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Houston apela a la teoría de las probabilidades en la Serie Mundial

“No se vaya nadie, señores, que esto se pone bueno”, diría el inmortal Buck Canel.

Los superfavoritos Houston Astros la tienen cuesta arriba ante unos Washington Nationals inspirados que se han burlado de pronósticos y apuestas.

Nadie, ni el más entusiasta seguidor de los Nacionales o el más pesimista fanático de los Astros, vio venir lo que aconteció durante los dos primeros partidos de la Serie Mundial en el Minute Maid Park de Houston.

El objetivo más realista de Washington, como siempre pasa en estos casos, era arrancarle un triunfo al rival para viajar con empate cuando las acciones se trasladasen a la capital.

Pero barrer en los dos choques como visitante y en uno de ellos de una manera tan contundente, se salió de todo presupuesto, sobre todo, porque enfrente tendrían a los dos candidatos al premio Cy Young de la Liga Americana.

Por la teoría de las probabilidades, a Gerrit Cole ya le tocaba perder, después de una racha de 19 triunfos en forma consecutiva.

Pero por esa misma teoría, ya era hora de que Justin Verlander ganara un juego en Serie Mundial, después de cuatro derrotas anteriores.

Sin embargo, la teoría no siempre se convierte en práctica. Cole perdió y Verlander sigue en deuda con los clásicos de octubre, en los que ahora exhibe un récord de 0-5 en seis aperturas, con 5.73 de efectividad.

Seguimos con la teoría de las probabilidades, porque eso es a lo que más pueden aferrarse ahora mismo los Astros, heridos de gravedad y obligados a jugar casi de manera perfecta.

Zack Greinke, abridor del tercer partido, ha tenido una postemporada para el olvido, con tres aperturas en las que ha permitido 15 hits y diez carreras limpias en 14 entradas, para una efectividad de 6.43.

Esos números no se corresponden con su calidad. Estamos hablando de un ganador de más de 200 juegos en su carrera, con un promedio de 3.35.

Entonces, parece que le tocaría ya dar el salto adelante y jugar a su verdadero nivel, justo cuando su equipo más lo necesita.

Y volvemos a las probabilidades. El venezolano Anibal Sánchez, un buen lanzador que no ha gozado nunca del estatus de superestrella, está inmerso en una postemporada de lujo.

En dos salidas ha trabajado 12.1 episodios y solamente ha aceptado una limpia y cuatro imparables, con 14 ponches y una efectividad minúscula de 0.71, números mucho mejores que su nivel real.

Entonces, ¿le correspondería fallar ya?

Esa es la teoría. En la práctica, los Nacionales han demostrado tener otras intenciones.

Remontar la serie después de un 0-2 inicial y hacerlo en territorio enemigo es difícil, pero no imposible.

Ya lo hicieron los New York Yankees de 1996, que perdieron los dos primeros encuentros en la Gran Manzana ante los Atlanta Braves y luego ganaron cuatro seguidos, tres de ellos como visitantes, para coronarse campeones.

Por supuesto que hay intangibles que no se miden en cifras. Hay jugadores promedio que se crecen en momentos definitorios, mientras que la vida está llena de casos de peloteros con carreras de Salón de la Fama que se achican y hasta se multiplican por cero.

¿Alguien dijo Clayton Kershaw?