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Y 34 años después, LaVolpe sigue invicto

LOS ÁNGELES -- "El fracaso no existe en el vocabulario de Ricardo LaVolpe". Claro, lo dice, en ese tono mesiánico, hablando de sí mismo en tercera persona, el mismo Ricardo LaVolpe.

En su obnubilado narcisismo, el técnico del América está convencido que para referirse a sí mismo, debe hablarse en tercera persona. Sólo se siente pequeño ante la grandeza de sí mismo. No hay dos espejos iguales.

Zarandeado por Toluca y Tigres, LaVolpe sigue invicto. Como hace 34 años, al hacerse cargo de Oaxtepec, las derrotas son de sus jugadores, de su directiva, de la institución, o complots magníficamente orquestados por los árbitros, el periodismo, o hasta el hecho de que Japón esté rete lejos.

En un universo que confabula contra él, ahora LaVolpe recalca que, tras el 4-2 ante Tigres, el América no da más, porque no tiene el plantel que quisiera. El mismo paraguas -sin goteras--, que ha abierto en 34 años y 19 chambas de técnico.

Hace unos meses, se vanagloriaba de tener a un equipo competitivo. Recién comprando kimonos en Japón en el Mundial de Clubes, dijo que podía competirle al Real Madrid por la calidad de sus jugadores.

Hoy, meses después, la gloriosa estirpe de su equipo, termina siendo una legión de pelagatos. La incongruencia diría Alberto Cortez de "somos jueces mezquinos del valor de los demás, pero no permitimos que nos juzguen los demás".

Insisto: LaVolpe sigue invicto. O le ganan "porque nos hicieron golazos (desde aquel de Maxi Rodríguez en Alemania 2006)", o es el arbitraje, o el jet lag, o la concupiscente traición de los astros, o porque, como en Columbus, ante EEUU, a su esposa se le olvidó poner la corbata antidesastres.

Más allá de que, conforme a lo ratificado por Ricardo Peláez, el mismo LaVolpe palomeó jactancioso la salida de jugadores que habían dado títulos al americanismo, hoy endosa a su directiva la torpeza de tener un plantel, por lo visto, confeccionado para perder y no para ganar.

Ojo: todos los entrenadores de la época Peláez, han entregado un título, ya sea de Liga, o al menos de la competidísima Concachampions, aunque luego han servido sólo para el proxenetismo sentimental de su afición, con fracasos evidentes.

LaVolpe es el primero de los entrenadores de Peláez que tuvo la disputa de tres competencias en fases al menos de Semifinales, y no levantó trofeo en ninguna. Pero él, LaVolpe, sigue invicto.

Agobiado -todavía-por el periplo turístico --porque de competitivo nada-por Japón, LaVolpe lamenta que no ha podido dar reposo, ni entrenar, ni armar su equipo, por la fatiga de tanto viaje, actividad y futbol.

Y es curioso, porque las Águilas pudieron aplazar su partido ante Chiapas, pero Tigres no lo consiguió ante Santos. Canonjías del poder y de Decio de Corleone.

Y, en igualdad de condiciones, excepto claro el #SushiTour de hace ya más de un mes, los felinos le dieron una repasada a las derrotadas Águilas y al invicto LaVolpe. Fueron cuatro goles, pero pudieron ser seis u ocho, especialmente porque Gignac ahora está más somnolientamente lelo tras la resaca de la post-hipnoterapia de John Milton, pero, ya despertará.

¿Está capacitado LaVolpe para enderezar el rumbo? Preocupa que "el equipo más grande de México", citando al mismo entrenadorm no vea "alarmas rojas encendidas", al tener el peor inicio de campaña en la época Peláez, con el equipo fácilmente localizable en la inmundicia del sótano de la tabla.

Si y sólo si primero acepta que el equipo requiere algo más que los ensayos pirotécnicos y suicidas, de inventar posiciones, jugadores y jeroglíficos tácticos, podría empezar a encontrar la puerta a una tregua.

Con un equipo lastimado, flagelado espiritual y competitivamente, LaVolpe deberá primero dejar de fantasear y fantochar, para rescatar a sus futbolistas. Ojo: tiene, en un estricto conteo, jugadores con pasados victoriosos en clubes, selecciones nacionales y hasta Juegos Olímpicos. Es decir, la gloria no les es ajena.

Sin embargo, el peor camino es el que ha elegido: todos son unos derrotados, menos, claro, el mismo LaVolpe. La línea es muy frágil: las derrotas son todas de ellos y las victorias son todas de él.

Ya bastante sombrío fue ver un reflejo de su actitud en los jugadores. Ante Tigres, lejos de compartir solidaridad, se repartieron de sopapos. Goltz, Aguilar, Valdez y Marchesini se enredaron en una sesión de repartición de culpas, hasta desahogarse con Edson Álvarez, ese, al que el mismo LaVolpe, hace unos días, dijo que le embelesaba como si fuera el 'Káiser' Beckenbauer, pero, tras la derrota ante Tigres, no aspira ni a ser émula del Pikolín, por como lo trataron el técnico y los compañeros.

Y se viene Veracruz, en el que, insisto, entre cuerpo técnico y jugadores, hay más americanistas genuinos que hoy en El Nido.