<
>

Tijuana, La Ciudad y los Perros

Los Xolos de Tijuana son bravos Mexsport

TIJUANA -- Se llama Huevo. Huevo Caliente. Está aterido de frío. Nervioso. Trémulo. Abandonó el útero magnífico y cálido de la casa hogar.De la simplicidad de la crianza, al modelaje. Es el maniquí que modela la ropa especial para mascotas de los Xolos de Tijuana que están a la venta en un stand especial en la rampa de acceso al Estadio Caliente

Tiene siete meses. Es uno de los 280 Xoloitzcuintles del Criadero Caliente. En su familia, los otros 279 también se apellidan Caliente. Es una comunidad elitista. No hay cruces de raza. Es la estirpe genuina e inmaculada de los perros sagrados de los Aztecas. Pureza de sangre.

Huevo está inquieto, nervioso. Lo han sacado de La Ciudad de los Perros para llevarlo a convivir a la Ciudadela de los Perros: el Estadio Caliente.

Los aficionados se acercan atraídos por la majestuosidad del animal que a pesar del entorno ajeno, mantiene la cabeza erguida, distintivo de raza. Se forman para tomarse fotos y Huevo asume su rol. Permite que las damas le acaricien tersamente las orejas. ¿A ellos? Indiferencia. El olor a macho parece serle execrable.

La dama que lo escolta con muñeca férrea explica que cada uno de los ejemplares de Xoloitzcuintles está a la venta. 2 mil dólares. Pero poder venderlos y querer venderlos es un ejercicio distinto.

Como la opera prima de Mario Vargas Llosa, en las jornadas sabatinas de futbol, Tijuana se transforma en La Ciudad y los Perros.

El sonido local invoca, evoca y convoca: "Para que entiendan que somos muy perros, para que sepan porqué somos muy perros", mientras el escenario empieza a vestirse de los colores rojo sangre y negro furia.

En la explanada, en un tianguis gastronómico que desafía el mejor mercado delicatesen de cualquier otro estadio en México, los aficionados empiezan un protocolo salivado de gula, desde la cerveza de cinco dólares, hasta el hartazgo en el ataque directo a las arterias: birria, carnes en su jugo, tacos y tortas, hasta vasos gigantescos de cueritos.

Porque el festín no es sólo para los regulares de Tijuana, sino para numerosos que cruzan desde San Diego y Los Ángeles, porque desde hace un año han asumido una nueva religión. Hoy todos son Xolos. La procesión de la victoria se ha mudado al vecindario al sur de la frontera.

El fenómeno de sustitución o de suplantación es inmediato. Un atlista confiesa que sigue siendo rojinegro por la similitud de colores, pero por fin ha probado la embriaguez sublime de un título, néctar que parece vetado a perpetuidad para la Fiel del Atlas. La paciencia no es inmortal, porque los pacientes son mortales. "Uno no puede moriréis sin haber tenido un equipo campeón explica". ¿Y el Atlas? "Cuando sea campeón, veremos".

Es cierto: la convocatoria no llega por la sola soberanía de Tijuana. El poderío del adversario que no quiere aguas tibias, sino que exige amor u odio, se mete desafiante al coliseo tijuanense. América sabrá al término de los 90 minutos la realidad de sus esperanzas o la realidad de su desesperanza.

Las Águilas saben que Xolos no le mentirá, sino que las pondrá al desnudo.

Como en la obra de Vargas Llosa, La Ciudad y los Perros, tiene un cementerio y una catedral. Este saábado habrá un ocupante para cada recinto.