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Muerto en vida, Cruz Azul da vida a otro muerto: LaVolpe

LOS ÁNGELES -- Muerto en vida. Cruz Azul apesta a fiambre. Otra vez sin Liguilla. Cada vez más cerca del descenso. En ruta a 20 años sin ganar una Liga.

Y como maldición extrema, la misa negra de su sepelio la oficia uno de sus más enconados adversarios: el América, por 2-0, bajo la guadaña de su verdugo consuetudinario: Oribe Peralta.

Y para oficiar las exequias de este Cruz Azul, el evangelio maldito y vigente de Miguel Sabah: "Hay (en el vestidor de Cruz Azul) miedo a enfrentar al América". Ora pro nobis. Y ruega por ellos.

Cedamos y concedamos en que el 1-0 incluye una falta de Oribe Peralta en el salto, y que Marchesini cometió penalti sobre Martín Rodríguez. Convengamos así, entendiendo que fue otro, como siempre, trabajo abominable de César Ramos. Uno de sus engendros de estulticias y sospechas.

Cedamos y concedamos que así fue, que el arbitraje se coludió con América y armó el aquelarre para sentenciar a Cruz Azul. Pero, lo cierto es que los Cementerios, no más Cementeros, de La Noria, ayudaron a su propia ejecución.

El hombre sabio traído del otro lado del mundo, sacó el espíritu aventurero. O suicida, mejor dicho. Paco Jémez pensó que derribaría el muro lapuentista de Ricardo LaVolpe. Ya lo hemos dicho: hoy LaVolpe ha depurado con honores el pánico como fórmula futbolística.

Más allá del daño hecho por la miopía neuronal de César Ramos contra Cruz Azul, sus jugadores ratificaron que es mayor su miedo a anotar que a fallar. Oportunidades tuvieron. Y las arruinaron. Algunas de manera dramática y otras, tragicómica.

Y ese que compraron como el milagroso de San Lorenzo, con las bendiciones del Papa Francisco, Martín Cauteruccio, confirma sus credenciales de cartucho quemado.

Entonces, entre los laberintos tácticos de Jémez, queriendo asaltar por sorpresa, terminó ante el América, confundiendo en la idea a sus jugadores, en las funciones y exponiéndose a la derrota. Quiso conspirar creativamente y terminó siendo presa de su conspiración.

Penúltimo de la Tabla General y candidato arrollador al descenso la próxima temporada, ha visto además cómo se apaga, en la Fecha 8, cualquier trémula llama de esperanza por ir a la Liguilla. Cruz Azul hoy comienza sus exequias.

La suma aún no termina. Hay más factores. A las normales barrabasadas de César Ramos, la incapacidad ofensiva de los cruzazulinos, y los inventos exquisitos de Jémez, agreguemos un viejo conocido de este club: ese Síndrome de Pechos Fríos, que se hizo presente en el equipo, conforme se desangraba el reloj y no encontraban el gol, ni la compensación arbitral.

Dice Jémez que no se va. Lo hemos dicho: Cruz Azul debe decidir, y decidir ya, si da tiempo a este supuesto técnico de vanguardia, con riesgo de descender, o empieza, lastimosa y limosneramente, a rescatar puntos para mantener la permanencia.

¿América? Respira. En su nueva faceta. Mezquindad absoluta, pero sacando el triunfo que necesitaba, especialmente porque sangra aún de las heridas de un Centenario gangrenado y la derrota reciente ante Chivas.

Oribe Peralta, sin consulta con John Milton, ni escarceos con la señora Camila Sodi, encontró un doblete, con alarde de sus virtudes, y de esa manera, le da vida a Ricardo LaVolpe, sin duda, hasta el final del torneo.

Por lo demás, el americanismo, ese que no ha caído en el conformismo, ese que aún privilegia la grandeza de su equipo, ese que aún tiene incienso encendido ante las épocas dignas de su club, ese, poco satisfecho debe sentirse de esta versión de El Nido. Los americanistas villamelones, oportunistas, esos, los menos, supongo, seguro, endiosan las miserias del momento.

¿Cuánto le queda de vida a Paco Jémez? Hoy, en este momento, queda claro que arrastra a Cruz Azul al precipicio.

Por lo pronto, este sábado, muerto en vida, Cruz Azul da vida a otros muertos: LaVolpe y el América.