tan frágil, tan voluble en cuestión de autoridad, al técnico se le debilita.

5.- La limpia es urgente. Los grandes refuerzos de Peláez no han funcionado. No comparto los reclamos de los allegados a los Vergara de que se investigue la pulcritud de sus operaciones con una auditoría. Él podrá hacer mal las cosas, pero es difícil creer que, además, hace cosas malas, pero es el momento de liquidar a los padres de los escándalos alcoholizados y bastardos de la cancha: Calderón, Briseño, Mozo, Ormeño, Angulo, Alvarado, Ponce, Mier, Molina, y contando.

El problema es quién compra desecho tóxico.

Ojo: Chivas tiene tres largos meses para replantear totalmente su futuro. Debutan en la segunda semana de enero. Tiempo hay de sobra.

El problema, ciertamente, es contar con personajes capaces y capacitados para construir algo de estas ruinas que quedaron en Puebla a pesar de la conmiseración de Santander, y no hay garantía de que en Chivas los tengan, además de que tampoco tienen la habilidad para identificarlos, encontrarlos y contratarlos.

No es lo mismo comprar un cargamento de fosfatidilserina para sus menjurjes que a un tipo que conozca de futbol.

¿Llegó el momento de que los momentos de contingencia de la Familia Vergara estén por encima de la promesa hecha a Jorge Vergara de no vender al equipo?

Cierto. El problema es el mismo del tercer apartado: ¿cuánto vale un equipo que ha perdido afición, protagonismo, millones de dólares, trascendencia, respeto, honorabilidad, jerarquía y dignidad?

En su momento, una copropietaria de cuyo nombre no quiero acordarme, dijo que el equipo valía $900 millones. ¿Quién pagaría hoy eso por un club en desgracia, con futbolistas decadentes y con un estadio que apenas registra dos o tres llenos por años y más por sus rivales que por el Guadalajara mismo?

Tal vez el escenario drástico y dramático para Amaury Vergara es ya ineludible: a Chivas lo vendes, lo abandonas o lo hundes.

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LOS ÁNGELES -- Benjamín Mora era, hasta este miércoles, un desconocido para casi todo el futbol mexicano. Hoy es el nuevo técnico del Atlas.

Sus escarceos como entrenador en México no seducen a nadie. Su hoja de vida en Malasia, país 146 en el ranking de FIFA, no son cuentas menores: nueve títulos con los Tigres del Johor Darul Ta’zim. Ahora, de los clásicos ante Pahang y Felda United, Mora deberá concentrarse en los de Chivas.

Viñeta Rafa Ramos

Alejandro Irarragorri no teme aventurarse. Fue quien trajo por primera vez a Diego Cocca a México, y lo maldijo con el mote de “Guardiola de América”. Fue un fracaso. Lo intentó de nuevo con el Atlas, y obtuvo un Bicampeonato, más allá de las benditas equivocaciones de la tropa arbitral.

El mismo Irarragorri sufrió un fracaso con Luis Zubeldía, pero acertó con otro desconocido en México, Pedro Caixinha, y Guillermo Almada ha extendido su grato futbol hasta Pachuca. De todo pues, buenas, malas y pésimas elecciones.

Quién se atreva a describir a Benjamín Mora pecará de mitomanía y de arrogancia. Entiéndase que dar datos y cifras cortesía de Wikipedia es sólo un escapismo y una obligación de este oficio, pero ni remotamente nos muestra un perfil claro del nuevo técnico del Atlas. Decir que es trabajador, modernista, actualizado y estudioso es una obviedad, tomando en cuenta la sagacidad para atreverse a tocar puertas en Malasia.

El mismo Mora ha dejado claro que su gran anhelo era dirigir en México. Le espera un desafío. Pero, también le espera un plantel sólido, con el que además dispondrá de casi dos meses para ponerlo a punto para el Clausura 2023.

¿Traerá refuerzos de Malasia? Entre los diez mejores jugadores de la Súper Liga, nueve son extranjeros y sólo un nativo figura entre ellos, y su posición es lateral por izquierda, y de esos diez, nueve rebasan los 30 años. Pero, ojo, cuatro de esos diez, los dirigió el mismo Mora en el Johor: Jordi Amat (español), Fernando Forestieri (ítalo-argentino), Bergson (brasileño) y La’Vere Corbin-Ong (malayo).

Sin embargo, con la cultura del Grupo Orlegi, que se consolida poco a poco con Santos y Atlas, seguramente las primeras semanas, Benjamín Mora las dedicará a las fuerzas básicas, en lugar de buscar soluciones treintañeras y exiliadas en Malasia.

Una buena noticia para la afición rojinegra, es que el equipo de Mora dejó sello goleador en Malasia y que destacó en ese renglón especialmente como visitante. Sería, insisto, soberbio y obcecado, pretender decir que gusta del futbol ofensivo, espectacular, de posesión, y demás habladurías. Seguramente adaptará su estilo de juego a lo que tiene en el vestidor y al entorno de competencia de la Liga MX.

Ojo: el Clausura 2023 ofrece una oportunidad magnífica a los clubes. Tendrán en tiempo efectivo la posibilidad de hacer la mejor pretemporada de su historia, y eso podría favorecer un feroz e intenso ritmo de competencia. Un técnico avispado no hará un trabajo de pretemporada sólo para el Clausura, sino también para el Apertura 2023. Es un año perfecto, para lucimiento de los buenos entrenadores, con buenos preparadores físicos.

Ciertamente los más afectados serán aquellos clubes que cedan jugadores a la Selección Mexicana para el Mundial de Qatar, pero sin perder de vista que al Tri le alcanzará para apenas tres partidos y abandonar el país anfitrión bajo las notas de Amarga Navidad de José Alfredo (“Diciembre me gustó pa’que te vayas...”).

Visto así, la presentación de Benjamín Mora será en un hábitat de alta competencia, dentro, ciertamente, de la competitividad mediopelo que a veces muestra la Liga MX. Pero significará un mayor desafío, porque ningún club podrá quejarse de que no pudo reforzarse a tiempo, o de que sus jugadores están cansados o lesionados.

Es evidente que en la negociación entre Irarragorri y Mora debió privar una palabra: paciencia. Este directivo a veces pierde los estribos y hasta sataniza entrenadores (Daniel Guzmán, Rubén Omar Romano, Dante Siboldi, Guillermo Almada), pero aún con ellos fue paciente, tolerante.

Así, Mora sabrá que no se espera un milagro el primer torneo, como incluso no se esperaba con Cocca en sus primeros pasos con el Atlas.

¿La afición rojinegra? Vive empachada. Le dieron un Bicampeonato. Con eso puede regodearse golosa y glotonamente un tiempo. De Mora dependerá que la misma cantidad de lágrimas que se derramaron en el Estadio Jalisco en el adiós a Cocca, vean una metamorfosis en aplausos en 2023. Al final, esa misma afición atlista siempre está dispuesta a nuevos tiempos de ser La Aflicción.

Al menos algo queda muy claro: Orlegi se atreve a algo más. No busca reciclar entrenadores, ni caer en esos malos hábitos de ser seducido por promotores sin escrúpulos. ¿Será cierto que fue el mismo Eduardo Fentanes quien le sugirió a Irarragorri poner atención en Mora? Sólo ellos lo saben, pero esas decisiones audaces son bienvenidas en un futbol con directores deportivos aburridos, simplones, facilistas, conformistas, que despachan desde su escritorio, y que no se atreven a ver más allá de sus “pinochescas” narices.

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¿De Atlista a A-Tri-sta?

FECHA
31/05
2022
por Rafael Ramos Villagrana

LOS ÁNGELES -- “Idos los amores, idos los humores”, refunfuñaba la abuela. Entonces, idos los festejos, idos los desfiles, idos los clamores, e idos, claro, los asteriscos y las sospechas (que los Riestra, que el VAR, que los árbitros), la realidad debe salpullir a los otros 17 equipos: Atlas está más cerca de un inesperado, incontemplable, impredecible, y cataclísmico Tricampeonato, antes de que América bese la 14 o Chivas albergue la 13.

Permítaseme la letanía gastada: este Atlas reniega de sus raíces. Insistí en diciembre pasado y en este mayo inesperado: esta versión rojinegra parece una versión bastarda, y descastada de La Academia, Los Niños Catedráticos y Los Amigos del Balón. Aquellos eran Jennifer López en el SuperBowl, y éste es Carmen Salinas y su Corcholata en su pulquería.

atlas-campeon-celebracion
ESPNAtlas, bicampeón del futbol mexicano.

Y claro, lo entiendo: aquellos magníficos exponentes del futbol generoso, generacional, genésico, del Atlas, tenían las manos vacías. Éste, el del Grupo Orlegi, ha sido dos veces campeón en menos de seis meses. Las nuevas generaciones rojinegras tienen más motivos tangibles de festejos que las nostalgias romanticonas y seniles por aquellos tiempos maravillosos de un futbol vistoso, encarador, desparpajado, insolente, seductor.

E insisto, este Atlas está más cerca de lo insospechado, de un casi apocalíptico Tricampeonato, que los otros equipos populares y populacheros, que hoy sufridamente contemplan cómo la Cenicienta Rojinegra se tardó 70 escalones y otras tantas zapatillas de cristal, antes de salir y regresar a palacio… y quiere adueñarse de él.

No, no me olvido de los “accidentes” arbitrales, ni de las casualidades del VAR, ni de la casi inmunidad absoluta de Aníbal Chalá. No me olvido de ese extraño sortilegio de que en dos torneos seguidos, dos alineaciones indebidas hayan ocurrido ante el Atlas, pero qué culpa tiene de la estulticia de los cuerpos técnicos rivales. No, imposible soslayarlo.

Leo y escucho una exigencia común: “Ahora, a reforzarse”. Es una referencia insulsa, desesperada, una supuración de la obviedad. ¿Se reforzó Atlas para ser Bicampeón? ¿Alguien puede llamar refuerzo a un despojo americanista como Emanuel Aguilera? Y sin embargo, sin ser clave, fue útil. El equipo carga con lastres costosísimos: Gonzalo Maroni y Franco Troyanski. El primero tiene más kilometraje en vuelos que en la cancha, y el segundo ha sido el Caballo de Troya de su propia carrera. Ambos fueron desplazados por jugadores mexicanos. Y ambos están a préstamo.

Vamos, Atlas fue capaz de “desforzarse” en pleno torneo. Fue vapuleado por vender a Jairo Torres (21 años) justo antes de la Liguilla al Chicago Fire FC de la suburbial MLS. ¿Alguien lo extrañó? Incluso, Jeremy Márquez, el vitoreado verdugo de Chivas, tras ser expulsado en el Juego de Vuelta ante Guadalajara, perdió la titularidad. Luis Reyes resultó un “Hueso” duro de roer y se adueñó del puesto.

Queda claro que en lugar de hacer apuestas costosas y riesgosas, Atlas puede nutrirse de lo que produce. Ahí, de donde sacó a Márquez, a Torres, a un espléndido Diego Barbosa, de ahí mismo, de su propia ubre, como en otros tiempos, antes de la sistematización de Marcelo Bielsa, y después de ella.

Recuérdese que la incubadora rojinegra le dio al Tri su mejor columna vertebral de la historia (Rafa Márquez, Pável Pardo, Jared Borgetti, Oswaldo Sánchez y Andrés Guardado), comparable sólo con la que alguna vez generó Pumas (Hugo Sánchez, Manuel Negrete, Félix Cruz, Olaf Heredia, Luis Flores, Rafael Amador).

Hoy por hoy, tiene al mejor portero en México: Camilo Vargas. Si no fuera por su edad, ya estaría con visado a Europa. Tiene una defensa que hace muy bien su chamba, dentro de un estricto aparato defensivo, en el que sus primeros mastines, sí, entérese, son Julián Quiñones y Julio Furch.

Especialmente tiene a un caudillo que es el único Bi-Bi de la historia de torneos cortos: Aldo Rocha. El tipo pujó y empujó en Morelia, y pujó y empujó en León, donde para su infortunio, había una media cancha poderosísima: Luis Montes, Gullit Peña y Gallito Vázquez. Ahora, en Atlas, ha dado muestras de personalidad. Él no lo dice, pocos lo saben: ha salido a la cancha en plena Liguilla con dolores, pero sin infiltrarse. ¿Lo vio domesticar a Tigres desde el manchón de las sentencias? ¿Cuántos jugadores con esa personalidad? ¿Será que acaso tanta testosterona, tantas gónadas espantan a Gerardo Martino? Hoy, el Tri, tiene capitancitos de chalupas y trajineras, no de trasatlánticos.

Por eso, hablar de refuerzos, parece un ataque de dislexia oportunista. ¿Alguien cuestiona a un higiénico jornalero de obra negra como Édgar Zaldívar, como para buscar otra versión soez, procaz, de los Maronis y Troyanskis? ¿Alguien se atreve a emplazar a la banca a un Javier Abella, con su mejor exposición, desde aquella su primera versión en Santos?

Adelante, los dos primeros peones de este proletariado del Atlas: Quiñones y Furch. Ahí empieza este tosco estilo de juego. Pero ellos lo hacen efectivo. Y cuando embisten, cuando al colombiano se le pega la gana retraer memorias de aquel fantasmagórico Abel Verónico, él sólo puede resolver partidos.

¿Furch? Es un mil usos en el ataque. A pesar de sus facultades de “killer”, se ha convertido en un humilde doméstico de sus compañeros. Si tiene que desaparecer de la línea de fusilamiento para que aparezca otro, lo ha hecho. Y bueno, ya sólo espera que la FMF le recomiende los mismos “coyotes” que usó, en plena pandemia, con las oficinas de la SRE (Secretaría de Relaciones Exteriores) cerradas, para naturalizar a Rogelio Funes Mori, quien aún convalece, aquejado todavía del estrés que las críticas le han generado, tras su impúdica impotencia para anotar.

Entiéndase algo: sumar jugadores con ese halo impostor de refuerzo suele generar incomodidades en vestuario y banca. Eso lo saben en Atlas. Buscan un perfil de jugadores dispuestos al compromiso desde este mismo martes, porque en julio arranca la refriega. Los divos tienen miles de egos que no caben en la estrechez de un santuario humilde como el rojinegro.

En Futbol Picante del lunes, el tema envenenado y sabroso era quién había formado este Atlas, el Grupo Orlegi o Diego Cocca. Ciertamente el riesgo lo corre Orlegi, porque incluso hubo un momento en que el técnico estuvo agobiado por malos resultados y cada vez que sonaba su teléfono, aterido, empacaba las maletas.

Ciertamente no es –ni será–, “el Guardiola de América”, como pomposamente lo llamó Alejandro Irarragorri al presentarlo en Santos. Es una falta de respeto para Pep. Pero entregar dos títulos en menos de seis meses a un equipo que vagó en los páramos dolientes del fracaso por 70 años, tiene un mérito incuestionable.

Y sí, ya sé que Usted, uno de esos pocos asiduos a este espacio, que tiene menos lectores que estrellas el Atlas, va a desempolvar los asteriscos de los Riestra, el VAR, los árbitros, y otras calamidades, causalidades y casualidades, de las cuales hemos ahondado ya antes aquí mismo, pero entiéndase que también, Pachuca, que nos embelleció el torneo durante casi 20 semanas, se resquebrajó en los últimos 20 minutos de la Final.

Además, se viene un torneo sabroso. Hay equipos que apuestan por lo que conocen y otros que juegan a lo desconocido, en una cita a ciegas entre su ignorancia y el suicidio.

América ungió a Fernando Ortiz, el interino milagroso. Chivas haría lo mismo con Ricardo Cadena. Cruz Azul firmó a Diego Aguirre. Toluca fortalece los planes de Nacho Ambriz. Pachuca deberá alquilar un diván para los demonios de Guillermo Almada. Miguel Herrera hurga en busca de defensas para unos Tigres más vulnerables que gato bodeguero. Puebla le cumplirá con refuerzos a Nicolás Larcamón. León ensaya con Renato Paiva. Mazatlán mantiene la apuesta por el triunvirato con Gabriel Caballero, Chaco Giménez y Gerardo Mascareño. Pumas arrima escapularios al misticismo de Andrés Lillini. Etcétera.

¿Concuerda, pues, en que en cuanto a proyecto armado, sólido, solidario, devoto, que sí, que juega feíto, y que sí, de repente las hadas se transforman en arpías arbitrales, amenaza con un Tricampeonato?

Lo cierto es que hace poco más de seis meses, el Atlas vivía en el exilio del anonimato. Hoy, es tendencia, bajo sospechas, bajo cuestionamientos, pero, sin duda, bajo admiración y una dosis inevitable de envidia. Pero, si todos ahí adentro tienen el espíritu acorazado de Aldo Rocha, tormentas vendrán de aciagas y sólidas injurias, pero mantendrá la sonrisa maliciosa, esa que por 70 años, en este equipo, era totalmente ajena.

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LOS ÁNGELES -- Diciembre 12, 2021. Atlas era el hijo adoptivo de todos, después de 70 años de ser el hijo de nadie. Estalló la fiesta en el Callejón de los Milagros. La había comenzado Cruz Azul en julio de ese 2021, rompiendo la monotonía castrante del fracaso durante 23 años.

Este 29 de mayo, Atlas es Bicampeón. Pero, esta vez la euforia no es nacional como aquel diciembre. Esta vez el virus del "sospechosismo" circunscribe los festejos a la feligresía rojinegra. ¿El resto del universo futbolero de México? Hace muecas y traga hiel infectada por el siempre infectado arbitraje.

No se le cuestiona al Atlas su futbol. Cierto, tacañito, deslucido, con proezas monumentales de su arquero Camilo Vargas, pero, al menos, en la cancha lo transpiró de manera pura, con fundamentos claros de sus capacidades y decisiones tácticas. Un equipo sólido.

Y no es su culpa que Pachuca, en los momentos clave, se asustó de la ventaja evidente de jugar más de 20 minutos contra sólo diez adversarios. A Guillermo Almada le siguen doliendo lo minutos importantes de los juegos determinantes. Aunque claro, se le agradece la exuberancia de futbol a lo largo del torneo.

Imago7Atlas

Sin embargo, el arbitraje mexicano, propenso siempre a la estulticia, la ineptitud o el dolo --o a todas ellas juntas--, termina, en sus decisiones, bobaliconas o torvas, equivocándose a favor del Atlas a lo largo de la Liguilla. Y en ese escenario, es inevitable la ecuación, ciertamente audaz, del nepotismo y del despotismo.

Alejandro Irarragorri, cabeza de Grupo Orlegi, tiene dos alfiles en puestos clave: Íñigo "Caín" Riestra al mando de las comisiones de la FMF --entre ellas la de Arbitraje--, y a su hermano José "Caín", al frente del proyecto del Atlas. Él los sugirió a ambos, él los estudió a ambos, él los ungió a ambos, y él los protege a ambos.

Inevitable la sospecha. Si los mellizos Riestra se permiten jugar a juez y parte con un nuevo cordón umbilical, más allá del materno, evidentemente generan suspicacia y escepticismo. No es sano que los dos deban besar la misma mano de quien les condecoró con semejantes puestos.

Ojo: no se cuestiona su capacidad ni sus talentos. Deben tenerlos, más allá del oportunismo laboral de encontrar un mismo mecenas. Porque los dos tienen estudios, porque los dos tienen formación, y porque, quienes los conocen hablan de su tesón y disciplina, por encima de su intelecto.

Asegurar que han sido capaces de manejar las dos coronaciones del Atlas, es temerario. Habría que tener pruebas tangibles, legalmente válidas y aceptables. De otra manera, todo se remite a la circunstancialidad de coincidencias y de momentos, sin poder establecer un nepotismo satelital. Claro, eso equivaldría a creer en el zodiaco y sus charlatanerías.

Este domingo, el árbitro Fernando Hernández vuelve a ser el protagonista oscuro, turbio, como en sus anteriores actuaciones, especialmente en Liguilla. Un arquitecto de desastres, con habilidades de albañil en demoliciones. Pero él sólo es culpable de su ineptitud o de sus malas intenciones. Porque, la pregunta clave, es quién lo designó. ¿Fue decisión de Arturo Brizio o fue una imposición? Como sea, habrá sido su última equivocación o sumisión como jefe del arbitraje, ante las versiones de que sería invitado puntualmente esta semana a "renunciar por motivos personales".

En tanto, en un juego que fue de más a menos, conforme Atlas consolidaba su trinchera, y Pachuca era víctima de la inmadurez de su plantel, de sus precipitaciones, y, nuevamente, la incapacidad de Guillermo Almada para saber mantener el orden y la serenidad en sus jugadores. Le pasó con Santos y le ha vuelto a pasar con Pachuca. Al equipo que mejor futbol jugó en el torneo, lo llevó de la mano al despeñadero.

Y Atlas Bicampeón, con asterisco o sin él por un apellido común en sitios incorrectos. Pero, que nadie denigre, o hecho por los jugadores, con un mariscal histórico como Aldo Rocha, Bicampeón con León y ahora con los Rojinegros. Ah, sí, ni con semejantes blasones, le obligan a Gerardo Martino a ojear sus actuaciones y hojear su hoja de vida.

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LOS ÁNGELES -- Trincheras contaminadas que se purifican en la cancha. Pachuca y Atlas, en la Final del Clausura 2022. Y promete tanto. Aún cuando se juegue en el estadio marchito de la indiferencia.

Dos equipos menesterosos en ratings, sin peso mediático; sin muchedumbres y sin arrastre. Atlas no pudo llenar el Jalisco en Semifinales. Y en Pachuca, la camiseta oculta frustraciones de una ciudad: debajo de ella, hay una amarilla, una rojiblanca, una azul, por hoy, colores, matices, del fracaso.

Y sin embargo, una Final que promete tanto. Porque viven en las antípodas del futbol. En esta jungla hay cazadores y carroñeros. De ambos necesita la ecósfera del futbol mexicano. Hay quien pinta murales y hay quien detiene el andamio del pintor.

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Imago7Jóvenes de Pachuca fueron impulsados por Guillermo Almada.

1.- Los Tuzos alzan valerosamente una bandera generalmente corroída por la mezquindad: el espectáculo, el espíritu del futbol. No es jugar para ganar como sea; no es mendigar errores ajenos, sino enaltecer las fascinaciones de este deporte. A lo largo del Clausura 2022, fue el único equipo que reembolsaba con futbol el precio del boleto. Descarado, dinámico, frontal, algo que no congenia con algunas personas torvas de su propia directiva.

2.- Atlas es distinto. Y se entiende. Se rompió un ayuno ulcerado, purulento de 70 años. El fin justifica los medios y los miedos. Pero, si no hay exquisitez, hay una brutalidad y disciplina que merece ser galardonada. Porque el futbol, caritativo, humanista, cobija el esfuerzo y la devoción, y el coraje y la rabia. Ojo: lejos de su escuela delicatesen (aquellos Académicos, Los Niños Catedráticos y los Amigos del Balón), pero ha demostrado que cuando debe y quiere, porque puede y sabe, soltar a sus mastines, es tan feroz como su antagonista de la Final.

3.- Pachuca rinde homenaje al futbolista mexicano. Su armazón es de casa y los jugadores extranjeros lo fortalecen. Guillermo Almada vendió los clavos de su cruz por Kevin Alvarez, Erick Sanchez, Daniel Aceves, Luis Chavez, Micky Tapias, Víctor Guzman, Fernando Navarro y Bryan Gonzalez. En el universo fascinado del futbol mexicano, sólo un tipo los ignora: Gerardo Martino.

4.- Atlas, en cambio, tiene un andamiaje extranjero, con un ángel de la guarda (Camilo Vargas), tres luzbeles (Julio Furch, Julián Quiñones y Aníbal Chalá), y tres defensas de medio pelo, sublimados por el sistema de juego (Martín Nervo, Emanuel Aguilera y Anderson Santamaría). Pero, sin duda, el Atlas de este Atlas es Aldo Rocha, sí, otro marginado por Martino. El capitán ejerce como tal, en tiempos de crisis, arria banderas, y en tiempos de destrucción, las despliega.

Vea pues, que será una Final sin morbos (futbolísticos), y sin los rancios aranceles y linajes de clubes dominantes. No habrá marabuntas festivas ni multitudes coloreando y atiborrando avenidas. Pero, la modestia pasional no erosiona la calidad futbolística de ambos.

Cierto, hay verrugas en la nariz de esta Final que parece guapetona. Hay tipos de cuello blanco de puños percudidos, y cuyos zapatos de charol ensucian la cancha, ulceran el balón y mancillan a sus equipos.

1.- Esa cofradía sanguínea de Caín José Riestra y Caín Íñigo Riestra destiñe la credibilidad, cuando se acentúan los errores arbitrales en favor del Atlas, y porque se acumulan de manera insalubre e insana. ¿Habrían cambiado la historia un VAR y un arbitraje menos miope y menos torpe? Dilema de los ociosos. Porque lo que Atlas hace en la cancha, embellezca o no, seduzca o no, ha sido serio, más allá de guarradas, como la de sacar un balón de la hielera y arrojarlo a la cancha ante Tigres.

2.- Si bien no hay morbo deportivo, hay, sin embargo, una perturbación institucional. Los Capuleto y los Montesco. Desde la inocua tribuna de medios y redes sociales, Alejandro Irarragorri (Grupo Orlegi) y Jesús Martínez (Grupo Pachuca), se destazan moralmente a verdadazos. Como sus equipos, confabulan desde recintos diferentes. Uno, es el preferido del amo y señor del futbol en México, es su dedo meñique, o el dedo índice acusador si es necesario, o el dedo mayor increpador. El otro, es el juanete, la fascitis plantar, de Emilio Azcárraga Jean, que ha incomodado su autocracia, su dictadura, aunque ha sido confinado al silencio desde el #TuzoGate difundido a horario estelar a nivel nacional.

¿Qué puede ocurrir en la cancha? La bendición para el espectáculo sería que Atlas recibiera un gol en los primeros minutos de juego. Obligaría, insisto, a que le soltaran las cadenas a sus mastines, sobre un equipo que se defiende con la pelota, y que exhibe fragilidad ante un acoso masivo.

Pachuca no modificará su forma de juego. Lo ha dicho su propio entrenador. Y motivos no tiene. Con tres tipos explosivos como Nico Ibáñez, Romario Ibarra y un furioso Avilés Hurtado, además del soporte ofensivo de esa pirámide de mexicanos, sólo sabe ver al frente. No recupera para especular, sino para atacar. Los kamikazes oran desde sus tumbas.

Así, esta Final no es para los obtusos feligreses de camisetas, clubes o jugadores. Es para quien gusta del futbol, aún cuando uno ataca con dos espadas, y el otro se defiende y contrataca con dos escudos. La definición de ofensivo y defensivo, aquí, es una formalidad, porque, al final, la historia hablará estrictamente del vencedor. Hay dos rutas: el elevador de los Riestra o el sudor puro y purificante del futbol.

Y, claro, saber si el delfín aspirante al trono de Emilio se consolida como tal, o si el insurrecto, desde los pasadizos de la intriga, recupera fuerzas en su lucha contra la monarquía que le ha quitado hasta el control legítimo del Salón de la Fama.

Ojo, si Irarragorri sigue sumando bonos, el más preocupado debería ser Yon de Luisa, que tras la maltrecha versión de la Selección Mexicana, ha dejado de ser el favorito del Salón Oval de Televisa.

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LOS ÁNGELES -- ¡Vaya tragicomedia! ¡Vaya aquelarre! Lo sublime y lo ridículo. De héroes y villanos. De hazañas y de trampas. De atletas y de payasos. De artistas y de ladrones. De genios y de ineptos. Y al final, Atlas es finalista del Clausura 2022.

4-2, goleó Tigres. 5-4 para Atlas en el global. El marcador narra el dramatismo, la histeria, el orfeón demencial de la tribuna durante los casi 60 minutos que se vivieron en el segundo tiempo. Aldo Rocha, el mariscal silencioso de los Zorros, al minuto 101, de penalti, dejó sólo humareda y cenizas en el Volcán extinguido.

Pero tanto que contar, tanto que revisar, tanto que dudar...

1.- Tigres estuvo cerca de ganar en la cancha, pero, también, por alineación indebida, de perder en la mesa. Cuando ingresa Florián Thauvin por Hugo Ayala ('46), tenía nueve jugadores no formados en México en el terreno. Otra vez ante el Atlas. Había sido el #ViñasGate y ahora el #ThauvinGate. "Fue culpa mía", la piojosa excusa de Miguel Herrera.

Imago7Aldo Rocha festeja pase del Atlas sobre Tigres.

2.- El recién ungido mundialista César R. Palazuelos, y el siempre denostado VAR, se adueñan del protagonismo perverso y promiscuo. Perdonan una roja a André Pierre Gignac, y árbitro y VAR se contradicen en su forma de legislar en la cancha. Doble moral en los penaltis. El árbitro hizo lo necesario para ser segregado de Qatar 2022. Sí, son unos sinVARgüenzas.

3.- André Pierre Gignac despierta, tarde e inútilmente, pero despierta con un hat-trick. Un penalti en el que un trabajo de proctólogo con la nariz de Hugo Nervo, terminó marcado como falta contra el francés, quien antes, al minuto 48 debió irse expulsado por un codazo sobre Gaddi Aguirre. Después marcaría a su estilo y con un penalti más.

4.- Y el aluvión felino. Atlas estaba sumido en el desorden, el desconcierto, el desamparo. Cuando Tigres estaba 4-1, los Zorros repelían desesperadamente los ataques. Y vinieron los excesos. Luis Quiñones, Thauvin y el Diente López, sintiéndose clasificados, quieren jugar como exquisitos, como malabaristas, como mimos del balón, y perdonan en el área. La soberbia es un veneno inmediato.

5.- Penalti para el Atlas. Carga del ex rojinegro Jesús Angulo sobre Aldo Rocha. Sin embargo, en jugada previa, hay una mano de Julián Quiñones que árbitro y VAR, coludidos con la estulticia y el dolo, no marcan. El capitán no falla. Serio, sobrio, seguro, se olvida del ridículo comediante, se olvida del bufón que tenía enfrente, y cobra abajo a la derecha del arquero guiñol de Tigres.

6.- Y claro, el Patón haría su show. Antes del cobro del penalti por Rocha, Nahuel Guzmán rompe en llanto, se convulsiona, se estremece, se asfixia, se colapsa, y como plañidera de su propia desgracia llora su Noche Triste. Después, al minuto 104', se hace expulsar, deliberadamente, por conducta antideportiva. Sí, el Titanic felino empezaba a quedarse sin roedores.

Encomiable, sin duda la reacción de Tigres. Lamentable que cuando había consumado --aparentemente--, su clasificación a la Final, se dedicó a ese futbol desagradable de los fantoches. Arriesgó y perdió. El futbol castiga a los patiños que lo ofenden.

Atlas, en tanto, pudo resolver antes el juego, pero erró. Cayó en desconcierto, en temores, en dudas, pero, para su fortuna, en los minutos finales, encontró de nuevo un desliz, delincuencial o de estupidez, por parte de los sinVARgüenzas, a los que seguramente Arturo Brizio, premiará con honores.

Ahora, los Zorros a esperar este domingo al otro finalista. Y que alguien cuide a Pachuca y a América, de los embajadores de caos, enviados por Brizio Carter, y comandados por Jorge Pérez Durán.

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LOS ÁNGELES -- Atlas, literalmente, deshoja las veleidosas Margaritas (el primer sobrenombre del equipo) de su propio destino. No tiene hoy el aroma exquisito y romántico de Los Niños Catedráticos, ni de La Academia, ni de Los Amigos del Balón. Sin embargo, hoy tiene la fragancia de Bicampeón. A veces deslumbra como murales de Orozco, y a veces subyuga como grafiti pueril en la estación Tetlán del Tren Ligero de Guadalajara.

No es ya el Atlas de las taquicardias, ni de los soponcios. No es el Atlas aquel, en el que cada aficionado rojinegro debía llevar a cada partido a su cardiólogo de cabecera, con una jeringa con epinefrina, y un marcapasos. No es aquel que esperaba al minuto 90 para saber si era un día propicio para matar o para morir. No es ya aquel, el de las bolsas de papel de la ignominia propia y el oprobio ajeno.

“A lo Atlas”, ya no. Ese credo que era una moneda en el aire, girando, oscilando, entre la propensión a la desgracia y la fe escuálida en la dicha. Porque ser Rojinegro, implicaba esa desazón del placer indeciso hacia la tragedia o hacia la felicidad. Con todo el sadismo del rojo, y con todo el masoquismo del negro. “Le voy al Atlas hasta cuando gana”, inmortalizó Ney Blanco de Oliveira, un brasileño que bebió mejores aguas en América y Toluca, pero que al final se compró un jorongo rojinegro, se declaró oriundo de Cocula, y renunció a su natalidad en Santos, Brasil, sin perder la intimidad eterna con O’Rei Pelé.

Getty ImagesJulian Quiñones y el Atlas festejan con Tigres

Hoy, el Atlas hace honor a aquello de Zorros. Ha resistido la salida de Jesús Angulo y de Jairo Torres, y eligió el torneo mismo para hacer su pretemporada. Se metió a la Zona VIP de la Liguilla como tercero, y lo hizo untado de vaselina, con 27 puntos de 51 posibles, y apenas por encima de América (26 unidades), además de ser el equipo menos goleado (15) al lado de Pachuca.

Pero, en la Liguilla, volvió a su versión del Apertura 2021. Sin embargo, se planta con mayor solidez que en aquel entonces. Juega al borde del precipicio ante equipos balanceados, pero es capaz de despedazar a los fortachones de rótulas frágiles, como pasó la noche del miércoles en el Estadio Jalisco. Tres, a los tristes Tigres triturados.

Tal vez Miguel Herrera no vio, o no supo ver, los primeros 15 minutos del segundo tiempo ante Chivas, antes de la expulsión de Jeremy Márquez, en el Juego de Vuelta de Cuartos de Final. Habrá sido, sin duda, el lapso más huracanado de los Rojinegros. Aníbal Chalá, Julián Quiñones y Julio Furch, con el sostén de Aldo Rocha, prometían una masacre caprina. La roja de Márquez obligó a regresar a la trinchera original.

Estaba dicho: los Tigres de Miguel Herrera tienen ataques de desorden. Y el resumidero de esos colapsos, es su zona defensiva, endeble, sin líderes y sin personalidad en la zona central, y cuando el único y púnico bastión es Guido Pizarro, es reflejo de que por tapar un hoyo en el fondo abriste otro en media cancha.

Cuando tus presuntos guardianes son Hugo Ayala, Jesús Dueñas e Igor Lichnovsky, volteas a la banca y están el Chaka Rodriguez y J. J. Purata, y bendices que Diego Reyes esté en la enfermería, queda claro que tienes menos defensas que una vacuna AstraZeneca y ya caducada. Sólo te queda avivar veladoras para que Nahuel Guzmán, no haga una “nahueleada”.

Ciertamente, ante un equipo que defiende mal, al ser el más vapuleado de los ocho primeros (20 goles recibidos), sólo detrás de Chivas (21), y que sólo los postes, y las tembleques piernas cruzazulinas le indultaron en los Cuartos de Final, propiciaron el festín para un equipo experto en ganar posiciones y sembrar desconciertos, con tipos como Chala, Furch, Quiñones, y anoche, aún más, con el reacomodo de Luis Reyes, en funciones del ausente Jeremy.

Además, su primera línea de recuperación sólo recupera aliento para tratar de atacar. Poco y nada estorban Jefferson Soteldo, André-Pierre Gignac, y esta vez Luis Quiñones volvió a sumirse en las penumbras de su irregularidad, mientras contemplaba a su paisano y tocayo deleitarse con travesuras. “Tuvimos muchas oportunidades y las desperdiciamos”, dijo Miguel Herrera, como ha dicho tantas veces, y lo dirá otras tantas más, en cualquier equipo en que esté.

¿Están muertos estos Tigres? Se sabe, los equipos de El Piojo tienen el maldito hábito de salirse de la tumba. Cuando se les quiere hacer la autopsia, se levantan y andan.

Sin embargo, esta vez, va ante uno de los clubes que mejor se defienden, con o sin balón. Si lo tiene, lo malabarea, pero no lo desperdicia. Si no lo tiene, es paciente, resiste, y en el fondo tiene además a Camilo Vargas, nuevamente el mejor arquero de la competencia.

Los bravucones del torneo parecen haberle claudicado en Liguilla a Miguel Herrera. Gignac no ha tenido el aporte siempre oportuno, y a veces empiezan a crujirle los efectos de los 36 años. Mientras, Florian Thauvin no está a plenitud, y Carlos González carga con el trauma de ser irremediable suplente. ¿Soteldo y el Diente López? Enriquecen el folclore de la Liga y de la tribuna felina, pero parecen más soluciones de temporada, que de crisis.

Atlas pues, sin curar la nostalgia por aquel futbol de exquisita etiqueta, ha elegido ser espartano, con el overol en rojo y negro. A su afición, ese espécimen que justifica sin justificar su estoicismo, resiliencia pura, bajo un “no lo entenderías lo que es ser del Atlas”, le basta, de momento, con unirse en ese ritual a su equipo: deshojar las Margaritas que tienen la fragancia de un posible Bicampeonato.

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