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Francona merecido, Roberts absurdo

Por segunda vez en cuatro temporadas desde que llegó a los Indios de Cleveland, Terry Francona fue elegido Manager del Año en la Liga Americana.

Merecidísimo premio para Francona, no sólo porque llevó a la tribu hasta la Serie Mundial, sino por la manera en que lo hizo.

Dirigir es un arte y el de los Indios es uno de sus mejores exponentes.

Cuando un equipo tiene todas sus piezas, manejar la nave se hace más fácil.

Pero cuando figuras claves causan baja debido a lesiones, es entonces que el director tiene que convertirse en un verdadero mago, para hacer que el barco siga navegando.

Ese fue Francona, quien perdió a Michael Brantley por toda la campaña apenas 11 juegos después de iniciarse la contienda regular.

Luego, cuando el equipo entraba en la recta final de la campaña, rumbo a la postemporada, sufrió las pérdidas del dominicano Danny Salazar y el venezolano Carlos Carrasco, dos ganadores de 11 juegos cada uno, que se perfilaban como imprescindibles para encarar los playoffs.

A eso súmenle las suspensiones por dopaje del dominicano Abraham Almonte y de Marlon Byrd, además de la baja por lesión de su cátcher titular, el brasileño Yan Gomes.

Pero el manager de Cleveland supo agrupar a jóvenes y veteranos, motivarlos y aunarlos en pos del triunfo, aunque se vio obligado a modificar su rotación en la postemporada, algo que podría haberle costado la Serie Mundial ante los Cachorros de Chicago por cansancio de sus lanzadores.

Francona aventajó a Jeff Banister, de los Rangers de Texas, y a Buck Showalter, de los Orioles de Baltimore, segundo y tercero, respectivamente, en la votación.

La sorpresa fue la elección de Dave Roberts como Manager del Año en la Liga Nacional.

De hecho, fue una sorpresa para muchos su nominación entre los tres finalistas, junto a Joe Maddon, de los Cachorros, y Dusty Baker, de los Nacionales de Washington, quienes quedaron en los lugares dos y tres, respectivamente.

En su primera temporada como dirigente, Roberts dio mil ejemplos de cómo NO se dirige un equipo de béisbol cometiendo errores garrafales desde la confección de las alineaciones, hasta la toma de decisiones en momentos cruciales del partido.

Errores que se multiplicaron exponencialmente cuando aumentó la presión de la postemporada, aunque los votos de los miembros de la Asociación de Escritores de Béisbol de América sólo abarcan la campaña regular.

Quizás algún día llegue a ser un buen manager, pero ahora mismo no lo es.

Este premio puede hacerle creer el espejismo de que sí lo es, para mal de la novena angelina.