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La inolvidable vida de Yordano Ventura

La familia, los amigos, un pueblo y un país se lamentan por la muerte del lanzador de los Reales Yordano Ventura. REUTERS/Andres Martinez Casares

Alguien me dijo una vez que viajar puede cambiar tu vida.

Ahora sé que eso es cierto.

Eran las 3 de la mañana del 22 de enero. Mi productora Griselda Ramírez y yo estábamos conduciendo hacia el aeropuerto en nuestro camino hacia la República Dominicana.

La asignación era una pieza sobre una organización llamada "Striking Out Poverty". El grupo se asocia con jugadores de MLB que ayudan a poner fin a la pobreza extrema en la República Dominicana. Nuestra segunda misión era conocer al jardinero estrella de los Piratas de Pittsburgh, Gregory Polanco, uno de los atletas involucrados con la organización. Recuerdo a Griselda dándome un itinerario de dos páginas con tiempos precisos y una descripción detallada de lo que habíamos programado para el domingo y hasta el miércoles. Inmediatamente, en una curva del camino, pensé en el famoso proverbio Yiddish: "Planeamos, Dios se ríe".

Aterrizamos con la devastadora noticia de que no uno, sino dos peloteros habían muerto en dos accidentes automovilísticos. El ex prospecto, Andy Marte, de 33 años, y el campeón de la Serie Mundial de 25 años y lanzador de los Reales, Yordano Ventura. Inmediatamente envié un correo electrónico a mi jefe.

Tanto Marte como Ventura habían jugado para las Águilas Cibaeñas de la Liga Dominicana.

Coincidentemente, las Águilas estaban jugando el Juego 4 de la serie final de la liga contra los Tigres del Licey. Ahí es donde empezamos a reaccionar ante las devastadoras noticias. El juego quedó en un segundo plano para la comunidad beisbolera, que había perdido a dos de sus hijos. Al principio del partido, hubo un momento de silencio, lágrimas y abrazos. El atestado estadio, con más de 12,000 aficionados apasionados, lamentó las pérdidas.

El país había perdido a dos hermanos del béisbol.

Después del encuentro, Griselda y yo fuimos a nuestro hotel. Miembros del equipo de los Reales de Kansas City y de la oficina central también se quedaron allí, habiendo llegado allí para rendir homenaje a Ventura. Griselda y yo nos presentamos y ofrecimos nuestras condolencias. El gerente general Dayton Moore y el asistente, René Francisco, nos preguntaron cómo íbamos a estar llegando al funeral en un par de días -un viaje de dos horas a la ciudad natal de Ventura, Las Terrenas. Les dijimos que tomaríamos un auto, pero Francisco dijo que no, diciendo que las carreteras eran peligrosas y que íbamos con ellos y el equipo en su autobús, y que hoy éramos familia. Los Reales no tenían que hacerlo, pero lo hicieron.

Hubo una calma y profunda tristeza durante el viaje en autobús a la ciudad natal de Ventura. El receptor Salvador Pérez nos dijo que todavía no podía creer que Ventura se había ido, que de la única manera que lo creería era cuando viera su cuerpo en persona. El primera base Eric Hosmer rezó para que fuera una pesadilla de la que todos nos despertaríamos; que cuando llegaran a la casa de Ventura su "hermanito" estaría bien, sonriendo como siempre.

Sus compañeros de equipo Mike Moustakas, Gregg Holland, Jarrod Dyson, Alcides Escobar permanecieron en silencio durante todo el camino.

El llegada de jugadores para honrar a Ventura se extendió más allá del equipo de los Reales. Tan pronto como bajamos del autobús y caminamos hacia la puerta de la casa de Ventura, David Ortiz consolaba a la madre de Ventura, Marisol Hernández. Big Papi saludó a todos los integrantes de lso Reales mientras estos se abrían paso. La realidad de la situación golpeó a los jugadores, y fueron abrumados. Marisol cayó en los brazos de Hosmer gritando el nombre de su hijo, rogándole que lo recordaran por su sonrisa y no por la forma en que lo vio en el ataúd. Hosmer hizo todo lo posible para no quebrarse. Mientras Hosmer consolaba a la madre de Ventura, Pérez abrazaba a Rebecca, la tía del jugador, que también estaba inconsolable. Era como una segunda madre para él.

La tía Rebecca les dijo a los Reales que recordaran que ningún dinero, fama o anillo de Serie Mundial podría reemplazar una vida. Ella dijo que valoren a sus seres queridos, y utilizó a su sobrino como un ejemplo de que a pesar de que ellos pueden sentirse invencibles porque son atletas, no lo son. Moore -con lágrimas en los ojos- dijo que los Reales son familia de Ventura, un vínculo que nunca se romperá.

El manager Ned Yost le contó a la tía Rebecca una historia sobre su sobrino que nadie había escuchado antes.

Una vez cuando Ventura estaba calentando, Yost le preguntó a un entrenador de pitcheo de los Reales cómo observaba a Ventura. El entrenador dijo que se veía genial, pero había escrito algo en el montículo. Yost preguntó qué estaba escrito en la tierra, y el entrenador de pitcheo dijo "Dios". Yost le preguntó: "¿Sabes lo que eso significa? ... Significa 'Dios' en español. Lo que nos está diciendo es que está lanzando para sus compañeros de equipo, y está lanzando para honrar a Dios".

Todos los asistentes aprendieron lo fuerte que era la fe de Ventura.

Marisol contó una historia de cuando Ventura llegó a las Grandes Ligas. Volvió a la iglesia en la que creció y cambió todos los asientos, compró nuevas sillas para que la gente pudiera sentirse cómoda.

Alrededor de una hora más tarde, el cortejo fúnebre comenzó allí en su ciudad natal, donde cientos salieron de sus hogares y negocios para decirle adiós. Hombres, mujeres y niños llorando. Le pregunté a uno de esos hombres por qué estaba llorando. Él respondió: "Mira al pueblo, un pueblo humilde, uno donde no tenemos mucho, pero tuvimos a Ventura".

Aquello me golpeó, Ventura fue una inspiración no sólo para los niños, sino para los adultos. Ventura era esperanza y orgullo.

La procesión incluyó una parada en el campo donde comenzó un día el sueño de Ventura de jugar béisbol en las ligas mayores. Allí, sus compañeros de equipo llevaron el ataúd al montículo donde él lanzó desde niño hasta la adolescencia. Otros jugadores, considerados hermanos mayores de Ventura, tales como Johnny Cueto y Edinson Vólquez se unieron a la procesión.

Después de que Ventura fuera enterrado volvimos a la casa de Marisol. Ella nos mostró fotos de su hijo en las paredes de su casa. Quería que las viese y le hiciéramos una promesa. Marisol empezó a llorar cuando me dijo que nunca se imaginó ver a Pedro Martínez, el ídolo de su hijo, y otras estrellas del béisbol como Robinson Canó en Las Terrenas. Ella me pidió que recordara a su hijo de la manera en que ella lo hace. Recordando su sonrisa y su fe y lo qué lo hizo especial. Era una persona feliz, una buena persona, amaba el béisbol. Recordando cuánta gente amaba, y cómo lo amaban a él.

Ella me hizo prometer que lo recordaría de esa manera. Es una promesa que voy a cumplir.