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Los problemas de liderato de los Medias Rojas van más allá de John Farrell

BOSTON - Twitter, cállate. Los programas radiales deportivos deben silenciarse.

John Farrell se ha ido.

Eso es correcto, Nueva Inglaterra. Los Medias Rojas de Boston finalmente los escucharon. Les tomó más tiempo del que les hubiese gustado, pero el dueño John Henry, el presidente Tom Werner, el CEO Sam Kennedy y el presidente de operaciones deportivas Dave Dombrowski finalmente lo entendieron. Despidieron a Farrell el miércoles en la mañana, dos días después que llevase a los Medias Rojas a su segunda eliminación consecutiva en la primera ronda de la postemporada.

Es hora de brindar, todos ustedes campeones del movimiento #FireFarrell (#DespidanAFarrell). De seguro es motivo de celebración.

Pero además el movimiento no resuelve nada.

Con esto no quiero decir que el despido de Farrell es injusto. Cuando un equipo con una nómina cercana a los $200 millones logra 93 victorias y títulos divisionales consecutivos solo para enfriarse en la postemporada, en ocasiones vienen cambios. El cambio más fácil es el del manager. Es un riesgo que viene con el puesto.

Los Medias Rojas también aguantaron más drama en esta temporada que un episodio de la teleserie "This Is Us". Desde Dustin Pedroia lanzando a sus compañeros bajo el autobús en una guerra de pelotazos con los Orioles de Baltimore, a David Price humilando al miembro del Salón de la Fama y miembro del equipo de narración de los Medias Rojas Dennis Eckersley en el avión del equipo, al entrenador que utilizó un reloj inteligente para transmitir señales robadas del rival a sus jugadores, todo eso ocurrió bajo el mandato de Farrell.

Pero echarle la culpa de todo eso a Farrell y pretender que las cosas serán diferentes con otro manager es tan falto de visión, que raya en lo tonto. El problema es mucho más profundo que eso. Va a un camerino que es regenteado por dos veteranos desafiantes, la inhabilidad de un grupo de jugadores jóvenes de madurar y convertirse en líderes del equipo y la composición general de un equipo que en ocasiones parecía jugar sin gracia y que penosamente logró ascender a la cima de la División Este de la Liga Americana.

Se asumía que Pedroia tomaría la estafeta del liderato en el equipo de parte del retirado David Ortiz y que llevaría a los Medias Rojas en la era post-Papi. Pero el veterano intermedista nunca se ha sentido cómodo en este rol. Y en esta temporada, demostró que es poco adecuado para ello también.

En abril, la estrella de los Orioles Manny Machado se deslizó duro hacia Pedroia, causándole una nueva lesión en su rodilla recién operada. Durante los siguientes días, los lanzadores de los Medias Rojas fallaron en sus múltiples intentos de represalia. Cuando el relevista Matt Barnes le lanzó por detrás de la cabeza de Machado, Pedroia le gritó a Machado, "No soy yo, son ellos".

Con eso, el autoproclamado "Laser Show" se transformó en Fredo Corleone, colocándose efectivamente contra su familia.

Pedroia terminó una entrevista post juego en mayo diciendo, "¿Me puedo ir a casa ahora?" No hizo nada para detener a Price de emboscar a Eckersley en junio. Y solo después que se colaron detalles al ojo público de ese desagradable incidente fue que Pedroia se paró en su casillero y dijo, "La gente dice afuera que no tenemos un líder. Yo estoy aquí en pie".

En realidad, fue Price quien dio el paso al frente para llenar el vacío de liderato. Pero la idea del zurdo de $217 millones para unificar el equipo fue atacar a los medios. Price se convirtió en una especie de 'ombudsman' residente en los Medias Rojas, molestándose ante la más inocente de las críticas. Hizo una escena al gritarle a los reportero luego de un partido en junio en Nueva York y la emprendió contra Eckersley por meramente señalar que el zurdo Eduardo Rodríguez había tenido problemas en su apertura de rehabilitación en liga menor.

En ambas instancias, Price no se disculpó por su comportamiento que podría ser catalogado como poco profesional. Sin embargo, sus compañeros de equipo se comportaron a la altura. Y aunque es posible que Price haya tenido éxito en unificar a los jugadores en una especie de cruzada de nosotros contra el mundo, parecía emanar una cultura de negatividad innecesaria desde el camerino.

Mientras tanto, ni Mookie Betts ni Xander Bogaerts -- las estrellas jóvenes más brillantes y posibles piedras angulares del futuro para la franquicia - se han convertido en líderes. Quizás porque ambos tuvieron temporadas menos exitosas que en el 2016. Quizás sea demasiado temprano para esperar que un par de chicos de 25 años se convirtieran en el compás emocional de un equipo. O quizás es que simplemente no está en su ADN.

Los Yankees de Nueva York y los Astros de Houston llegaron a la postemporada gracias a un núcleo similar de jugadores jóvenes. Pero ambos equipos también tuvieron como prioridad traer jugadores veteranos con gran carácter para que actuaran como elementos estables durante las malas rachas, que sirvieran de policías en el camerino cuando fuese necesario y que ayudaran a su manager a mantener un pulso del equipo.

Matt Holliday y Todd Frazier fueron añadidos a un roster de los Yankees que ya tenía a Chase Headley y Brett Gardner. Ellos sirvieron como buenos ejemplos para Aaron Judge, Gary Sánchez, Greg Bird y el resto de los 'Baby Bombers'. En el invierno pasado, los Astros firmaron a los agentes libres Carlos Beltrán y Josh Reddick y cambiaron a Brian McCann, y cada uno de ellos influyó de forma positiva en las jóvenes estrellas Carlos Correa, Alex Bregman y George Springer y le hicieron la vida infinitamente más fácil al manager A.J. Hinch.

"Un hombre como Beltrán, siendo un jugador de 40 años en el camerino, mantendría las cosas niveladas en el camerino, en perspectiva", dijo Hinch. "Beltrán es clave debido a su presencia y por la influencia que tiene sobre nuestros jugadores. La atención al detalle, el termómetro del ambiente es muy importante en el camerino".

A los Medias Rojas les falta esa dinámica. El primera base Mitch Moreland y el jardinero reservista Chris Young intentaron cumplir con ese rol en varios grafos, pero teniendo en cuenta cuán impresionable sigue siendo el núcleo de los Medias Rojas, no había suficiente presencia veterana positiva.

Farrell tiene parte de la culpa por no poder sacarle esa cualidad a la suficiente cantidad de jugadores. Pero él no fue quien puso esos elementos en el roster. Esa culpa recae sobre Dombrowski, y la tarea de Dombrowski ahora es conseguir al nuevo manager - ¿Jason Varitek? ¿Alex Cora? ¿Brad Ausmus? - con una mejor mezcla en el camerino.

Mientras tanto, es hora de celebrar, detractores de Farrell. Su piñata favorita ha sido derribada.

Ahora, quizás los Medias Rojas puedan atender sus problemas reales.