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La disyuntiva del manager: ¿sacar o dejar a un lanzador que no ha permitido hits?

El zurdo dominicano Jarlin García estuvo a punto de entrar a la historia como el segundo pitcher en lanzar un juego sin hits ni carreras en su primera apertura en Grandes Ligas.

García, de los Marlins de Miami, mantuvo el miércoles sin imparables y anotaciones a los Mets de Nueva York por espacio de seis episodios, cuando el manager Don Mattingly lo sacó del partido con 77 lanzamientos.

Sólo Bobo Holloman, en 1953 con los desaparecidos St. Louis Browns, tiró un 'no hitter' en su primera apertura en las Mayores y de hecho, se le recuerda por eso, pues terminó su única campaña con mediocre registro de 3-7 y efectividad de 5.23, para desaparecer para siempre del béisbol.

Tanto Holloman, como García, tuvieron presentaciones como relevistas, antes de ser designados para iniciar partidos.

Posiblemente no haya un aspecto del juego más difícil para los managers que decidir cuándo quitarle la pelota a un serpentinero.

Y si bien 77 no es una cifra muy elevada de envíos, sí representaba la mayor cantidad hecha por el dominicano en su carrera en Grandes Ligas, aunque en siete temporadas en las Menores sí tenía 89 aperturas.

¿Debe salir del juego un pitcher que esté lanzando no hitter?

"Fue una decisión muy fácil, ya él iba para la tercera vuelta ante esa alineación, había dado señales de cansancio en las dos últimas entradas, se había metido en conteos profundos'', explicó Mattingly. "Sabía que tenía un no-hitter, pero que no iba a lograrlo, porque no iba a poder llegar a la novena''.

Lo interesante es que el manager había comentado horas antes del inicio del partido que García estaría cercano a lanzar 90 envíos, casi pegado a los 100, y que sería el curso del juego el que dictaría la cantidad final.

Ante esta situación, la mayoría de los directores posiblemente decida mantener a su abridor en la lomita hasta tanto reciba -- si lo permite -- el primer imparable.

Ya lo vimos el pasado domingo con Shohei Ohtani, perfecto después de seis entradas y un tercio y retirado por el manager Mike Scioscia tras siete episodios completos, cuando ya había admitido un imparable.

Pero en el caso de García, el muchacho no había tolerado libertades y ganaba por la mínima, 1-0, con un equipo al que casi todas las cosas les han salido mal en este arranque de campaña.

Con el trabajo que le está costando a Miami ganar un juego, poner en manos de un bullpen tambaleante la suerte de ese partido fue arriesgado a la larga, le costó caro a Mattingly.

¿Y cuántos lanzadores estelares, miembros del Salón de la Fama, jamás tuvieron la posibilidad de alcanzar la gloria de un no-hitter?

Posiblemente Jarlin García no vuelva a tener un partido tan dominante como ese (¡ojalá me equivoque y estemos asistiendo al nacimiento de una verdadera estrella del montículo!).

Peor fue Dave Roberts, el manager de Dodgers de Los Angeles, que en el 2016 sacó al zurdo Rich Hill después de 89 envíos y siete entradas, no ya sin hits, sino perfectas, precisamente ante los Marlins.

Pero por otro lado, vale la pregunta de ¿qué es más importante, la gloria efímera de un partido o cuidar la salud de un prometedor serpentinero que puede aportar muchos triunfos a la franquicia?

E inmediatamente viene a la mente el caso del zurdo venezolano Johan Santana, autor del único juego sin hits, ni carreras, en la historia de los Mets, que consiguió en el 2012.

Santana, con una carrera que parecía destinada a Cooperstown, con dos premios Cy Young de la Liga Americana cuando militaba con los Mellizos de Minnesota, se había perdido toda la temporada del 2011 por una cirugía.

El 1 de junio del 2012, el manager Terry Collins le permitió completar la hazaña con 134 pitcheos, un esfuerzo que prácticamente marcó el fin de la carrera del zurdo venezolano.

En el resto del año tuvo balance de 3-7 y su efectividad se disparó hasta 4.85. Nunca más lanzó una pelota en Grandes Ligas.

Entonces, ¿quién tiene la razón? Cualquier respuesta tiene argumentos válidos.