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Cruz Azul sólo tiene una duda: ¿caoba o pino para el ataúd?

LOS ÁNGELES -- Cruz Azul se refugió neciamente en el limbo de su propio fracaso. Por años se mintió a sí mismo: "somos competitivos". Un genuino autodidacta del suicidio.

Por años, la Máquina se envolvió en la bandera del consuelo, de la abnegación: "si jugamos finales es que somos los segundos mejores". Escribió así, con letra rosa, en las páginas negras de su frustración.

Diecinueve años y contando. La letanía se ha detenido. Al himno del fracaso se le agotaron las estrofas. Su extinción la convirtió en autobiografía. Por 19 tomos y contando.

Los responsables, claro, se esconden. Mientras El Flautista de Hamelín, desembarcado de España, lamenta el escenario patético del ridículo al que se ha sumado. Paco Jémez no ha desentonado.

Por el contrario, Jémez le ha puesto turbosina al vagón del genocidio. Es el fogonero del holocausto azul. ¿Quién le vendió a Billy Álvarez la fábula de que un especialista en descensos se transformaría en La Noria en un especialista en títulos?

"Cruz Azul va a resucitar", dice Jémez. Claro, pero para resucitar, hay que morir primero. Y se ha tomado, parece, muy en serio su promesa.

Mientras se despeñaba por estos casi 20 años de inopia, indigencia, fracaso, Cruz Azul ha reclutado y despedido, en despilfarro multimillonario, a decenas de entrenadores, directores deportivos y jugadores. La Cooperativa es el Cuerno de la Abundancia.

Cruz Azul vive bajo un estigma: debe ser el equipo que de manera más vertiginosa se encumbró en ese Everest frágil de la fama, los títulos, la simpatía popular, la soberbia del vencedor. Condecorarlo como uno de los grandes era una obviedad.

Y todos, aficionados, directivos, jugadores, rivales, pensaron que sería así para siempre... hasta hoy, cuando Cruz Azul es candidato galopante al descenso y se ahoga en los albañales de la tabla.

El terror del descenso parecía ser sólo una anécdota en la histérica vida hasta de terceros de prosapia, como Chivas y América. Hoy la amenaza es ciertamente mayor que la ilusión, ya marchita, de volver a la Liguilla, y menos, claro de ser campeón.

Hasta hace un par de años, aún, Cruz Azul entonaba a Joaquín Sabina: "Que, el traje de madera, que estrenaré,/no está siquiera plantado,/Que, el cura, que ha de darme la extremaunción,/No es todavía monaguillo...".

Estaba pues, la Máquina ansiosa, como un adicto al juego, creyendo que, ahora sí, del Cielo le caería un par de ases que le salvarían la vida. Y se equivocaba. Los tahúres jugaban enfrente de él, barajeando las cartas de su desgracia. Quien negocia con la suerte, negocia con la muerte.

Cruz Azul es una empresa perfecta para el futbolista. Prestaciones, planes de retiro, trabajo permanente, sueldos a tiempo, instalaciones impecables, detalles personales hacia la familia y atención personal a inconformidades, hasta finiquitos e indemnización sin ningún retraso ni conflicto.

Alguna vez lo explicó Billy Álvarez: "Queremos que el futbolista no se preocupe por nada, sólo por jugar y que disfrute jugando". Y desde que su padre lo educó de esa manera, él ha cumplido.

Para alarma de los seguidores de Cruz Azul hay una duda que los ultraja, que los perturba, que les agrega el desazón de la duda, al desazón lacerante de los lamentables resultados.

1. ¿Tiene en verdad Cruz Azul un plan de emergencia para escapar la descenso?

2. O pero aún: ¿aceptará ya Cruz Azul las condiciones de contingencia en que vive o vivirá en la fase de negación de que no está en riesgo?

Si no hay respuestas correctas a las preguntas anteriores, ratifico el encabezado de este texto: pronto Cruz Azul sólo tendrá una duda: ¿caoba o pino para el ataúd?