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En la ruta con Verónica Cepede

ESPNtenis.com

CHARLOTTESVILLE -- Seis torneos. Siete estados diferentes. 4884 kilómetros recorridos. 47 horas al volante. Un GPS inservible. Un par de pernoctadas en la ruta. Música de Ipod. Y muchas historias para guardar. De esto también se trata hoy ser tenista profesional: viajar de un torneo a otro no en avión, sino en automóvil. Comer millas de carretera para ir de ciudad en ciudad. Ahorrar algunos dólares (bastantes). Y seguir viviendo una vida menos glamorosa y mucho más terrenal de lo que muchos imaginan.

"Es lo que hay, y lo que nos toca hacer", me cuenta la paraguaya Verónica Cepede Roig, 204 del mundo, durante su más reciente parada en la gira de torneos ITF Women's Circuit que viene cumpliendo desde hace un mes en los Estados Unidos. Vero llegó hasta aquí, la pequeña ciudad de Charlottesville, para jugar su quinto torneo consecutivo sobre el clay verde grisáceo norteamericano. Es el tercer evento de 50 mil dólares en el que participa durante este tour estadounidense (los otros dos repartieron 25 mil). Y a cada uno de ellos llegó de la misma manera: al volante de un auto.

"Todo es para ahorrar. Los boletos de avión estaban muy caros. Y si tenés una compañera al lado para manejar, podés hacerlo", continúa Vero. No es la única. Hasta esta localidad de 30 mil habitantes, en el corazón del estado de Virginia, llegaron manejando juntas la francesa Irena Pavlovic y la rusa Arina Rodionova. La española Laura Pous Tió y la italiana Alberta Brianti también lo iban a hacer, pero consiguieron tickets aéreos accesibles a último momento. Vía terrestre, junto a Cepede, llegó la brasileña Maria Fernanda Alves. Tres horas después de su arribo, ella estaba pisando el court para jugar la qualy delBoyd Tinsley Clay Court Classic.

Todas venían del mismo lugar: Dothan, Alabama, 747 millas al sureste de Charlottesville. O, lo que es lo mismo, a once horas y media de distancia en auto.

"Yo nunca antes había manejado en ruta", dice Cepede, su cuerpo acomodado en un sillón sin respaldo en el lobby del increíble Boars Head Sports Club, su espalda de perfil a una de las 12 canchas cubiertas con las que cuenta este centro de entrenamiento de la Universidad de Virginia. "Tengo 21 años y en Paraguay no manejo mucho. Pero movernos en auto acá era algo conveniente, que podíamos hacer". Y lo hicieron.

El "on the road" de Vero por los Estados Unidos, repetido también por otras jugadoras, comenzó a fines de marzo pasado. Luego de alcanzar los cuartos de final del torneo de Innisbrook, la paraguaya compartió auto con la argentina Florencia Molinero. Fue un placentero viaje de 133 kilómetros por las carreteras de Florida hasta Osprey, sede del siguiente certamen. "Hasta allá manejó solo Flor, porque es la más grande", cuenta Cepede. "Pero para ir al siguiente torneo, el camino era mucho más largo".

Sí, nada menos que 767 millas, o 1234 kilómetros, hasta Jackson, en el medio de Mississippi.

"Salimos de Osprey como a las 3pm, luego de que yo jugara la final de dobles", explica Verónica, quien hizo pareja con la española Inés Ferrer (perdieron ante las locales Kops-Spears). "Como era un viaje de 12 horas, Flor y yo manejamos la mitad cada una. Paramos a dormir en un hotel sobre la ruta, en la ciudad de Chipley (al norte de Florida, pasando Tallahasse y antes de llegar a Mobile, Alabama). Y a las ocho de la mañana del día siguiente estábamos de nuevo manejando. Llegamos a las 3 de la tarde".

El Hyundai Elantra automático invitaba a volar sobre el asfalto. Pero la presencia de la policía le ponía el pie en el freno a las ganas de acelerar. "Yo soy una loca, me encanta la velocidad –dice Cepede--. Y estoy acostumbrada a manejar con caja de cambios automática. En Paraguay tengo un Suzuki así. Pero con la velocidad íbamos siempre al límite de lo permitido, entre 70 y 75 millas. Una velocidad prudente. Tranquila. Pero a 60 nadie va…"

De Jackson, donde también alcanzó la final de dobles, Cepede voló a Asunción para tomarse una semana de descanso y evitar el desgaste de una gira larga. Días después, volvió a volar a los Estados Unidos. Esta vez acompañada por su madre Edith. La primera aventura: manejar 946 kilómetros de Miami hasta Dothan, Alabama. Unas 9 horas de trayecto. Y con un problema adicional. El GPS.

"Los boletos de avión a Dothan costaban más de 600 dólares cada uno. Entonces le dije: Mami, yo me animo a manejar. Ella no maneja", relata Verónica. "Pero cuando salimos de Miami, a las 6 de la tarde, me di cuenta que cada vez que paraba el auto, nuestra posición en el GPS se seguía moviendo. Estuvimos perdidas por dos horas. Buscamos un Walmart, compramos otro GPS y salimos al día siguiente. Fueron nueve horas de corrido manejando".

La opción de jugar esta gira de canchas lentas en Estados Unidos es una alternativa valiosa para muchas tenistas, especialmente las locales. "La arcilla no es tan lenta como el ladrillo, y no tan rápida como hard. Todas juegan bien en estas canchas. Para nosotras, es como irte a Europa, porque el nivel es similar", explica la olímpica Cepede. Y agrega: "Si jugás qualy en torneos de Sudamérica, tenés la posibilidad de que te toque un partido accesible. Acá en cambio una wild card te puede ganar tranquilamente. Desde el primer partido es durísimo".

Y así le tocó a la paraguaya en Dothan, donde perdió en primera ronda con Rodionova, y en Charlottesville, donde cayó ante Coco Vandeweghe, 97 del mundo.

El viaje de un torneo a otro, también fue en auto: 11 horas y media (1202 kilómetros) compartidas con Alves y su mamá, en una camioneta Toyota que la brasileña tiene en Miami, y con la que se ha movido por todo el sureste de los Estados Unidos. "Nosotras íbamos a alquilar un auto, pero ellas nos dieron la posibilidad de compartir el suyo. Manejó la mamá de Nanda. Y lo mismo esperamos hacer desde Charllottesville hasta Indian Harbour Beach", contaba Verónica el viernes pasado.

Ese trayecto, el último de la gira, fue el más largo de todos: 851 millas, o 1369 kilómetros, cruzando los estados de Virginia, Carolina del Norte, Carolina del Sur y Georgia. Los Cepede-Alves lo hicieron el fin de semana. Sin prisa, pero sin pausa. Como parte del trabajo de ser tenistas. Y viéndolo con filosofía, como lo hizo Vero antes de partir: "Son 13 horas manejando. Pero ya hicimos 9 una vez. Hicimos 11 otra vez. Qué nos cuesta hacer dos horas más".