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Mientras el "globo" no se desinfle...

Doscientos veinte millones por Neymar y 210 por Mbappé. Hace sólo un par de años, parecíamos pasmados cuando un futbolista llegó a cotizarse por encima de los 100 millones (Gareth Bale del Tottenham al Real Madrid). Luego siguió Pogba y ahora existen nuevas pistas de que esas cifras quedarán empequeñecidas. El futbol está en su vorágine económica, comercial. Se ha convertido en una industria inagotable. Sigue creciendo, sigue siendo negocio, pero los tiempos no han enseñado que la economía mundial es caprichosa y que de un momento a otro, las cosas cambian. Cuidado. El futbol está propiciando valores y salarios exorbitantes, espectaculares, dramáticos. Así también han sido las caídas de las grandes empresas que de pronto se sentían en el cielo. Mucho cuidado.

LOS ANGELES, CA.- Si Neymar y Mbappé amenazan con costar más de 200 millones de dólares, la pregunta es: ¿Cuánto costarían Lionel Messi o Cristiano Ronaldo?

Y mientras descubrimos o intentamos descubrir el valor de las grandes estrellas del Barcelona y del Real Madrid, hoy, parece claro, que el futbol ha entrado a un paraje sin límites, donde los precios alcanzan niveles exorbitantes, dramáticos y al mismo tiempo irreales. Medir el precio o el valor de un jugador de futbol es cómo tratar de calcular cuánto vale el trabajo de un artista. La única diferencia entre Messi, Cristiano o Neymar -sin que esto pretenda herir ninguna susceptibilidad- con Van Gogh, Dalí o Miguel Ángel es lo que genera la industria que está detrás del "virtuoso".

Si el futbol es capaz de generar ese tipo de precios quiere decir que su negocio y sus márgenes o dividendos están en ese nivel, al menos de que en alguna forma o condición, se trate de algún deseo o capricho personal que tampoco son raros en este medio.

Parece imposible aceptar que un futbolista valga más de 200 millones de dólares. Y no es una cuestión exclusiva de talento, es también un asunto de épocas. Pelé, Maradona, Cruyff o Zidane hubiesen valido lo mismo en estos días. El futbol o la industria del futbol se han desarrollado a niveles descomunales. De los "tickets" o billetes de entrada al estadio queda sólo una faceta romántica. Hoy es parte de la escenografía que necesita la televisión, una televisión que ha ampliado su espectro y al mismo tiempo su capacidad de penetración a través de la internet y ahora de las nuevas tecnologías de comunicación que significan las redes sociales. El futbol se ha hecho más grande, está vendiendo más camisetas y está involucrando más a los patrocinadores. Y ello, obviamente, está elevando la cotización de los futbolistas.

Y los más encumbrados, consagrados y talentosos -Messi, CR7, Neymar- van a valer más y a cobrar más, pero también los que pertenecen a un nivel medio y hasta por debajo de esta línea, verán como su cotización se incrementará. El futbol se ha convertido en un yacimiento, por ahora, inagotable. Ha descubierto una manera de expandir su negocio pero también vive atemorizado de que como es la economía mundial de nuestros tiempos, en cualquier momento, los valores se deprecian y caen abruptamente. He ahí la razón por la cual las ligas, las diferentes confederaciones y la propia FIFA tratan de implementar mecanismos y bloqueos para que el tema no se les vaya de las manos a los clubes.

Lo que para nosotros supone ser una diversión -el futbol- para otros es un gran y lucrativo negocio. Los precios de los futbolistas han escalado violentamente. Para algunos, es motivo de alegría y reto -¿Cuál será el mejor pagado? ¿Por qué? ¿Quién tiene mejores condiciones en la cancha? ¿Quién han ganado más? ¿Realmente es mejor?- son parte de las entretenidas y hasta emocionantes conversaciones que se derivan en el verano. Y está bien, mientras dure, mientras no se agote, mientras el globo no se desinfle y caiga dramáticamente como en su momento han caído otras industrias que respiraban en el cielo y se sentían todopoderosas.

@Faitelson_ESPN